 | · Mi reina, aun me rechazas... ¿por qué? Te ofrezco la vida eterna en este lugar a mi lado, sé que lo deseas. Acéptalo, es tu destino.
· No Zornex, no eres humano, jamás debiste existir, tú eres quien has condenado a toda esta gente a vagar por la noche, siendo unos monstruos que se alimentan de sangre. Aunque mi destino fuera estar a tu lado hasta el fin de mis días no lo aceptaría, no podría, va en contra de lo que soy, va en contra de mi persona.
· Tus ideas me son extrañas, no entiendo como no lo puedes aceptar pues ya es tu naturaleza, y no puedes luchar contra ello, ya deseas sentir la sangre en tu boca resbalando por tus labios y llenando tu cuerpo. ¡Reconócelo!
· No lo haré, jamás probaré la sangre, ¡nunca lo haré!
Huí de él a toda prisa y me interné en el bosque, era la misma situación de la noche anterior, solo que esta vez... Llegue a un claro donde vi a la gente del pueblo asediando a un gran animal. Se comportaron como bestias salvajes, saltando encima de él y despedazándole vivo con sus propios dientes, la idea de convertirme en uno de ellos me repudió tanto, que ellos lo notaron y viendo mi rechazo, me tomaron por un alimento fácil. Si en aquel momento Zornex no hubiera llegado, yo ya estaría muerta. Me refugié en el templo, con él, no podía evitar sentirme agradecida y me dejé llevar por mis sentimientos.
En sus brazos desee amarle, sentir lo que me hacía sentir al besarme... el roce de su piel, cálido... mi corazón latía con fuerza y estaba bien. Dejé de lado todas mis dudas, mi mente ya no me dominaba si no que era mi corazón mis sentimientos quienes danzaban a la luz de las velas. Conocía los sentimientos de Zornex y en aquel instante desee sentir aquello por siempre, pero no me daba cuenta que mi deseo podía hacerse realidad pues ya no era humana y no lo sabía.
Pasé la noche abrazada a su torso sintiendo y viviendo por primera vez en toda mi existencia a la que yo llamaba vida. La noche transcurrió en unos segundos y cuando al fin el sol comenzaba a salir, las brumas de la oscuridad se desvanecieron terminando lo que Zornex había denominado: "El milagro de la oscuridad".
|  |