El ser humano tiene la disposición de aprender sólo aquello a lo que le encuentra sentido o lógica, en cambio, tiende a rechazar aquello a lo que no le encuentra sentido. Es por esta razón por la que el único auténtico aprendizaje es el aprendizaje significativo, el aprendizaje con sentido, cualquier otro aprendizaje será puramente mecánico, memorístico y coyuntural, esos que utilizamos para aprobar un examen, para pasar una materia o para recordar cosas.
El aprendizaje significativo es un aprendizaje relacional, pues el nuevo conocimiento se asocia casi de manera imperceptible, con conocimientos anteriores, con situaciones cotidianas, con la propia experiencia y con situaciones reales.Básicamente, está referido a utilizar los conocimientos previos del que aprende para construir un nuevo aprendizaje.
En esta forma de aprender, el maestro se convierte sólo en el mediador entre los conocimientos y los alumnos, ya no es él el que simplemente los imparte, sino que los alumnos participan en lo que aprenden, pero para lograr la participación del alumno se deben crear estrategias que permitan que el alumno se halle dispuesto y motivado para aprender. Gracias a la motivación que pueda alcanzar el maestro el alumno almacenará el conocimiento impartido y lo hallará significativo o sea importante y relevante en su vida diaria.
Entre las razones más importantes que han sido explícitas, por quienes tienen la responsabilidad de mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje dentro de las instituciones de educación superior, tenemos el hecho de que de acuerdo con los teóricos de la labor educativa, es necesario tener en consideración algunos elementos básicos de todo el proceso educativo. Entre estos elementos destacan los que se indican a continuación: Las necesidades de los alumnos en proceso de aprendizaje, los profesores y su forma de enseñar, la estructura de los conocimientos que conforman el currículo, y el entramado social en el que se desarrolla dicho proceso educativo.
Cada uno de estos elementos, coinciden en el momento mismo del proceso, y no pueden disociarse pues son concordantes y se requieren mutuamente. Cuando se dan en plenitud, se logra el objetivo de la educación; aunque siempre, como en los platillos gourmet, hace falta el ingrediente secreto, y este no es otro más que el que propicia las relaciones afectivas.
Como se señaló, cada uno de estos elementos resultan de vital importancia, más sin embargo, Humberto Maturana, que ha abordado desde una perspectiva diferente el proceso del aprendizaje del ser humano, señala que “…la educación debe estar centrada en la conducción del aprendizaje dentro del contexto del amor, esa particular emoción que es transmitida de linaje en linaje, y mediante la cual, lograríamos mejorar no sólo la misma educación, sino a la sociedad en su conjunto”
En efecto, Humberto Maturana, sostiene que el proceso educativo de las personas, no dista mucho del proceso terapéutico, ya que así como el terapeuta logra, mediante su interacción con el paciente, guiarlo, conducirlo hasta el abandono de la negación sistemática de sí mismo y del otro, en la educación dentro del contexto del amor, el facilitador logra interesar al educando como la manera o hilo central de su vivir.
En muchos escritos antiguos entre los que se encuentra la Biblia y el Talmud aparecen referencias explícitas a la necesidad de una colaboración entre iguales. En el Talmud se establece que para aprender se debe tener un igual que facilite el aprendizaje y a su vez facilitarle uno el aprendizaje al otro. Pero no debemos olvidar, que el aula es un espacio afectivo, un lugar común donde concurren seres humanos en proceso de crecimiento y desarrollo personal, con intereses muy particulares pero al mismo tiempo, con intereses coincidentes en lo general.
Por esta razón, el aula como espacio significativo, el método de aprendizaje como estrategia significativa, y las personas que aprenden como seres significativos, deben propiciar fluir el afecto, la confianza y la generosidad, elementos que como trilogía conforman el “amor” en términos de “filos,” única fuerza capaz de que dentro de las universidades, los estudiantes aprendan llenos de motivación al lado de personas que les facilitan su proceso de crecimiento y madurez emocional.
Lo anterior significa que el facilitador debe interesarse en el alumno, en sus preocupaciones personales, en sus emociones y en sus intereses sociales, pues no debe olvidarse que se aprende para crecer emocionalmente y tener una vida social mas sana y más digna. En ese sentido, el facilitador debe asemejarse a un padre, que quiere lo mejor para sus hijos. Tarea nada fácil, pero nada es imposible. En la Universidad de San Miguel lo estamos logrando. JM. Desde la Universidad de San Miguel.