Que las cosas y la investigación avanzan que es una barbaridad, como decía la letra de un famoso pasaje de Zarzuela, es un hecho cierto y no por ello menos inquietante. Del vinilo hemos pasado a la casete; de ésta al DAT y al mini-disc, y, actualmente al mp3 y mp3pro, casi al mismo tiempo que el DVD y otros compresores de audio-video (wma/wmv). Todos los soportes anteriormente citados, incluyendo el DVD, tienen una base física; se necesita un algo palpable que sea reproducible en un aparato al efecto. Pero el mp3 ya entra en el campo de lo virtual. No puedes tocar físicamente los archivos (canciones) que se almacenan digitalmente en la memoria del aparato, y que, en todo el proceso, no puedes ver mas que unos títulos y unos intérpretes en un display alfanumérico.
Toda operación se realiza en el dominio de lo digital, con lo que, nunca tienes en las manos mas que un reproductor. El negocio del mp3 me recuerda a un director de emisora de radio que siempre recalcaba: “... la radio vende solo aire”. Aire incoloro, inodoro, insípido e I N T O C A B L E. Muy duro para una sociedad materialista que basa toda su filosofía existencial en el “tanto tienes (posees), tanto vales”.
La música en mp3 nunca es totalmente de quien la escucha. Es algo fantasmagórico que se esconde entre ceros y unos. Dada la época de mangoneo feroz que sufrimos en la actualidad, es asombroso lo fácilmente que pueden camuflarse las verdaderas intenciones, entre unos y ceros. Lo virtual es el paraíso de los mal intencionados. Entre las estrías de un L.P. , era difícil esconder algo, como lo era entre los metros de cinta de una casete, porque lo que se ve es lo que hay. Cosa muy distinta es cuando hablamos de lo digital, que no se ve ni se puede manosear.
Entrando en el dominio de la anticipación científica, después del mp3, podría muy bien pasarse a los implantes físicos de mini-receptores conectados al sistema auditivo, y, mas adelante, al cerebro directamente. De esta forma, cualquier persona amante de la música y del vídeo, recibiría directamente un “chute” de avalancha virtual en el órgano pensante, con lo que, los hackers cerebrales tendrían las puertas de las voluntades abiertas para usar y abusar a placer. Es una invitación irresistible, a quienes se sirven del dirigismo y la manipulación, para sus fines nada claros.
¡Cuidadín, cuidaadiin!...