| Proseguimos nuestra ruta hacia Melrose. Cruzamos casi toda Escocia por el sur, para llegar cerca de las 4 de la tarde a Melrose Abbey. Pensando que cerraban a las 5 y aun queríamos ver un par más, tuvimos una alegría, cuando la mujer de la taquilla nos dijo que no, que todas cerraban a las 6 y media. La abadía de Melrose, es la más hermosa de todas. Por espectacular, por grande, por sus ruinas rosáceas bien conservadas, por su emplazamiento. Forma parte de la ruta de las abadías, una serie de abadías de los “Borders”, y que se encuentran todas en estado ruinoso. Constituyen todas ellas una muestra de las turbulentas relaciones entre Escocia e Inglaterra en el siglo XVI. Esta fue construida para los monjes cistercienses, y fue saqueada una y otra vez por los ejércitos ingleses. La destrucción definitiva se produjo en 1545, con la política destructiva de Enrique VIII y la reforma anglicana. En la abadía, flanqueada por su cementerio, se guarda en una caja el corazón de Robert the Bruce, personaje adorado en toda Escocia, pues fue él, el que recogió el testigo de William Wallace y derrotó a los ingleses. Es una visita imprescindible. Cerca de Melrouse está un monumento a William Wallace, que no visitamos. El pequeño pueblo de Melrose, también merece ser visitado pero preferimos irnos hacía la Dryburg Abbey, algo más pequeña que la anterior, pero con un encanto especial. En su interior esta enterrado Sir Walter Scott. En una capilla bien conservada de la abadía, se estaba ensayando una boda. Los novios y los testigos obedecían las ordenes que el oficiante les iba dando, mientras dos mujeres estaban engalanado con flores la capilla. Cerca de la abadía, está un mirador al que subimos, y que la tradición dice que era el preferido de Walter Scott. Según la leyenda el escritor solía venir aquí varias veces, pues desde él se obtiene una esplendida vista de todo el valle. El mirador lleva su nombre. Además, el perro de Walter Scott, cuando este ya había fallecido, seguía hiendo al mirador. Ahora teníamos que decidir, entre acercarnos a la tercera abadía en importancia, que nos quedaba algo lejos, o acercarnos a nuestro lugar de destino Kelso, pueblo en el cual también había otra abadía que visitar. Y optamos por irnos hacia Kelso, pues hubiésemos tenido que correr mucho para llegar hasta Jedburgh. Mi primer día conduciendo por la derecha, estaba resultando bastante aceptable. Algún golpe de retrovisor por el lado izquierdo, algún despiste con las marchas, pues alguna vez aún buscaba la palanca de cambios a mi derecha, pero en fin, bastante aceptable. En Escocia no se conduce muy rápido, afortunadamente, pero lo que si te saca de los nervios, es que en las carreteras estrechas que cruzan los pueblos, sus habitantes aparcan los coches en plena carretera, sin miramientos….y siempre tienes que sortear los coches aparcados, con los que te vienen de frente, y como las distancias aun nos las dominaba, pues algún bordillazo si que le di al coche… pero nada grave. Llegamos a Kelso y nos costó encontrar la casa. Estaba algo apartada del pueblo y aunqué me pasé el desvio una vez, al final dimos con ella. El alojamiento de Kelso lo había reservado directamente con su dueña por Internet, y por las fotos que teníamos de la casa, era la que con más expectación esperaba. Era la de más categoría y a la vez la más económica. Y no nos defraudó. Mrs Christina Moffatt, era un encanto de mujer. Nos enseñó nuestra habitación que era enorme, de más de 30 metros cuadrados y el baño contiguo era casi tan grande como la habitación. Con una bañera grandiosa y una chimenea, que aunque no estaba encendida, le daba un encanto especial. Todo enmoquetado, pero una monada. Después de mostrárnosla y de de decirnos que teníamos toda la casa a nuestra disposición, nos ayudó a buscar un sitio donde cenar, a pesar de que también nos ofreció el cenar en su casa. Dimos una vuelta por su jardín que era tanto o más precioso que su casa y nos fuimos hacia Kelso. Aparcamos un poco alejados del centro, y caminando llegamos a la Abadía de Kelso, que estaba abierta, a pesar de que eran más de las 7 de la tarde.
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