La chica del metro

No supe qué decir. Estaba confundido. El dolor me atenazaba y apenas podía pensar sin echarme a llorar.

-Pues... no sé -acerté a decir-, esta tarde había quedado con unos ex compañeros para tomar algo. No me apetece ir pero así me distraigo un rato.

-Bueno, si no puedes no pasa nada. No te preocupes.

-Hombre, con ellos acabaré sobre las diez o así -pensé en alto-. Si te apetece podemos quedar sobre esa hora, aunque no sé si será tarde para ti.

-Por mí perfecto pero ¿de verdad que te apetece?

-Creo que sí. Me asusta irme a dormir. La noche es muy larga y así al menos se me hará algo más corta.

-Vale, perfecto. Pues quedamos a las diez entonces.

Finalmente quedamos a las diez en una céntrica calle, junto a una conocida tienda de ropa. Yo no estaba seguro de si debía ir, porque no me encontraba nada bien. Además pensaba que seguro que sería una persona extraña y nos íbamos a cortar y no iba a haber conversación.

Eran las nueve y media y estaba con mis ex compañeros aún. Dudé si seguir con ellos toda la noche o irme a conocer a una extraña que seguramente sería una situación incómoda. Al final decidí ir. No me gusta dar plantón a nadie y ya era tarde para avisarla. Además se había preocupado por mí y no podía dejarla plantada. Así que allí estaba yo a las diez en punto de la noche -quizá algo antes- apoyado junto a aquél escaparate y rezando porque la noche pasara pronto. Observaba las caras de todas las chicas bajitas con pelo largo que pasaban por allí. Junto a mí se paró una que coincidía con su descripción. Miraba hacia todos los lados como buscando a alguien, sin embargo, parecía no verme a mí: '¡Dios mío que no sea ella!' -pensé para mí-. Yo seguía buscando con la mirada a todas las que pudieran ser ella, sin perder de vista a mi vecina de escaparate. Esperando que no fuera ella pero convencido de que si no, sería otra aún más rara, me apoyé en el cristal de la tienda, que ya estaba cerrando. Escondí las orejas dentro de mi cazadora. Era primeros de marzo y hacía mucho frío. Mi mirada se perdió entre la gente cuando, de repente, vi que alguien se dirigía hacia mí. Volví la cabeza y una preciosa sonrisa fue lo primero que vi. Sus ojos me miraban alegres, como buscando un 'sí, soy Nacho'.

-Hola, ¿tú eres Nacho, verdad?

-Si, y si no me equivoco tú debes de ser Mer -le contesté devolviéndole la sonrisa-.

-La misma. Siento haber tardado un poco pero es que el metro por el centro ya sabes como se pone.

-No te preocupes, yo estaba aquí muy distraído pensando quién de toda esta gente serías tú.

Le conté lo de mi vecina, que aún seguía buscando a alguien, y le dije que pensaba que era ella. Nos dimos dos besos y comenzamos a charlar. Mis temores se disiparon desde el momento en que vi su preciosa sonrisa. Era una chica muy normal: '¡Dios mío! Gracias. Al menos será una noche agradable' -pensé-.