REFLEXIONES (parte 2)
Fco. Sánchez
A veces siento que hay algo dentro de mí que se activa y que me hace retroceder por unos segundos a esos lejanos años de mi infancia. Es algo involuntario, que escapa a mi control; es casi como un capricho que actúa pretenciosamente cuando menos lo espero, y tal vez por eso sea tan grato, tan entrañable. Cualquier cosa puede activarlo... una canción, una frase, una sensación, un recuerdo... Precisamente la música consigue que aflore a mi piel todo ese cúmulo de emociones que hace que mi mente, de una forma u otra, evoque ese pasado perdido y casi remoto. Es curioso eso de los recuerdos, ¿Verdad? En un momento te hacen sentir como si hubieras viajado en el tiempo y como si estuvieras viviendo, de forma fugaz y efímera, todos esos momentos pasados que se repiten en tu mente, como si lo estuvieras experimentando de nuevo de forma vívida y precisa, y en un instante se difumina dentro de tus neuronas llegando a ser algo abstracto y vago que te produce una especie de sentimiento contradictorio de melancolía y tristeza. A veces me pregunto adónde irán a parar los recuerdos mientras no los recordamos...
Hablando de mi infancia, tengo que decir que, mayoritariamente, guardo unos recuerdos entrañables y afables. Sé que debo sentirme dichoso por ello. De las cosas más tempranas que recuerdo está la imagen de un niño gordinflón que siempre iba en pantalones cortos y calzaba botas ortopédicas, correteando por una gran plaza de grandes losas blancas y rojas, o en un coche de pedales que mi padre me regaló y que yo prestaba a todo el mundo. También recuerdo las “peleitas” con mi padre, y recuerdo esa noche en que me desperté gritando porque sentía un gran dolor en el abdomen, como si tuviera un “bicho” dentro, (imagínate la peli Alien), y como mis padres me llevaron a toda velocidad a urgencias o a una clínica, en un viejo coche. Tantos momentos gratos que se esfumaron en el tiempo pero que se conservan como estatuas de humo dentro de mi alma…
Divagando hacia otro tema, todos tenemos nuestros propios demonios, eso resulta algo indudable. Temores, fobias, manías, defectos… fantasmas que permanecen agazapados en algún rincón incierto del alma y que salen a flote en los momentos más inoportunos, socavando nuestra propia verdad y a veces destruyéndonos.
Creo que un buen primer paso para superarlos es reconocerlo. Hay gente que vive ausente de ese conocimiento; quizás por ignorancia, temor o indiferencia: En cualquier caso, caer en ese error nos hace transformarnos en seres egocéntricos y crueles, cualidades que se proyectan hacia los demás del mismo modo que hacia nosotros mismos. Así pues, todos soportamos ese lastre, en mayor o menor medida, todos somos cautivos de nuestros propios fantasmas; fantasmas que resultan muy parecidos a los de los demás.
Tal vez, un segundo paso sea intentar no idealizar esos fantasmas. Quizás sea cuestión de tratar de conocerse a uno mismo, lo mejor posible. Desprenderse de ese maldito ego que nos quiere convencer de que somos el mismísimo centro del universo y de que el mundo no podría continuar funcionando si no fuera por nosotros. No sé exactamente cómo se hace eso. Supongo que es cuestión de ser honrado con uno mismo, de tener una actitud positiva y estar contento con todo lo bueno que tenemos y llegar a la conclusión de que en realidad no somos nada, poca cosa, motas de polvo flotando en la constante espacio-tiempo sin poder alterar ni un ápice la mecánica del gigantesco universo que nos rodea, o como dice una canción de Pink Floyd: “somos peces dando vueltas siempre en la misma pecera…” Tal vez sea una fuerza que emerja del interior, o, más bien, que tengamos que buscarla dentro de nosotros. Hay tanto mal esparcido dentro del ser humano que si nos viéramos a nosotros mismos desde el exterior tal vez nos quedaríamos aterrorizados. Yo suelo hacerlo con cierta asiduidad, me refiero a verme a mí mismo o tratar de visualizarme, aunque sobre todo suelo aterrorizarme con toda la maldad gratuita que veo a mi alrededor y que me parece sin sentido y tan atroz… Es como si algo maligno flotara en el ambiente, un cierto hedor que enloquece a la gente y le hace cometer las más absurdas y atroces barbaridades, y cuando digo esto también me refiero, además de a todos esos crímenes e injusticias a que a todos nos ponen los pelos de punta, o al menos a la mayoría, a los pequeños detalles del día a día; al compañero que trata de hundirte en la empresa, al conductor que te insulta de forma gratuita y hasta innecesaria, al político que te roba de forma descarada y desvergonzada, a la gente que te critica simplemente porque no soporta que tu trates de tener una vida sencilla o unas ideas tal vez honestas pero poco populares…
Sé que hay mucho camino por recorrer. Tengo mucho en lo que reflexionar y sobre todo en lo cual mejorar. Tal vez lo ideal sea no caer en los mismos errores, cometer nuevas equivocaciones y tratar de aprender de ellas, tener la actitud y la capacidad para levantarse; levantarse una y otra vez, y sentirse satisfecho por ello en vez de abatido por haber caído de nuevo. Ser flexible, ser fluido, ser adaptable, ser humilde… O, citando las palabras de un antiguo maestro: “be water, my friend…”
Fuente:
http://www.jamendo.com/es/list/a113913/nocturno