El año 1988 Calderón, Agente de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), fue designado para trabajar en la Jefatura Provincial de Juanjui, Departamento selvático de San Martin, ubicada en el Nor Oriente del Perú, Zona declarada en Estado de Emergencia debido a que en dicha región se habían enquistado grupos subversivos de Sendero Luminoso (S. L.) y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), quienes coludidos con organizaciones de narcotraficantes imponían sus “leyes”: terror y muerte.
Etapa muy difícil aquella la que el Perú vivió, donde el terrorismo cruel, sanguinario y demencial tuvo sometido a sus habitantes sujetos al miedo, el terror, la tristeza y la desesperanza; hijos que perdían a sus padres; padres que con angustia se enteraban que sus hijos bajo amenaza se enrolaban a las filas de los sediciosos, los que luego de ser muy bien adoctrinados y concientizados cometían barbaries y los más audaces ataques a las fuerzas del orden con la finalidad de arrebatarles armamentos y municiones, su propósito tomar el poder a sangre y fuego.
Los mayores afectados; pobladores humildes, especialmente campesinos quienes espantados por el miedo, tratando de proteger a sus familiares, migraban masivamente hacia otras ciudades, preferentemente la capital del país. Juanjui tierra de pobladores pacíficos dedicados a la agricultura, pesca y ganadería, siendo el cacao y el arroz los de mayor producción. El cultivo de lahoja de Coca clandestinamente se multiplicaba en forma alarmante, causando la tala indiscriminada de los bosques y consiguientemente promoviendo el narcotráfico a grandes escalas.
El 23 de Diciembre a las 18.30 horas aproximadamente, en circunstancias que Calderón acompañado de su jefe, ingresaba a su unidad, luego de retornar de una diligencia policial, repentinamente escucho el traqueteo incesante dedisparos de armas de fuego de largo alcance, cuyos proyectiles rozando sus cuerpos, impactaron en la fachada del local de la Jefatura; de inmediato se pusieron a salvo, tirándose cuerpo a tierra y a rastras lograron ingresar al interior del local.
En el interior, la reacción de sus colegas aunque desordenados por la sorpresa fueron inmediatos todos al grito de ¡alerta!, ¡ataque!, ¡los terroristas nos atacan!, se aprovisionaron de sus armamentos y municiones; armándose de valor y coraje comenzaron a repeler el ataque disparando a toda dirección. El Comandante jefe de la Unidad, conocido por el apelativo “Tigre” tratando de aparentar serenidad, en primer lugar ubicó al personal en lugares estratégicos y luego impartió órdenes muy precisas: “dosificar las municiones y tratar de disparar siempre al objetivo”. Luego por intermedio de la radio solicitó apoyo a la Jefatura Departamental apoyo que en ningún momento llegó a pesar de su insistencia.
El ataque artero y sorpresivo era desigual, la superioridad numérica, la ubicación de los sediciosos y amparados en la noche les permitían actuar con suma facilidad, inclusive osaban acercarse al local policial a lanzar bombas e instalazas que remecían y llenaban el ambiente de densa humareda que poco a poco iban minando las fuerzas de los heroicos policías que solo atinaban a defenderse. Creyéndose vencedores los sediciosos a cada momento les conminaban a que se rindieran, a que entregasen sus armas, a que salguen todos con las manos en alto antes de ser volados en pedazos por los aires; recibiendo como respuesta ráfagas de metralletas por parte de los valientes policías.
Calderón, policía con pocos años de servicio y de reciente incorporación a esa Unidad Policial, por el sorpresivo ataque fue presa de nerviosismo natural, luego se armó de valor al pensar en sus queridos hijos, su esposa y su madre que se encontraban muy lejos; con mucho coraje comenzó a disparar y en cada disparo que efectuaba iba ganando mayor confianza, aplomo y serenidad, estaba seguro que muchos de sus disparos impactaron en su objetivo. Fueron como doce horas de duralucha, de ataque y defensa, por fortuna en La Jefatura estaba abastecida con armas y municiones suficientes para resistir el ataque, de alguna manera para los policías fue favorable el corte del fluido eléctrico, ello les permitía distinguir los destellos que producían los disparos del enemigo y disparar justo en ese lugar.
Valientemente pudieron resistir el ataque toda la noche; había momentos en que las fuerzas les flaqueaban especialmente cuando el ambiente se cargaba de humo por la combustión de la pólvora que era asfixiante o cuando caía herido un policía, claramente se podía percibir que los terroristas contaban con armamentos de mayor alcance, aun así los valerosos policías supieron defenderse con heroísmo haciendo mérito a su lema “HONOR Y LEALTAD”.
Seis de la mañana cesaron los disparos, luego se escuchó el sonido de una avioneta que sobrevuela la ciudad; posteriormente se tuvo conocimiento que el camarada “Rolando” jefe máximo del grupo sedicioso MRTA, luego de dirigir la incursión el terrorista huía como un vil cobarde ladrón, sin poder lograr su objetivo de derrotar y posteriormente someter a rendirse a los heroicos policías.
La población totalmente asombrados y temerosos, se resistían a salir de sus domicilios, los policías tomando toda las precauciones comenzaron a salir a la calle, alguien izó la sagrada bandera nacional que orgullosa empezó a flamear agitando alegremente su ceda blanca y roja en señal de victoria; los policías como autómatas con un eco en los oídos, por el ruido constante de los disparos y el humo aspirado, aun aturdido se agruparon alrededor del asta de la bandera, en esos momentos un policía con la pierna rota, sangrante, a rastras se aunó al grupo y al unísono, con mucha emoción, aunque con el alma sangrante y desgarrada pero al fin victoriosos comenzaron a entonar orgullosos y en voz alta:
“Detectives peruanos cantemos/ con delirio y al pie del altar, / de esta Patria, que tanto queremos, / nuestras glorias y hazañas sin par. / Recorramos la senda trazada/ que en la Escuela, el deber señaló/ y a los héroes, que en dura jornada, / el destino su muerte selló. / A la Patria jurando ofrecimos/ en la brega jamás olvidar, / nuestro lema de honor que tenemos/ y por ella la vida inmolar”.
Eran las sagradas notas del Himno de la Policía de Investigaciones del Perú, momentos tan emotivos y muy difíciles de comprender el verdadero sentir de aquellos policías que por ratos al cantar parecían quebrárseles la voz de coraje y orgullo al no dejarse vencer por esos cobardes sediciosos valentones en grupos que solo atacan a traición y amparados por la noche.
Luego ganaron las calles y en compañía de la población quienes en todo momento lanzaban hurras y vivas a su heroicos policías, verificaron los daños, dándose con la sorpresa que la Comisaría de la Guardia Civil, había sido saqueada, incendiada habiendo perdido la vida cuatro Guardias Civiles, asimismo la base de la Guardia Republicana corrieron la misma suerte, perdiendo la vida tres efectivos, de igual forma los Bancos y las casas comerciales habían sido saqueados, llevándose un cuantioso e incalculable botín.
El enfrentamiento heroico de la PIP contra los delincuentes subversivos, dejo tres heridos graves, quienes tuvieron que ser evacuados a Lima y el resto del personal resultaron con dañados psicológicos muy severas. En la actualidad El “Camarada Rolando”, se encuentra purgando condena con cadena perpetua, mientras que Calderón, no se amilana, ni guarda resentimientos; continua laborando con mayor ahínco, siempre con Honor y Lealtad.