Luis: hoy en este día decidí hacerte una carta, la verdad no sé cómo empezar de tantas cosas que tengo en mi cabeza. Hace veinticuatro (24) años nos enviaste a Leonardo y a mí una carta, la cual aún conservamos, donde tú por un lado ingresabas a la universidad de la vida y nosotros a la carrera de Derecho; sabias e cultivadas tus palabras hermano mío; lo único lamentable es que a ti se te olvidaron, pues te confiaste demasiado y tu ingenuidad te condenó a la muerte.
Has muerto, siento un dolor muy intenso, una punzada en el alma; yo estoy viva, me quedan tus sueños que se agrandan cada día; me quedan tus palabras; tu risa… Me queda tú bello recuerdo que junto a la tristeza van encontrando las fisuras de mi alma por las que brotan estas lágrimas…
Me creí una mujer fuerte, capaz de soportar lo insoportable, y solo tu muerte me enseñó cuán débil soy.
Hermano querido: te amé, y ahora necesito consuelo, pero quiero que me lo des tú, las palabras compartidas, nuestros escasos encuentros que hoy extraño; el imaginarte exitoso… Nuestra conversación de aquél trece (13) de diciembre cuando te vi por última vez. Por muchas palabras que aprendiera nunca podría describir lo mucho que te quise, ni agradecerte lo tanto que hiciste por mí.
Ahora la tristeza me invade, me traspasa el corazón… Sigues vivo en mi mente, te sigo amando con toda mi razón; ahora todo es diferente, tú estás en el cielo y yo aferrada a la oración…
Muchas veces te escuché decir que la vida es un viaje que nos regalan, y que eso ya era mucho..., pero a pesar de que todos sabemos que nada ni nadie habrán de ahorrarnos el final, a ti te bajaron demasiado pronto. Entiendo que la muerte es una realidad por la que todos pasamos y que tarde o temprano atravesaremos a lo largo de nuestra vida, pero tú muerte nos ha dejado sin palabras, particularmente se me hace difícil expresar lo que siento; una confusión de rabia y dolor… Me aferro a algo que físicamente no existe, parece que me hubieran arrancado una parte vital de mi ser... ¡Acepto tu ausencia pero el vacío es demasiado inmenso!
Con el permiso y la consideración del gran escritor y humanista don Gabriel García Márquez, me despido de ti, plagiando en parte una carta de despedida que muchos han atribuido al gran autor de Cien años de soledad:
'si por un instante Dios olvidara, que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo mas que pudiera.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, tantas cosas he aprendido de ustedes pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta infelizmente me estaré muriendo...
He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad esta en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre.
He aprendido que un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Si supiera que en estos son mis últimos momentos que te veo te diría ' te quiero' y no asumiría tontamente que ya lo sabes'
Luis, hermano de mi corazón: vivo con tus sueños, sueños que son recuerdos, recuerdos que serán eternos...
Caracas, 01 de marzo de 2009