 | Le abofeteé ¡Qué derecho tenía a jugar con mi vida! Mi nombre era la posesión más preciada que tenía y él había decidido que no debía recordarlo, intentando de nuevo hacerme suya. Orion... que me decía ese nombre... me daba paz. Recuperé algo que creía que no recobraría nunca y descubrí que le estaba agradecida a pesar de habérmelo ocultado. Tuve la sensación que no escuchaba mi nombre desde hacía meses como si hiciera años que lo había olvidado. Le abracé, y volví a sentir su calor, la tentación era muy grande, le amaba estaba segura de ello, y los dos nos deseábamos. Hicimos el amor en la playa, de un modo apasionado como no lo recordaba desde hacía mucho, y me sentí feliz, en aquel momento fui feliz, tan feliz como ningún mortal podía serlo. Permanecimos juntos en la playa, desnudos y en total armonía con el mundo, mientras el sol caía detrás del bosque y otra noche comenzaba.
Regresamos al templo, donde Zornex me ofreció al fin algo de comida, no recordaba cuando había sido la última vez que me alimentara. A pesar de la repugnancia que me daba la sangre, acepté un vaso de ese líquido vital, solo para calmar mi sed. Tuve una sensación extraña al beberla, la viscosidad era parecida a la de la leche, pero ese sabor salado y ese regusto tan característico... era lo más exótico que había probado nunca y por desgracia sentí que me agradaba, sabía que si me quedaba al lado de mi amado tendría que alimentarme de ese brebaje, y no estaba segura de querer hacerlo aunque en el fondo lo deseaba. Al poco me sentí extraña, como si algo recorriera todo mi cuerpo, un hormigueo tan agradable que desee que no finalizara.
· Es a causa de la sangre, al beberla tu cuerpo la absorbe y sientes ese cosquilleo. ¿Te gusta verdad? A todos les gusta la primera vez y eso es lo que hace que deseen volver a probarla.
· Por primera vez... que raro, tengo la sensación que no es la primera vez que la pruebo...
· No lo pienses y acompáñame, dormiremos el resto de la noche. Debes descansar.
Los sueños no me atormentaron sentía paz, estaba con Zornex a quien amaba por encima de todo y quien me estaba ayudando a vivir, ya que con él a su lado vivía de verdad. Desperté cuando el sol ya había caído, había perdido un día de sol, un día de luz, y la noche comenzaba a ser ya parte de mí.
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