Hoy hace 17 días que no pruebo un cigarrillo.
Ya lo decía yo que tanta paz me daba miedo.
Hoy parece que me tenga que morir. Parece el fin del mundo.
Me quiero morir.
Me cuesta respirar, la angustia me ahoga. Incluso parece que me maree. No me puedo concentrar, aunque es normal, puesto que todavía no consigo conciliar el sueño.
Intento encontrar algo que me distraiga la mente para poder olvidar, aunque sea por un momento, mi fijación.
El pasear a los perros me hace bien, escribir lo que siento y sobretodo acercarme a los hijos. Estando con ellos no fumaba mucho, por lo tanto mi cabeza olvida el tabaco cuando los tengo a mi vera.
Los hijos. Mis hijos…
¿Una persona con dos dedos de frente es capaz de fumar delante de sus hijos?
No, ¿verdad?
Pues entonces… ¿en què me he convertido?
Pau, el hijo mayor, me dijo:
- ‘Ah!!’
- ‘¿Qué te has dejado de fumar, mama?’
- ‘Ya era hora’
Quien conozca bien a Pau, sabrá que es un niño de 15 años que sólo abre la boca para comer, por lo que si tiene esta expresión hablando del tema, significa que ¡¡¡JA ERA HORA!!
Joan. ¿Qué os voy a decir de Joan?
Es un niño muy, muy cariñoso. Le gusta mucho el contacto con la mamá y a sus 8 años siempre me ha dejado muy claro que no le gusta nada que fume:
- ‘Mamá, qué olor más malo haces después de fumar’
- ‘¿Ves cómo si no fumas tanto, te abrazo más? Es que no hueles a tabaco.’
Sí, sí, sé que es una locura, pero esta locura es mi realidad.
¿Cómo puede ser que incluso lo que más quieres en este mundo no sea capaz de hacer que te olvides del tabaco?
Ostia, ¿qué carajos me he puesto al cuerpo yo?
No lo sé.
No sé qué es, pero llegado este punto lo único que me interesa es ganar la batalla.
¿Nicotina?
¿Qué clase de enemigo es esto?
¿Contra mí?
¿De qué?
Yo soy más fuerte.
Yo soy más fuerte.
¡¡Lo conseguiré!!
Sí, sí… no tengo la más mínima duda de que lo conseguiré, pero que sepáis todos que ¡¡¡me muero de ganas de fumar!!!