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Raúl de los pájaros

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En una parte de las serranías cordobesas hay un pueblo que el río dividió en dos partes. Hay puentes y una ruta que lleva al viajero hacia un dique llamado El San Roque. El pueblo se llama La Calera. Hay ruinas de las construcciones de los jesuitas, un molino viejo y un hotel donde cuenta la historia descansó Domingo Faustino Sarmiento.

Pero yo quiero contarles una historia que me contaron desde muy lejos. Cerca de una vía donde ya ni pasa el tren hay una construcción que parece un castillo. El tiempo lo coloreó a su gusto y las hierbas silvestres le regalan su perfume mezcla de menta y cedrón.

Cuando se abren las ventanas quizás salgan a jugar los duendes mágicos de la infancia eterna. Los vientos le traen viejas canciones que recogen en su marcha sin descanso y las estrellas de vez en cuando caen dentro de un vaso de vino trasnochador que algún melancólico trashumante beberá despacito hasta quedar dormido en un sueño que jamás se cumplirá.

En alguna parte del castillo vive un viejecito que, casi pisando los 90 años, arrastra sus pasos hacia la eternidad. Se llama Raúl y hoy quiero llamarlo Raúl de los pájaros. Tiene los ojos claros como las mañanas de cristal y una sonrisa que aun parece de niño.

Quizás haya sido muy apuesto en su mocedad, de eso no hay dudas, pero, por esas cosas de la vida en su boca faltaron las palabras. Esa fue su tristeza. Los hombres se impacientaban porque no podían entenderlo y huían para conversar con otros hombres que sí hablaban de sus miserias valiosas. Era más fácil que prestarle atención a Raúl de los pájaros que se quedaba solo con mil palabras que se le amontonaban en su pecho.

¡Hay no tener garganta para gritarlas, ¿verdad Raúl?! Pero también la vida se encarga de equilibrar la falta de un don con otro don. Raúl se hacía entender por señas y había niñas a su alrededor, sus sobrinas, que hablaban con él y, a lo mejor, Raúl les contaba historias de hadas y duendes como todos los tíos cuentan.

Pero, ¿por qué Raúl de los pájaros? Porque aquel hombre desde siempre tenía amor por esas aves. Le gustaba criarlas y darles de comer. Se deleitaba con su canto y las amaba como si fuesen pequeñas personitas con plumas. Quizás los hombres no hablaban con Raúl, pero los pajaritos se cansaban de contarles sus cosas y estas no eran miserias valiosas como los humanos cuentan. Cuenta una leyenda que trajo uno de los vientos que soplaban por el castillo que una joven hermosa de cabello negro azulado y cadencia de reina se había enamorado de él.

Ella lo observaba y sus ojos tan azules como el cielo se consternaban para que Raúl la mirara. Pero Raúl solo les prestaba atención a los pájaros. Nunca se enteró del amor de la joven. La muchacha entristeció tanto que un día se fue al monte para llorar por sufracaso y nunca más nadie la volvió a ver.

Sin embargo, una mañana en que el verano regalaba un concierto de chicharras, en un jaulón vacio de Raúl de los pájaros, apareció, sin que nadie supiera cómo, una hermosa reina mora. Este es quizás el pájaro más preciado de los que gustan de las aves. Su plumaje es negro azulado y su canto muy bello.

¡Imagínense la alegría de Raúl! Por muchos años tuvo aquel hermoso pájaro. No sabemos si esta leyenda que trajo el viento es real, igual no importa mucho. Le aporta a este relato el toque de magia que quizás les faltó a los hombres que no escucharon a Raúl por no saber entender sus señas a falta de palabras.

Hoy con su bastón de palo se aferra a la vida como sus pájaros al palito del jaulón. Ellos no quería volar porque se quedaron con aquel ser de mirada dulce que les daba de comer y los escuchaba con un brillo de ternura en sus ojos claros. No había lugar en las jaulas de Raúl para todos los pájaros del cielo, sino, quizás hubiesen estado con él para regalarle sus cantares.

Sin embargo, hoy revolotean todos cerca del castillo color tiempo a la espera de que Raúl, Raúl de los pájaros, vuele con ellos hacia la libertad de los cielos. Ya no hará falta el bastón, ni las jaulas. Raúl por fin gritará mil palabras que hace mucho tiempo tiene guardadas en su pecho.

Esta es la historia de Raúl de los pájaros. Me lo contó una niña que, alguna vez, le soltó de su jaula un pajarito porque quería verlo volar libre.

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Autor: joaquín piedrabuena
Enviado por JuanTiempo - 10/04/2012
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1) Cucuuu_1 dijo...
Cucuuu_1
¡Vaya! Me había parecido reconocer "cierto" estilo en otro texto de Juan Tiempo. Ahora quedó confirmado.
Guiño
 1   1  Cucuuu_1 - [13/04/2012 02:20:09] - ip registrada
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