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Contradicciones de un duende.

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Contradicciones de un duende 

“Nuestra historia terminó”. Qué fácil es decir esas tres palabras. ¿Y qué sabes tú de historias si jamás tuviste una real?

No hablo por despecho, ni siquiera por desprecio. Al contrario me hieren más las promesas tuyas que esta simple declaración.

No supiste amar al duende que pasó 1253 días a tu lado. Ni siquiera reconociste a este duende que te hizo poesía.

Solo tenías que amarlo con verdad y con el corazón. Como aman las mujeres que tienen códigos y entereza. Como aman aquellas mujeres que se sacrifican y comprenden los errores propios y ajenos.

Este duende que te escribe se está alejando de tus caminos y hoy te abandona a tu suerte. Hoy quedas sola en ese mundo donde no existen duendes solo seres que amontonan miserias dentro del cuerpo y el corazón.

Nadie te amará con romanticismo y ternura. Nadie te verá como una reina a la cual adorar más allá de la distancia y la razón. Solo un milagro podrá salvarte del naufragio en el mar de la tristeza al cual te diriges en tu endeble embarcación.

Yo, tu duende, te dejo mil cosas dentro y fuera de tu ser. Te rodeará mi magia, aunque no puedas reconocerla.

La tierra que pisé me extrañará y toda la vegetación que planté, toda madera que quedó en tu habitación me llamará a gritos.

¿No te das cuenta que soy parte de todo lo que toqué? Podrás quemar mis fotos, tirar todo aquello que se impregnó de mi ternura, pero no podrás huir de mi sonrisa y mi mirada de triunfo después de cada labor.

Soy un poco el aire que respiras, el agua que te moja y el calor que entibia tu cuerpo. Soy el pajarito ciego que nunca dejaron volar y la perrita que amó mis caricia y mi habla de duende loco.

Este duende se aleja por el camino donde el sol da en los ojos y ese mismo sol me dará el brillo sano que perdí llorándote desde tu absurda huida al mundo de la mentira universal y de la desdicha de los hombres que solo amaran tu cuerpo y no tu sonrisa de amanecer.

Tú me abandonaste sin piedad, intentando dejarme conforme la vida con unos trastos viejos que alguna vez compartimos y un poco de ese dinero que te ayuda a tapar los huecos que deja la angustia infame de las miserias humanas.

Yo no soy humano más siendo duende, te pedí perdón y me arrastré hasta tu presencia para que te vuelvas de tu derrotero. El derrotero que aman los reyes de la oscuridad, pero no entendiste nada de lo que sembré en ti.

Me voy rumbo a mi mundo. Seguiré poblando la tierra de flores hermosas y de versos nostálgicos. Seguiré regalando sonrisas y miraré de frente el sol y la luna. El cielo de los atardeceres naranjas y las noches estrelladas.

No necesito de hoteles de trampa ni autos con vidrios polarizados para ocultarme. Tengo la libertad de duende que tú no tendrás jamás. Aunque sabes muy bien que la tuviste conmigo y por no saber amarme te convertiste en prisionera.

Si alguna vez llegas a leer estas oraciones quizás rías y rían los seres que te rodean. Me tildaran de loco, pero, tu risa será por fuera y por dentro será desgarrador llanto. No te estoy maldiciendo, al contrario, te estoy contando que, por primera vez desde mi ausencia de ti, estoy viendo tu mundo desde lejos. Estoy observándote desde el vuelo de mis pájaros y desde las alas del viento mismo.

Nuestra historia terminó, son tus palabras. Jamás terminan las historias donde mis manos hicieron magia. Soy el amo de la ternura y de la pureza. Dejé mi mundo para estar contigo. Lástima tengo por ti porque lo perdiste. Rechazaste la hermosura de las cosas simples. Tal vez fue cobardía. Tal vez fue tu propia esencia.

Tal vez al respirar el aire puro que te enseñé a amar y manipules la tierra que te enseñé a trabajar se produzca el milagro. Quizás te recuperes e intentes escapar de las miserias a la cual te enfrentas y sucumbes hoy. Ya no me encontrarás porque hoy estoy de prisa atendiendo otras almas que, quizás, aprecien más que tú la vida que realmente lo es.

Pero no te olvides mujer, no te burles de mis palabras, fui tu única oportunidad de acercarte a la muerte con la dignidad de la verdad en los labios. Jamás te mentí. Jamás respiré el aliento de la asquerosa humanidad ajena a ti. Fueron 1253 días solamente tuyos. Fueron tus 1253 días junto a un duende que cobardemente abandonaste y, ya verás, la magia en tí ha terminado.

Después de leer lo que te escribí… ¡mira!...no puedo más que llorar como hombre y seguir amándote con toda mi alma y rogar por ti para que seas la mujer más feliz de la tierra.

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Autor: joaquin piedrabuena
Enviado por JuanTiempo - 12/04/2012
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