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De la razón a la sabiduría: ¿quién vive tu vida?

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¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo jueces de los demás?, ¿cuándo vamos a empoderarnos de nuestras propias vidas?, ¿cuándo seré dueño de mi propio destino? La mecánica cuántica supone un buen soporte para empezar a interpretar las cosas que nos ocurren y porque no podemos ser dueños de nuestros avatares diarios, donde la incertidumbre en el devenir vivencial, es la constante.

Desde esta rama de la física, se dice que aquel hombre que sólo se plantea el futuro, nunca llegará a entender porque le ocurren las cosas, pero cuando realizamos una retrospectiva hacia el pasado, nuestras preguntas empiezan a encontrar respuestas. Por tanto, tomar las riendas supone ver oportunidades y posibilidades en las cosas que nos van ocurriendo, emprender nuevos desafíos y nuevas formas de aprender, romper con los apegos materiales, y empezar a entender que el mayor capital que pueda tener un ser humano, es la sabiduría.

La otra forma es la de interpretar los hechos como negativos, fruto de la mala suerte, una suerte en la que se supone no participo, y que obedece a fuerzas externas que escapan a mi control, que van moldeando mi vida. Esto me hace considerarme "la víctima", víctima de cada momento, lugar y cada circunstancia. Sintiéndome la víctima no puedo cambiar mi porvenir, ya he hecho responsable de cada hecho que considero negativo a fuerzas externas, las circunstancias de cada momento y lugar. Pero la mecánica cuántica, me dice que yo participo, que de alguna forma yo soy coparticipe junto con mi medio de la realidad que voy creando, en un bucle continuo de formación e información. Quizás sea un buen momento para aprender un poco de la historia y recordar e interpretar símbolos del pasado que nos invitaban a pensar en la creación de un nuevo mundo. Es conocida la Diosa Themis, diosa de la Justicia, que aparece con una venda en los ojos (aunque no siempre), una espada hacia abajo en su mano derecha, y una balanza en su mano izquierda.

La balanza representa la dualidad, el baremar constantemente lo bueno y lo malo, el juzgar cada acción que acometemos interpretándola como buena o mala. La espada representa la razón, estando para abajo simboliza el agotamiento de la razón. La venda en los ojos simboliza el juzgar cada acción a través de la razón sin tener en cuenta emociones ni sentimientos, la búsqueda de la imparcialidad u objetividad en los juicios, algo un tanto paradójico teniendo en cuenta que somos sujetos. La balanza sopesa los aspectos positivos y negativos. Si nos hacemos la pregunta de donde reside la dualidad, llegaríamos a la conclusión de que no está ni en lo negativo ni en lo positivo, sino en la balanza.

Nosotros somos la balanza, nos hemos pasado siglos sin ver con la espada de la razón todo el tiempo juzgando en esa balanza lo que está bien y lo que está mal en nuestras vidas, y sobre todo en la vida de los demás. Pero en el siglo XIX una serie de personas con un pensamiento bastante evolucionado concibieron otra diosa, otra estatua, con la idea de que la Diosa de la Justicia sufriera una metamorfosis íntegra en su simbología. Una mujer con una túnica blanca hasta los tobillos, y que ya no tiene venda y se presenta con los ojos abiertos, lo cual le permite tener una visión más allá de la razón, una percepción que le da acceso a iluminar su vida. La espada blandida por la mano derecha es sustituida por una antorcha que ilumina toda tu vida, y ya no está abajo sino que está erguida hacia arriba. Y en la mano izquierda la balanza desaparece, apareciendo un libro que está cerca del corazón, que simboliza la sabiduría interior, no el conocimiento intelectual ni racional, sino aquel conocimiento profundo de la naturaleza. La Diosa de la Justicia es sustituida por la Estatua de la Libertad, que no casualmente está ubicada en Nueva York, ya que esta ciudad era considerada el nuevo mundo, pero no estaba referido a la ciudad ni al país exactamente, sino al nuevo mundo, la nueva forma de concebir la vida. Esa sabiduría debe ser concebida como la ruptura con las creencias limitantes, una sabiduría interna que no tiene nada que ver con los libros ni el conocimiento racional, sino que es una sabiduría referida a la potestad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento. Esa sabiduría interna no tiene que ver con el conocimiento intelectual ni racional, sino más bien con la intuición, la inspiración, la creatividad, con la empatía, con el aumento de la consciencia, con la conciliación de mente y cuerpo, del funcionamiento en sincronía, ser consciente de cada momento, y romper la automatización constante en la que estamos inmersos más del 90 % de tiempo cada día. Dejar de ser un autómata, empezar a coger el control de mandos que sirve para conducir mi vida. Si nos planteamos como nos solemos planear la vida, seremos conscientes de que para nosotros es más fácil determinar lo que no queremos que realmente plantearnos que es lo que queremos. Está claro que nuestros hábitos y rutinas, está demostrado científicamente, obedecen a pensamientos que continuamente se repiten. Por tanto, si logramos cambiar esos pensamientos que nos hacen sentir mal y los sustituimos por una nueva forma de pensar, estaremos creando nuevas redes neuronales que nos permitirán tener una nueva visión de nuestra vida. En el fondo tememos el cambio, pero ese cambio coexiste junto al miedo, y por tanto, los pensamientos se plantean contradictorios, una lucha interna.

Todo ello provoca una serie de bloqueos que para poder superar, tenemos que tener bien definidos nuestros objetivos para poder localizar donde están las barreras, los límites. Esta limitación hace que no actuemos, que nos paralicemos y que no lleguemos a actuar. ¿Cómo se revierte esta situación? Está claro que la principal herramienta es el pensamiento. Nuestra probabilidad de que nos ocurra un determinado suceso que podamos catalogar como positivo será mayor mientras más concentrado nuestro pensamiento en tal suceso o evento.

Joe Dispenza se erige como estandarte de lo que ha dado en llamarse el misticismo cuántico, o lo que es lo mismo, elevar la mecánica cuántica al plano espiritual. Sería algo así como la fusión de la búsqueda del verdadero yo, la búsqueda de nuestra parte trascendental, y la física de las partículas. Según este célebre bioquímico y neurocientífico, la mente crea la realidad. En este sentido, afirma que el potencial humano es ilimitado y por tanto se pude conectar el pensamiento y el cerebro con la consciencia. El pensamiento puede influir en la realidad. Cambiando el pensamiento, cambiamos de creencias y al cambiar las creencias, puedo incluso modificar mi estado de salud. El hombre puede cambiar su realidad, puesto que las repeticiones de nuestros pensamientos provocan más contactos entre neuronas y por tanto se produce un refuerzo de determinadas conductas. Por lo tanto, cuando hacemos visualizaciones, es decir cuando proyectamos a través de imágenes mentales nuestro pensamiento, se repiten pensamientos que normalmente no tenemos. Nos aprovecharíamos de la plasticidad del cerebro para crear nuevas conexiones neuronales.

El átomo es más energía que materia, puesto que más del 99,99…% es vacío y el resto partícula (o materia), y por lo tanto, si eso es así nos deberíamos centrar más en la parte energética que en la parte material. De esta forma si focalizamos nuestro pensamiento hacia esa energía atómica, podríamos catalizar esa energía como la verdadera materia prima con la que moldear nuestra vida. La nueva red de conexiones neuronales se convertirá en la herramienta para materializar nuestros objetivos, lo cual nos permitiría cambiar nuestra forma de concebir nuestra propia existencia, y modificaría nuestro entorno circundante. Según este autor la forma de conseguir nuestros objetivos serán las visualizaciones, o una meditación especial encaminada a un logro. Estas visualizaciones cuando se realizan de forma continua llegarían en último extremo a conectar con la dimensión cuántica, lugar donde se encuentran todas las posibilidades, el estado máximo de consciencia y así tener la potestad de elegir la posibilidad, de ese todo inmaterial, que más propicia resulta ser para nuestros deseos. En mecánica cuántica se habla del efecto observador, quien con el simple hecho de observar produce un colapso de la función de onda (donde están todas las posibilidades).

Pero para que el pensamiento a través de la visualización funcione debe nutrirse de la energía contenida en las emociones, para que pensamiento y emoción constituyan un sistema en sincronía. Recibimos lo que damos, es decir, cuando sufrimos expresamos sufrimiento con nuestros pensamientos y emociones en ese sentido. Como resultado la dimensión cuántica responderá en esa misma frecuencia, materializando más realidades impregnadas de sufrimiento. Pero puedo decidir cambiar mi forma de pensar, la única forma de evitar el sufrimiento es crear nuevas conexiones de pensamiento, donde podamos atraer del estado cuántico de la función de onda aquella posibilidad que nos acerque al bienestar físico, mental y consciente.

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Autor: Valle-Arocha
Enviado por anannella - 06/03/2014
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