¿Por qué nos impresionan tanto las escenas de amor en el cine? Por la imposibilidad de conseguirlo en la vida real (me refiero a AMOR verdadero). Es la dificultad de conseguirlo de esa forma tan apasionada lo que nuestra mente - acostumbrada a la dinámica del film a 24 fotogramas por segundo/48 en showscan o maxivisión/ - nos recuerda: que para conseguir “ese punto” se ha tenido que repetir muchas, muchas veces la escena, que solo cuando el director/a crea que puede llegar a impresionar a la audiencia entregada, la dará por buena. Eso viene a demostrar que únicamente en un instante se consigue lo que realmente todos andamos buscando, pero constancia, y sobre todo paciencia, es lo que hace falta para lograr todo aquello que se persigue.
Los atributos anteriormente citados, mas no obsesionarse con ello, hacen que esto se pueda convertir en permanente. Quienes buscan el AMOR a través de otros métodos, digamos, mas convencionales y epidérmicos, se encuentran a menudo con amorcillos de tres al cuarto que duran lo que duran y que siempre defraudan a uno de los enamorados, cuando no a ambos.
La persecución del amor es tan antigua como la presencia del hombre/mujer en la tierra. Es una de las claves de la vida; no tan solo para la perpetuación de la especie sino para algo mas profundo: la realización de cada individuo como ser completo, que, en definitiva, es el principal motivo de la evolución de los humanos, y no el enriquecerse o poseer tantos bienes mas que los demás o explotar a sus semejantes, que es lo que suele confundirse con “evolución”, y que se resume en una loca carrera por el poder, que nunca satisface totalmente, pero que permite entrar en lo que la sociedad ha dado en denominar “buena vida”, que es lo que diferencia a esos privilegiados del resto de supervivientes(que son la mayoría). De lo contrario, quienes disfrutan de una posición acomodada o son importantes a nivel social por sus cargos, serían felices y no padecerían - ni ellos ni sus familias – enfermedades o contratiempos (cosa que no es cierta), y en ese caso si sería rentable apuntarse al consumismo y la ganancia aún dejándose la piel en ello. Pero la realidad cotidiana nos está constantemente pasando por la cara y la conciencia ejemplos de personajes que – aparentemente – lo tienen todo, pero permanecen en un no vivir constante porque siempre desean más y más y jamás lo alcanzan.
Nunca antes los hombres habían estado tan cerca – y a la vez tan lejos – del AMOR; lo único que sucede es que tratan de conseguirlo a través de métodos inadecuados; y así resulta lo que resulta: una sociedad llena de enfermos mentales y físicos que anda a trancas y barrancas en medio de un planeta deteriorado hasta la extenuación, mas despistada que Spíderman en una ciénaga, con los ojos vendados por las distracciones que les impiden llegar a donde hay que llegar.
Pero, a pesar de los pesares, siempre nos quedaran esas escenas en blanco y negro que nos harán soñar en amores de celuloide que pudieran ser verdad. “Siempre nos quedará París...”