Después de varios años de matrimonio descubrí una nueva manera de mantener viva el fuego del amor; Mi esposa me recomendó salir con la mujer que amaba; en realidad casi siempre salía con ella, pero aquella ocasión la idea ha sido de mi mujer.
- Sé cuanto la amas- me dijo ese día tomándome por sorpresa– La vida es muy corta, dedícale más tiempo a ella.
- Sí, yo la amo tanto como te amo a ti– Le respondí.
-Lo sé, y gracias amor mío, sabes que yo también te amo muchísimo– dijo complacida.
La otra mujer a quien mi esposa se refería y a quien quería que yo visitara, era mi madre, viuda desde hace unos años; pero las exigencias de mi trabajo y mis hijos hacían que solo la visitara ocasionalmente. Esa noche la llamé para invitarla a cenar y luego ir al cine.
- ¿Qué te ocurre?, ¿Estás bien? –me preguntó mi madre; como si presintiera algo; ella es el tipo de mujer que intuye que una llamada tarde, en la noche o una invitación sorpresiva es indicio de malas noticias.
- Creí que sería agradable pasar un momento contigo los dos solos, ¿Qué opinas?– le dije.
Reflexionó un momento.
- Me gustaría muchísimo– respondió.
Ese día mientras conducía para recogerla después de salir de mi trabajo me encontraba extrañamente nervioso, pensé que quizá era el nerviosismo que antecedía a una cita. Cuando llegué a su casa noté que ella también estaba emocionada y algo nerviosa; me esperaba en la puerta con su nuevo abrigo, se había rizado el cabello y usaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas, su rostro sonriente, irradiaba luz como un ángel.
- Le dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy emocionadas–Me comentó mientras subía al auto.
Fuimos a un restaurante muy acogedor, mi madre se aferró a mi brazo como si fuera “La Primera Dama de la Nación”. Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú. Sus ojos solo leían grandes figuras, y no dejaba de mirarme; pude notar entonces una sonrisa nostálgica y misteriosamente extraña dibujarse en sus delicados labios.
- Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño ¿Recuerdas hijo?– me dijo sin dejar de sonreírme.
- Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolver el favor– Respondí.
- Saldré contigo otra vez, pero solo si me permites invitar– Dijo mi madre.
Cuando la llevé a su casa la abracé la besé, le dije cuanto la amaba; ella me dio su bendición acariciándome cual acaricia a su pequeño niñito, en esos momentos recordé con nostalgia los días más felices de mi infancia. Me sentí realmente un niño.
- ¿Y cómo estuvo la cita?– Quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
- Muy agradable, mucho más agradable de lo que imaginé, gracias amor– Le dije, la miré muy complacido y le di un beso.
Días más tarde mi madre murió de infarto, todo fe tan rápido y no pude hacer nada. Al poco tempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo; contenía una nota que decía:
“Hijo mío, la cena está pagada por anticipado; estaba casi segura que no podía estar allí, pero igual pagué para dos, para ti y para tu esposa; jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mí. ¡Te amo: tu mamá…”
En ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo “TE AMO”; es darles a nuestros seres queridos el espacio que se merecen; nada en la vida será más importante que Dios y tu familia.
Dales tiempo porque ellos no pueden esperar. “Si vive tu madre disfrútala… ámala como se ama a Dios, si no recuérdala…” ellas son las únicas personas que nos aman incondicionalmente.Y si la tienes un poco olvidada a ese ser tan maravilloso que es LA MADRE, recuerda: Dios perdona pero el tiempo nunca...
LA IMPORTANCIA DE DECIR TE AMO (Articulo editado)