Hoy es día de panetón y chocolate caliente y así ha sido en mi casa aunque viva ahora en el Caribe. Día de estar con el arbolito full de los regalos que anoche se abrieron. De papel regalo roto, todo por el suelo. Mañanita de mirar por la ventana, ver todo solitario y observar los restos de rojo papel hecho girones eran los cohetones que reventábamos sin piedad la Nochebuena; día de ir a la sala, todo en silencio a comprobar qué más te dejaron. Comprobar a ver si fue real lo que te trajo Papá Noel.
Era el día de piyamas nuevos, de esos de algodón fresco pero con pelitos, no te daban ni frío ni calor, eran medio gruesitos de manga larga para todavía protegerse de un verano que aún comenzaba tímido, el mío siempre fue rosado de florecitas rojitas y hojitas verdes, con bosillitos por delante donde bien guardaba mis caramelos. Mañanita de investigar cada presente, de saber cómo funcionaba tu trencito, tu avión o tu carrito. Armar los bloquecitos de madera que traían varios modelos, fueron los pioneros del Lego, me encantaba siempre construir mi chalet con sus ventanitas de colores y sus paredes asemejando bloques de ladrillo, mis bloquecitos eran infaltables en Navidad. Los coches con bebé eran mis preferidos, pero solían gustarme los regalos de mis hermanos, eran más emocionantes, más divertidos, escopetas con un corcho en la punta, pistolitas de fulminantes que hacían mucho ruido, soldaditos de metal para inventar guerritas con sus tanques, carpitas y montículos para reproducir un verdadero conflicto, también nos regalaban indios en diferentes poses, eran de plomo y los de plástico ni los mirábamos.
No jugaba mucho con los sets de carpintero, porque, qué decepción cuando no funcionaban como los reales ni el serrucho cortaba como el de mi tío. Wow cuando nos dieron un Servicentro para carros, lo máximo tirábamos los carritos por las rampas porque era grande como de tres pisos. También me gustaban los carritos de mis hermanos, de esos que había que darles con la mano varias veces y soltarlos a ver con qué chocaban, que divertido era eso. Cómo nos peleábamos pequeños por un trompo musical, inmenso, de colores vivos con una manilla de madera, misma que protegía un hierro retorcido el cual permitía subir y bajar para que oigamos el sonido maravilloso que llevaba dentro y en ese sublime momento disparaba luces rojas, le dábamos una y otra vez sin parar.
Casi que no lo podía asir, a mí no me salía porque había que imprimirle fuerza, pero mis hermanos se encargaban de darle y ahí los tres extasiados con ese juguete que tanto compartimos; qué sonido hermoso tenía ese trompo, me imaginaba que habían niños jugando dentro, qué sonido tan bello emitía, con su tiovivo pintado en la superficie y unos niños perfectos jugando en invierno. Era el día de comparar regalos entre gritos y alegrías, luego vinieron los primero juegos eléctricos, con 4 pilas eran los más potentes, tuvimos patrullas en todos los estilos que ululaban fortísimo y siempre oíamos “shhhh” a cada rato, era mucha la alegría que sentíamos y los gritos que dábamos que no dejábamos dormir a mis padres.
Una Navidad nos regalaron guantes de box, maravillosa idea de mi padre, a mi no me dieron porque era para hombres, pero ni que hacía caso yo de eso, no les tengo que decir quién era el punch preferido y ahí nos dábamos con todo los tres a ver quien pegaba mejor, eso eran muchas risas porque no acertábamos donde queríamos sino que nos dábamos por todos lados, montados en la cama con zapatos.
Luego vinieron las muñecas más sofisticadas, las que caminaban o las primeras que hablaban. Una vez me dieron una que daba besos, yo estaba emocionada, era hermosa con sus rulos despeinados y pelo corto con un lazo, pero eso duró lo que la tuve en mis brazos después q abrí la caja, porque uno de mis hermanos se puso a investigar cómo daba el beso y ahí quedó la muñeca descuartizada y sin brazo. Cuando vinieron las bicicletas ya éramos más grandecitos y habíamos tenido mil triciclos, siempre la compartíamos pero tuve la mía-mía, de niña, a los 13 años, qué hermosa era, toda roja, brillosa y con plateada parrilla para llevar a mi hermanita, la monté todo el día, sin comer ni ir al baño, sencillamente no hice caso a nada que me distrajera, la monté hasta caer la tarde y no me bajé de ella hasta que las piernas casi no me daban y la oscuridad ya comenzaba, estaba demasiado emocionada aunque hasta Pekin adolorida.
Esas y muchas más fueron mis Navidades de la niñez, comparando regalos y sacándolos a la puerta para enseñarlos y jugar con los amiguitos, tuve juegos de té de porcelana china, set de muñecas enanitas, barbies, muñequitas para vestir, sets de maquillaje, cocinitas, jueguitos de cubiertos, un sin fin de cosas q ni imaginaba q existieran, aquí lo importante era que todos estábamos contentos con lo que nos daban.
También esas mañanas íbamos a las casas de los otros amiguitos a ver qué les habían dejado, pero más solíamos bajarlos al patio, ahí nos reuníamos todos en una cita no pautada, con todos los regalos e inmediatamente los compartíamos, no había eso de cúal sería el mejor de ellos, pero ahora considero que nosotros tuvimos los mejores regalos, con los mejores amigos de la infancia incluidos, caramba!!!, como cuando nos regalaron el Lingo, no sé si era la marca o qué, pero así le decían allá en mi Perú natal, no era otro juego que esa barra de hierro con resorte que rebotaba uno como un canguro, qué emocionante porque todos nos lo pedían, se ponían mis amigos de infancia alrededor nuestro esperando su turno mientras gritábamos gozosos de los brincos que veíamos daban mis hermanos, a ver quien lo hacía con más fuerza y ganaba en salto al otro, qué alegría tan indescriptible, que emoción poder saltar tan alto, muy emocionante sí, fuimos niños felices compartiendo lo nuestro, no éramos niños egoístas y así eran nuestros amigos comunes, todo lo compartían, hasta lo que íbamos comiendo, en este instante pienso, creo que éramos importantes, todos fuimos importantes en esos patios de juego de San Eugenio, salíamos a hacer planes de juegos y definíamos quien jugaba dónde, mi hermano mayor era como un líder, siempre lo veía con otros muchachitos por detrás haciendo planes, para ver quién era primero en jugar con ese nuevo artefacto, todos queríamos ser primero y todos fuimos primero, nadie se quedó sin jugar con nuestro tremendo juguete, qué tiempos por Dios, no habían celulares ni tabletas ni Internet ni Ipods, éramos niños sin estrés.
Qué niñez tan linda tuve, no dejé de hacer nada en mi infancia porque hasta futbol jugaba, pero mis días más cumbres fueron las mañanitas del 25 de diciembre con panetón y caliente chocolate que mi madre nos daba antes que nada. Sencillamente, día de comparar regalos entre gritos y alegrías que terminaban al caer la tarde.
Fuente:
http://poesiasatuoido.blogspot.com