GRACIAS SEÑOR DE LOS MILAGROS
En un país de Sudamérica, lleno de riqueza natural, tradición, historia y profundo fervor religioso; Mari joven de cautivante belleza, rostro angelical, inocente mirada; y con el corazón colmado de infinita bondad, se decide a postular a la Escuela Femenina de Policía Nacional impulsada por su firme vocación de servicio a la sociedad especialmente a los mas necesitados. Ni la gran cantidad de postulantes con las que tenía que competir ni los exigentes exámenes físicos y de conocimiento la hicieron dudar, confiaba en su capacidad y preparación. Conforme transcurría el proceso de selección que era de carácter eliminatorio, algunas postulantes que desaprobaban se retiraban sin poder contener las lágrimas, pero con la esperanza de postular en las próximas convocatorias. En vísperas del examen final, la decisiva y la mas difícil, el examen de entrevista personal, a cargo de jurados exigentes conformado por altos oficiales de la Policía Nacional, dudó en algún momento; una tía suya, hermana de su madre, al notarla vacilante se preocupó mucho, estrechándola entre sus brazos la condujo ante la imagen del Señor de los Milagros que tenía en su habitación y juntas oraron. Mari, oró con tal devoción que sentía su corazón henchido de fervor, mezcla de angustia y dolor; de fe y esperanza, la emoción que sentía era tan grande que mientras seguía orando tibias lágrimas surcaban sus mejillas; rezó hasta muy tarde y al retirarse una sensación de alivio y optimismo invadía su alma. Cuenta la historia que en el siglo XVII, en un antiguo monasterio, un esclavo pintó sobre un muro la imagen de Cristo crucificado y al ocurrir un terremoto devastador que destruyo la ciudad y que increíblemente el muro con la pintura quedó intacta; y al tratar de demolerlo para su reconstrucción, circunstancias extrañas lo impedían, mientras que mucha gente acudían al lugar a orar afirmando haber recibido increíbles milagros de la imagen, siendo conocido desde entonces como “El Señor de los Milagros”.
Luego del examen algunas postulantes se mostraban alegres, unas pensativas y otras tristes; Mari, sin ánimo de hacer comentarios se retiró a su domicilio muy preocupada. Las postulantes formadas en el patio principal escuchaban atentas al instructor mencionar sus nombres; la angustia era total, nadie sabía si las nombradas eran las desaprobadas o las que aprobaron hasta que al final indicaron que las nombradas se constituyeran al patrio auxiliar. La incertidumbre hacía presa de todas, cuando los nervios estuvieron a punto de estallar se apersonó el Director del Centro de Instrucción quien con voz pausada las felicitó dándoles la bienvenida; entonces la algarabía se desbordó, unas gritaban otras lloraban Mari, solo atinó a sonreír en esos momentos le vino a la mente la imagen del Señor de los Milagros, cerró los ojos como tratando de distinguir mejor la imagen y pudo ver claramente el rostro con gesto de dolor y sufrimiento de Jesucristo crucificado; lloró en silencio y muy quedo solo dijo: “gracias Señor de los Milagros por ser mi guía…” La sagrada imagen cada octubre sale en procesión por las principales calles de la ciudad, a donde Mari, acompañados de su esposo e hijas asisten puntualmente; esas procesiones que constituyen hasta la actualidad verdaderas manifestaciones de fervor y fe religiosa, donde se congregan multitudes de fieles y devotos, convirtiendo las calles en mar humano donde parecería no caber una persona más, todos agradecen, oran, imploran cantando su himno:
“Señor de los Milagros
a ti venimos en procesión
tus fieles devotos
a implorar tu bendición
Faro que guía
da a nuestras almas
la fe, esperanza, la caridad
tu amor divino nos ilumine
nos haga dignos de tu bondad…”
Después de más de 25 años de aquella fecha, Mari se disponía a tramitar su pase a la situación de retiro, luego de cumplir una brillante carrera policial obteniendo condecoraciones y la más alta graduación, gozando el aprecio sincero de todo sus colegas por su enorme bondad y eficiencia profesional especializada en investigación sobre “Violencia Familiar”. En tales circunstancias el 13 de Octubre fue designada por su comando para asistir a una ceremonia con motivo a darse inicio las festividades y las procesiones del Señor de los Milagros en el templo donde se venera la milagrosa efigie. Mari asistió correcta e impecablemente uniformada y con el ánimo desbordante de optimismo, se presentó con 30 minutos de anticipación, lo que le permitió ocupar un lugar preferente. Cuando el párroco inició la ceremonia el templo se encontraba totalmente lleno, Mari, nunca pudo estar tan cerca de la imagen como esta ocasión, ni asistir a una ceremonia similar, se sentía sumamente emocionada y dichosa, la congoja agitaba su alma, le dolía la garganta y a cada momento sus ojos se tornaban de lágrimas, comprendió que aquello era el momento mas sagrado de su vida. Al culminar la ceremonia todos los asistentes lenta y silenciosamente procedían a retirarse, Mari, resolvió quedarse y encontrándose a solas se acercó al altar ante la efigie venerada, la tenía tan cerca y recordó aquel día de su ingreso a la Policía Nacional; la tocó, se persignó y le dijo: “Señor, soy tu fiel cordero, gracias por guiar mis pasos, por darme todo lo mejor, mi familia, mis hijas, mi esposo, mis amigos, la fe y la paz de mi alma, contigo ingreso a la Policía Nacional y contigo dejo esta bella institución, gracias a ti puedo decir misión cumplida…”
Mari, jamás imaginó que antes de despedirse de su querida institución policial, el destino le depararía tan grato e inolvidable momento.