Epílogo - A mi madre-

Ya ha amanecido… La noche se despidió de ti quedo, muy quedo y la Luna se posó sobre tu cara bañándola de luz y de mis miradas que recorrían una y mil veces tus ojos, tu nariz… hasta quedar grabadas tus facciones en mi Alma. Hasta el día supo de tu marcha y lloraba sobre tu ventana.

Recuerdo, madre, y sonrío, cuando me regañabas y aún oigo tu voz cuando me decías: ¡Niña, apaga la luz!. Niña, ¿has hecho la cama?. Y voy y apago la luz y toco, acariciando, las camas recién hechas. Me miro al espejo y sonrío y siento tu risa en mi oído, esa tu risa que siempre me acompaña.. Y veo crecer el geranio, aquél, que con tanto amor cuidabas y crece, crece, crece y yo apenas si le echo agua.

Y por la noche, cuando la casa está silenciada, tú tejes hilos de platas en mi almohada.

Y cuando me levanto, madre, todas las mañanas, nuestras Almas vuelan juntas porque son inseparables en el tiempo y en la nada..

Mary Carmen