Pero lo que malogró la fiesta fue el calor: la jornada resultó tan bochornosa que el gigantesco asado se arruinó y los invitados y los visitantes de los pagos vecinos volvieron hambrientos y sofocados a sus casas. Con todo, la ceremonia siguió adelante, con carreras de sortijas y fuegos de artificio.
La estructura levantada en la plaza, que los fotógrafos recogieron para la historia estaba constituida por palcos, arcos triunfales y leyendas como 'Paz y Libertad'; 'Orden y Progreso'; 'Vías de Comunicación y Vida Municipal'; 'Educación común y sufragio libre'; 'No basta odiar la tiranía, es necesario amar la libertad'. Como se advierte, todo un programa ideológico, coherente con la iniciativa que empezaba a concretarse en medio de los calores de la jornada, que, de hecho, deberían haber sido previstos, dado lo avanzado del mes de noviembre.
Y así empezó la 'ciudad milagro'. A fines de 1884 los poderes públicos de la provincia se instalaron en La Plata.
Los edificios estaban a medio terminar y los muebles fueron ubicados como se pudo, probablemente, el apuro se debía a presiones del gobierno nacional, cuyo titular no compartía las aspiraciones presidenciales de Dardo Rocha.
Sea como fuere, los informes del Departamento de Ingenieros, los periódicos, los relatos de los viajeros y la cámara fotográfica fueron registrando semana tras semana, mes tras mes, año tras año, los espectaculares progresos de La Plata.
Un prodigio en la llanura
La nueva capital bonaerense fue un auténtico prodigio edilicio, urbanístico y demográfico. En 1882 tenía 7.000 habitantes; para el centenario, su población ascendía a 100.000 almas.
El impulso con que había surgido la ciudad se debió a varios factores, entre ellos, la premura con que se abrieron los concursos internacionales para proyectar los edificios públicos.
El carácter monumental que se infundiría a la ciudad, la preocupación por los espacios verdes, las calles anchas, las plazas numerosas y el trazado original, susceptible de ensancharse o prolongarse como en las exigencias higiénicas del proyecto, evidenciadas en el requisito de que el diseño brindara facilidades para la limpieza diaria, la extracción de residuos y la provisión de agua.
Mientras se iba convirtiendo en realidad, La Plata cobraba dimensión y vida propia, a pesar de haber nacido sin infancia previa.
Comenzó a tener conciencia cultural y a elaborar su leyenda. Hacia fines del siglo diecinueve, la ciudad ya era una sólida realidad urbanística, política y económica. Tenía una sociedad propia, que se jactaba de sus calles iluminadas con electricidad y de su Teatro Argentino.
La Plata tiene características únicas en el conjunto de las ciudades argentinas.