| Después de hacer un montón de llamadas entre el Racc, nosotros y mis suegros, conseguimos dejarlo todo atado, (o casi) y salir del aeropuerto. Para dirigirnos al centro de Londres, y a la zona donde teníamos nuestro hotel, la mejor opción era el Gatwick Express, un tren que sale cada 30 minutos y que te deja en Victoria Station, una mega estación de tren y con varias líneas de metro que también llegan a ella.
Compramos los billetes en unas maquinas de autoventa, pues las colas en las ventanillas eran enormes y después de pagar 13 libras por cada billete, (19.50 euros) nos fuimos hacia el tren. Puntualidad británica y unos trenes super confortables. En el aeropuerto ya nos dimos cuenta de la cantidad de policías que había, pero eso era poco con la cantidad que encontramos en Victoria Station. Decenas de parejas de policía estaban por toda la estación, algunos empuñando sus armas en actitud vigilante. Y a uno de ellos que parecía mas un informador que no un guardia de asalto, le preguntamos por la calle del hotel, que debía de estar y estaba cerca de la estación.
Nos indicó bien, pero se le olvidó un detalle que nos hizo dar varias vueltas inútiles con las maletas a cuestas. Algunas calles cambian de nombre en algunos lugares y la nuestra no la supimos ver, pues al llegar a ella, el rotulo de la calle, no correspondía con la que buscábamos. Después de varias vueltas, llegamos al Hamilton House, en la calle Warwick Way, casi esquina con una calle principal, la Belgrave Road, llena de hostales y de B&B. El hotel no era precisamente una monada, además no tenía ascensor y tuvimos que subir las maletas dos plantas por las escaleras enmoquetadas. Encontrar hotel en Londres céntrico y barato me costo bastante y el Hamilton House era lo mejor que encontré. Limpio pero algo cutrecillo.
Dejamos las maletas y nos fuimos de nuevo hacia la Victoria Station pues a la llegada vimos que en el piso superior de la estación había varios lugares para comer. Los precios, bastante más elevados que en Barcelona y al final después de mirar varias opciones nos quedamos en Kentucky Fried Chicken. Mientras comíamos, una llamada del Racc me confirmo que mi carné llegaría esta misma noche a Londres. La policía paseaba por los locales de la estación, mirando a todo el mundo y sobre todo a sus mochilas. Después de comer, en las ventanillas de la estación compramos los billetes de tren para irnos a Glasgow el miércoles.
El tren salía de la estación de King Cross a las 9 o a las 11 y llegaba casi a las 3 de la tarde o a las 5, pues hacia toda la ruta por la costa, y además paraba en Edimburgo. El billete de tren carísimo, 100 euros por persona. En la estación hay una oficina de turismo donde conseguimos los primeros planos de la ciudad y del metro. Decidimos dirigirnos hacia el Big Ben a pie, pues estábamos a poco menos de 15 minutos andando, por lo cual enfilamos la Victoria Street en medio de buses, taxis, y un montón de policías. En los cruces, hay en el suelo unas letras que advierten de que antes de cruzar se mire a la derecha….o a la izquierda… A veces cuesta acostumbrarse a mirar al revés que en Barcelona.
Caminando por Victoria Street nos encontramos con la catedral de Westminster, donde en su exterior, estaban haciéndose fotos los invitados de una boda. Entramos en ella sin intentar molestar a los invitados y antes de que alguna foto nos tomara como extras, seguimos hacia el Big Ben. La silueta del London Eye, emerge imponente flanqueada por las cabinas de teléfonos rojos que decoran la calle. En poco rato estuvimos ya en la Abadía de Westminter. Era tarde, y ya no dejaban entrar a visitarla; tan solo nos detuvimos a contemplarla desde el exterior. Imponente. Lugar de funerales, de reposo final de reyes y de coronaciones reales, su silueta exterior es impresionante. Levantando la vista, la silueta del reloj más famoso del mundo, asomaba desafiante entre los nubarrones que amenazaban lluvia, y debajo de él una concentración pacifista contra todas las guerras posibles le ponía un toque de color en una tarde gris.
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