Permitidme insistir una vez mas – y van... – acerca de la inutilidad y pérdida de tiempo de los debates televisivos, que solamente sirven para que unos cuantos contertulios/as saquen a relucir su manera de ver las cosas – y con ella sus neurosis y malas leches – “contra otros” que van de lo mismo, aunque sus ideas sean radicalmente opuestas.
Espectáculos lamentables para alimentar las ansias de pelea que la casi totalidad de la población televidente tiene: si no, ya ni se molestarían en presenciar el bochornoso espectáculo de unos gritando a otros desaforadamente para hacerse oír por encima de la algarabía babélica que reina en el plató, aumentada hasta el infinito por los comentarios, risas y gritos del público, que no se resigna a ser mero espectador – “¡que me van a enseñar a mi estos!”... -, gracias a que en los últimos tiempos se ha fomentado su participación como jurado decisorio en todos los concursos, realitys, etc. Y ahora cualquiera les dice que deben estar calladitos porque es de mala educación interrumpir cuando otras personas están hablando. Incluso hay espacios en los que el regidor (quien dirige lo que deben hacer en cada momento los presentes en el plató) tiene órdenes concretas de soliviantar al público con el movimiento de sus brazos a cada comentario que se hace frente a las cámaras.
Los debates, por regla general, se han convertido en un show, porque es lo que la audiencia quiere; y como las audiencias mandan... Triste conclusión que nos conduce, por evolución, a lo que podemos presumir será la televisión del futuro: un campo de batalla en el que algún contertuliano/a agredirá sin contemplaciones gravemente a quien le lleve la contraria – ya ha sucedido en contadas ocasiones, de forma leve -. Por esa progresión que nos conduce inevitablemente al mas fuerte cada vez, no nos extrañaría asistir al acto vandálico de un contertuliano intentando apuñalar con el bolígrafo (las armas pasan por un riguroso control a la entrada) a su oponente en un acto - aplaudido desde el control de realización - que no será mas que el desenlace lógico de una discusión en la que los interlocutores, enardecidos por la plebe, pierden los papeles. Entonces, durante un tiempo prudencial, se denostará desde todos los demás medios la vergonzosa acción, pero, por dentro, se tomará buena nota del aumento de share que supuso y se pensarán movidas parecidas en cada una de las cadenas que antes criticaron el asunto. ¡Que hipocresía y despropósito! Cabe esperar del buen criterio de programadores y directores que no suceda como en la mayoría de televisiones del Sur de América en las que el “a trompazo limpio” es una constante que encanta a la audiencia y por ello ya es moneda corriente por aquellos pagos. Hasta en alguna que otra ocasión, se les ha ido la cosa de las manos y ha habido homicidios frente a las cámaras. Cuando lleguemos a ese extremo - si el ambiente sigue así – sabremos ciertamente que la sociedad ha fracasado como tal y sus individuos han perdido el poco pesquis que les quedaba, dándoles la razón a quienes están interesados en que esto se convierta en una selva.
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