El alba fue lo primero que vi al despertar, instintivamente llevé mi mano al cuello y palpé la piel suave de mis cicatrices lo que había vivido la noche anterior no fue fruto de mi imaginación, pensé entonces. Tenia recuerdos borrosos pero las sombras de los árboles a la luz de la luna era algo que no podía olvidar, ahora escuchaba el sonido de las aguas del mar y yacía tendida en una playa de arena blanca y fina. Intenté recordar como había llegado hasta allí pero no pude, mi corazón no estaba donde debía estar...
Me levanté con torpeza y miré a mí alrededor justo enfrente el mar se extendía leguas y leguas, a mis lados inmensas extensiones de dunas de unas larguísimas playas. Desorientada busqué algo que pudiera aclarar mi situación, a lo lejos tras de mí, hallé un sendero que se adentraba en la vegetación; aun con angustia y desconfianza en mi corazón seguí el sendero. Mi paso torpe me avisaba de no estar en perfectas condiciones, comencé a escuchar voces a lo lejos, miré al cielo esperanzada y me di cuenta de que la vegetación estaba tan cerrada que apenas pasaba luz a través, en aquel momento no lo pensé, pero no necesitaba la luz para ver.
Al cabo de un rato entré en un enorme claro, había campos de cultivo y gente trabajando en ellos, creí saber quienes eran no, no lo creí lo sabía, los conocía pero... y yo ¿quién era? Todo era muy extraño no recordaba nada de mi misma, no recordaba ni mi nombre. Esas gentes parecían no conocerme más bien parecía que ni siquiera me veían. Seguí explorando el lugar, atravesaba los campos de trigo amarillo por caminos de tierra, y al tiempo que pasaba, los segadores alzaban la vista y aunque miraran hacia donde yo estaba ni siquiera parecía que se fijaran en algo, pues aunque seguro me veían parecían olvidarme al momento.
Llegué a la entrada de un pueblo, era muy antiguo quizás casi de la edad media y no había cambiado en siglos, allí también había gente y reaccionaban igual que aquellos de los campos, me veían pero no lo hacían. Tenia la extraña sensación de que les conocía, era como si ya los hubiera visto antes, como un "dejâ vi" tan fuerte que tomaba forma de recuerdo, quería saber que era lo que pasaba; además en ese pueblo había algo muy raro, no era solo la forma de tratarme de la gente si no también el hecho de que había una extraña áurea que rodeaba el lugar y que me hacía sentir observada a pesar de que estaba segura que nadie lo hacía.
En el centro del pueblo, había una extraña construcción parecía una pirámide, no, era un zigurat, sí una de esas construcciones piramidales sumerias, que no eran más que escaleras que te elevaban varios pisos por encima del suelo y todo para llegar a un templo que en la antigüedad era consagrado a deidades solares y lunares, me pregunté qué debía hacer allí esa construcción, no estaba segura de donde estaba pero si que ese edificio no debía existir, a no ser que todo lo que estaba viviendo fuera un sueño, pero todo esto era demasiado real para serlo, y en todo caso si lo fuera seguro que me hubiera despertado pues cuando piensas en ello mientras sueñas es porque en realidad estas medio despierta y por tanto te das cuenta de que sueñas, y esto, aunque enrevesado, no pasaba por lo que seguro que no estaba soñando. Me paré en el centro de la plaza del pueblo y miré hipnotizada el zigurat, algo en esa construcción me llamaba sentía como si una extraña música me hiciera sentir tan bien que no me dejaba alejarme de él y mas aun hacia que me acercara que lo buscara, mi corazón vibraba en la misma sintonía que esa música y mi cuerpo y mis deseos pudieron más que mi raciocinio y comencé a subir las escaleras.