Con frecuencia, especialmente los meses de diciembre y mas, al escuchar los villancicos navideños, Gloria recuerda con mucha nostalgia aquellos momentos inolvidables que guarda en su ser como algo tan bello, tan tierno que le toco vivir en su infancia cuando principiaba sus estudios en el Centro Escolar de la tierra de sus amores, su natal Huánuco, bella y prodigiosa ciudad, poseedora del mejor clima del mundo, conocida también como “La ciudad de la eterna primavera”.
Fue un día del mes de diciembre, en circunstancias que retornaba del colegio con dirección a su hogar distante a unas quince cuadras, en su trayecto siempre solía pasar por la Plaza de Armas, apacible lugar de encanto, decorado con flores multicolores, hermosos arbustos, en el centro ornamentada por una pileta tallada en granito de una sola pieza de la cual fluía abundante agua cristalina; flanqueada por frondosos arboles.
El transeúnte por el lugar, no podía resistirse de utilizar las cómodas bancas de madera y gozar la agradable frescura bajo la sombra de los arboles, percibiendo el suave aroma de las flores que emanaban por doquiera, mientras los jilgueros, gorriones y torcazas con sus trinos melodiosos alegraban el ambiente.
Aquel día, Gloria con sus escasos ocho años cuando realizaba su acostumbrado descanso en una de las bancas, se percató que en la puerta de la Municipalidad una gran cantidad de niños acompañados de sus madres realizaban largas colas, su natural curiosidad de niña ingenua la llevó a indagar el motivo de la presencia de aquellos niños.
–Van a regalar dulces de navidad– le dijeron.
“¿Dulces de navidad?, ¿había también dulces de navidad?, ¿y esos dulces serían solo para ellos?, ¿y yo podría obtener siquiera un dulce de navidad?, pues a mi nunca me regalaron uno y no creo que hoy me lo den…”, así se formulaba muchas interrogantes, miraba a todos lados buscando con angustia alguna persona conocida y pedirle su apoyo, al no conocer a nadie, el desánimo y la desesperanza la estaban entristeciendo.
Cabizbaja y silenciosa cavilaba en su ingenuidad, sin darse cuenta y sin saber como, el momento menos pensado ya se encontraba en la cola, luego muy próximo al lugar donde repartían los regalos, entonces pudo apreciar como los niños salían sonrientes y muy contentos con sus pequeños paquetes en la mano, cuando le tocó su turno Gloria no podía creer lo que estaba ocurriendo, ella solo esperaba la regalen un dulce de navidad, solo uno y le estaban entregando un paquete envuelto en papel de regalo a la vez que la advertían:
–Esto es para ti hijita, pero tienes que prometer que no vayas a abrirlo hasta llegar a tu casa, de lo contrario el regalo se esfuma y lo pierdes todo, ¿comprendido?, ¿lo prometes?
–Si, gracias– por la emoción que la embargaba solo esas dos palabras pudo decir luego salió presurosa e inmensamente feliz.
Caminó un tramo y se detuvo por un instante, no podía resistirse a la tentación de abrir el paquete para ver lo que contenía; la angustia y la curiosidad parecían dominarla, pero ante el temor de perder su regalo, la recomendación recibida y la promesa hecha, comenzó a correr procurando llegar lo mas rápido posible a casa donde sus hermanos María, Gonzalo y Serafín estaban esperándola posiblemente preocupados por su tardanza.
La vieron llegar corriendo, muy agitada con el regalo en una mano y la mochila en la otra, el cansancio y la felicidad no le permitían explicar claramente lo ocurrido solamente repetía una y otra vez.
–¡Mi regalo!, ¡mi regalo!, ¡son dulces de navidad!– y procedió a romper desesperadamente el papel que cubría el paquete; al descubrirlo, abrió desmesuradamente los ojos: ¡oh sorpresa!, ¡no puede ser!, lo que estaba viendo no lo podía creer, eran dos regalos, un panetón de esos tan ricos que solo comen en la casa de la gente de la ciudad.
El otro regalo si que era el mas importante, el regalo mas bello; consistía en una pequeña y modesta muñeca de plástico la que siempre había soñado tener; emocionada, visiblemente feliz y al borde de las lagrimas miró hacia el cielo como buscando a Dios y agradecerle por haberla enviado un regalo tan hermoso que nunca había tenido; en la noche degustó el panetón con sus hermanos, junto a ella su adorada e inseparable muñeca, a la que consideraba la mejor muñeca que solo ella podía tener. Siendo aquella fecha la navidad mas dichosa que Gloria había gozado en su vida.