Cuando alguien usa algo, todos los demás se fijan. Y ese algo empiezan a usarlo- muchas veces sin saber su utilidad- por el simple hecho de que han visto que lo usaba aquel al que admiran, por su preponderancia intelectual o económica sobre las otras personas. Entonces quienes están en un nivel inferior, para caerle bien, usan lo mismo, excepto si a esa persona con carisma no le guste que usen lo mismo que el, porque entonces están haciendo oposicionesa caerle mal. Por ejemplo esas carteras de piel marrón que durante unos años han formado parte del uniforme de todo ejecutivo o político que se precie de estar al día. Esas carteras que no son mas que una imitación de aquellas que en los 40 y 50 se llevaban para los documentos. El único añadido es una correa para, si se quiere, colgarlas al hombro. Alguien ve que otro lo lleva, va i se lo compra. Y así hasta que las calles y empresas parecen tomados por una serie de individuos salidos del mismo troquel en serie. Todos con los mismos tonos de traje, las mismas carteras, que denotan una falta de originalidad apabullante. Ah. Y quien piense que de esa forma pasará desapercibido lo tiene claro. Es como si las modas diferenciasen a quienes están en el “rollo” y quienes no; o sea, a quienes se debe prestar atención y a quienes no, a quienes por el hecho de ir “como todo el mundo debería ir” vale la pena darles un voto de confianza y a quienes no. Cuando la verdad es que, lo que usan todos quienes son alguien para distinguirse de los pringados, es de la mas absoluta mediocridad. El que se desmarca de las modas ¡malo! Hay que entrar en la uniformidad, y para ello hay que llevar todo lo que distingue a esa clase social: “los políticamente correctos”. La justificación mas pueril (no por ello menos usada) es la de que “...llevamos esto porque pertenecemos a una elite que emplea estos atributos para diferenciarse de los demás (de quienes no tienen nuestro poder adquisitivo, etc.)”. Es igual que: ...“quien no sale en la tele no existe”. Quien no lleva el uniforme es un cero a la izquierda.
Hace años en Estados Unidos surgió un término que definía muy bien a quienes se desmarcaban de la uniformización. Aquellos que en el transcurso de su mas o menos larga trayectoria profesional, habían llegado a ser UNICOS en su campo. La palabra es “acheivers”(los que ya han llegado a la cima). Por supuesto que los uniformados raramente (jamás, me parece demasiado fuerte) conseguirán el adjetivo, que no se imprime en las tarjetas, pero que todo el mundo desea para sí. Los “acheivers” son los mejores en su profesión; muy lejos de los clones uniformados y, sobre todo, muy por encima. Reconocidos en todo el mundo como tales, no por su aspecto sino por sus méritos. Y la mayoría suele vestir unos vaqueros y un jersey y llevan sus papeles en una simple carpeta de plástico sin marca, que vale cuatro euros.
De todo lo dicho podemos deducir que quienes lucen toda la parafernalia que marcan las modas lo hacen para dar el “pego” y aparentar lo que no son. Es imperdonable que hayamos llegado a este borreguismo que no beneficia mas que quienes viven de el: comerciantes de mayor o menor envergadura que saben muy bien como engatusar a la gente. El “tanto tienes... tanto vales” de antaño se ha transformado en “tanto aparentas... tanto eres”. Muy triste...