Un momento en Ochagavía ( Navarra).

Un pálido sol permite asomarse a la poca calidez que el crudo invierno oculta con toda su fuerza.

Montes redondeados muestran grandes y verdes copas de esbeltos pinos levantándose al azar sin surcos ni márgenes establecidos, sobre una sábana de hojas muertas que entristecen el paisaje.

La húmeda y en su pasado frondosa hierba, ahora seca y costosa de vida, se abraza temblorosa a cualquier rincón que le prometa resguardo de la brisa que, ajena a cualquier padecer, se desliza suavemente peinando prados y sierras.

De fondo un tractor viejo preparando las tierras para el despertar de la primavera, interrumpe el rugir del Salazar que cruza por el mismo centro del pueblo, presumiendo de sus fresquísimas y cristalinas aguas.

Como protagonista el ruiseñor acompañado de algún cuervo despistado, provoca el silbar del águila que pasea su majestuosa silueta rasgando el aire mientras contempla el cuadro azul uniforme que muestra el cielo