Desde el primer momento me di cuenta que había sido un error. Debe haber sido algún descuido en el último momento. Tal vez el apresurar las cosas y no permitir el proceso natural, alteraron el resultado esperado. No puede ser posible que algo que se planeó con esmero y perfección, se modifique sin justificación. Debo aceptar que encontramos problemas en los primeros meses, pero nada para preocuparse. La supervisión y los cuidados que se implementaron deberían ser garantía de los resultados. Considero que fuimos pacientes y puntuales al cumplir cada uno de los requisitos y necesidades primordiales. Es injusto esperar la completa aceptación de nuestra parte considerando las expectativas que se habían planteado.
Comprometimos nuestra vida y entregamos nuestro espíritu a la realización de este sueño. El derroche de amor que profesamos juntos desde el sublime momento de la concebida ilusión, prometía una culminación con certeza y tranquilidad. Los gozosos momentos de la larga espera, alojaron ternura en nuestro corazón. Las leves manifestaciones de vida, colmaban nuestros cuerpos de satisfacción. La inconciencia que provoca la felicidad inundó nuestra mente y nuestros sentidos. No encontramos otra forma tan perfecta para compartir la vida.
No fue frenética, tampoco lúdica ni fantástica, pero fue real, sincera y natural. Fácilmente sucumbimos a la idea, con la entrega desmedida de una pasión, con la fascinación de un sueño y el encanto de un cuento de hadas.
Una discreta afirmación nos despertó del ensueño. Ese gran amigo, a quién le confiamos lo más preciado, confirmó el error. Aún así, decidimos negarnos a creer en semejante desacierto. Seguramente se trataba de un malentendido o una confusión del momento. Esperamos largo rato en la habitación con la convicción de que alguien se presentaría a informarnos que todo había sido un equívoco nos ofreciera sus disculpas. Pero nadie llego.
La naturaleza había equivocado las cuentas y nos había entregado ese pedacito de vida que apenas si se movía y que a pesar del error nos parecía perfecto. Había nacido en días de tormenta, quizás por eso lloraba como un trueno. Tenia la calma de una montaña como aquella de mi tierra que yo solía observar por la mañana, preocupado de que estuviera, de que no le faltara algo. Parecía estar hibernado, encantada en un dulce sueño del que solo despertaba, con la caricia de un beso. Recuerdo que la contemplábamos por horas en espera de captar esa sonrisa, que quizás solo fuera un reflejo fugaz de un lento proceso, pero para nosotros era única y sin precio.
Era imposible dejar de enamorarse de ella a pesar de tratarse de un error. ¿Además, como podríamos desperdiciar tanto cariño teniendo donde poder verterlo sin dudar? Sin embargo, decidimos que no era necesario confirmar el error a pesar de que conforme pasaba el tiempo, parecía ser menos evidente. Decidimos aceptarla, a pesar del error, de manera completa e incondicional. Jamás nos ha importado lo que opine la gente quien, basada en estereotipos e ignorancia te regalan lastima y desaliento como si no te bastara con los momentos de frustración y lamento. La tomamos de la mano y decidimos crecer con ella. Aunque el tiempo parecía detenerse en ella e irla rezagando en la carrera, hacia mas notable el esfuerzo y heroica su entereza.
En ese entonces empezamos a valorar el tiempo y la normalidad de las cosas. Lo normal hace únicas a las personas porque cada persona tiene su propia percepción de lo normal. El tiempo es tan relativo que lo puedes gastar o invertir, lo puedes ganar o perder e incluso, darle tiempo. Si me lo preguntan, realmente tengo muchos problemas tratando de recordar cuando dio sus primeros pasos o el momento justo cuando logro balbucear su primera palabra. Porque el proceso ha sido como esas olas que se acercan a besar la playa pero que regresan al mar y casi siempre llevan resaca. Ninguno de los pasos son firmes en esa arena mojada y tienden a borrarse sus huellas al contacto con el agua. Pero resulta ser tan glorioso el ganar una batalla que las derrotas son el comienzo de una nueva cruzada.
Sin embargo algo nos faltaba. Nos dimos cuenta de que era necesario confirmar el error para redoblar esfuerzos. El saber que existe un error pero negarse a confirmarlo, deja que esa ignorancia alimente la pasividad y la austeridad de empeño. Porque cuando sabes que hay un error y lo confirmas, por encima de todas las vicisitudes buscas la manera de enmendarlo. Deja de importar que digan que el esfuerzo es vano y que se evapora como el hielo al calor del ardiente sol de verano.
Después de una semana, lo tuvimos en la mano. Las cuentas daban de más y reportaban la presencia de un cromosoma completo, que no quiso separarse de su hermano gemelo. Hubo algunos quienes, motivados por la desesperanza, nos llevaron condolencias y fueron a tratar de ver lágrimas a ultranza. Pero para nosotros fue un día lleno de regocijo, de esperanza y motivación. Sabíamos del enemigo, sabíamos del error.
Y desde ese entonces, lo hemos combatido sin descanso pero con la claridad de no incurrir en la precipitación. Porque hay que corregir los errores con verdad y con certeza sin dejarse embelesar por mágicas promesas. La gente dice que la naturaleza es sabia y que los genes dictan secuencias. Que aquello que esta escrito, escrito esta y no tiene vuelta. Pero nosotros hemos comprobado que la naturaleza cambia motivada por influencias. Que esta ciencia tiene errores y por eso es inexacta. Por eso del blanco al negro hay una escala de grises y prefiero pensar que el color se hace mas claro a pesar del tinte, poniendo esfuerzo y dedicación. Estamos convencidos que nuestra encomienda es estar retando a esos genes dictadores a librar nuevas batallas buscando cambiar el rumbo "a punta de metralla".
La pregunta viene seguido, viene en confianza y en general de los amigos: ¿Hubieras preferido que no naciera? Es decir, sin el error tu vida seria feliz y libre de asperezas. La respuesta es muy sencilla pero trato de que sea clara y ayude a encontrar respuestas. Definitivamente me hubiera encantado que EL ERROR NO EXISTIERA. Porque ha llenado nuestras vidas de muchos momentos de dolor y pena. En su momento nos lleno de frustración, desolación y miedo. No te imaginas cuantas veces hemos deseado que se fuera. Al principio, su presencia nos desgarraba el pecho y pensábamos mil formas para desaparecerlo. Te soy sincero al decirte que nunca llegas a tolerarlo y mucho menos a aceptarlo. Tienes que vivir con el y no puedes ignorarlo pero en cuanto puedes lo maltratas y repudias como en el primer momento.
¿Mi niña? Es una bella. Es de las cosas más hermosas que nos ha entregado la vida. Nos ha plagado de felicidad y llenado de satisfacciones y por cada paso que da, planta nuevas ilusiones. No te imaginas cuanto agradezco a la vida por tantas bendiciones. Sabes que todos los días me acerco a ella y después de darle un beso le repito lo siguiente mirando a sus ojos:
¿Quien es la niña mas hermosa de este mundo?,
¿Quien es mi princesita cenicienta?,
¿Quien es la "preciosísima"?,
¿Y la mas bella, bella?,
Siempre responde a cada pregunta:
- "Soy yo".
Yo solamente le refuerzo:
- "Que no se te olvide..."
