Khajuraho.
Llegar hasta aquí nos costó todo un día de viaje en autobús. Una tortura para poner a prueba las más robustas espaldas. Buena parte del dinero que nos ahorramos al viajar con Mundojoven, lo pagó nuestra espalda aquel día. Aún así, se agradecía pasar por pueblos sin anuncios de Coca Cola. Bueno, ni anuncios, ni ningún otro vestigio de civilización occidental. Por retrete y comedor, tuvimos que utilizar el ancho campo (y deprisa, porque, en cuanto paraba el autobús, te veías rodeado de niños que venían corriendo de los pueblos cercanos).
Nos sentíamos como los americanos de "Bienvenido Mr. Marshall".
Los templos de Khajuraho.
Afortunadamente, estos templos estaban alejados de las rutas comerciales británicas y el inglés que los descubrió lo hizo tarde. De no haberse dado estas dos circunstancias, probablemente, ahora, muchas de las esculturas estarían en el Museo Británico. A destacar el dominio de la anatomía de los escultores. Estos templos son de los siglos X y XI. Podéis comparar estas figuras con las toscas esculturas que adornan nuestras iglesias románicas de la misma época.
Una excursión que nos propuso la guía.
Cerca de Khajuraho, se encuentra el Parque Natural y las cataratas de Raneh. El parque es especialmente rico en vegetación. La guía se ofreció a montarnos la excursión y el resultado fue, cuanto menos, polémico por varios motivos:
1. La excursión resultó cara. Tuvimos que pagarla en dólares y algunos compañeros de viaje comentaron (nosotros no podemos confirmarlo) que podíamos haber obtenido un precio mucho más bajo.
2. Algunos compañeros de viaje se quejaron de que a otros turistas, los jeeps les habían llevado más lejos. Aproximadamente unos ochocientos metros.
3. No vimos animales. Alguien debería haberles explicado a los que se quejaron que un parque natural no es un zoológico.
Nuestro consejo. Si os gusta la naturaleza, haced la excursión. Una vez lleguéis al parque, separaos del grupo y guardad silencio: disfrutamos más con el oído que con la vista. Y preparaos para sudar, la humedad es altísima y, en cuanto bajéis del coche, notaréis que la ropa está empapada.