En un lugar tapizado de estrellas, nació una vez un bebé cuya sonrisa convertía los rayos de sol en una lluvia de oro.
A palacio acudieron todas las hadas del reino para otorgarle sus dones. Una le regaló belleza, la otra un corazón puro, la de más allá inteligencia y así le fueron rozando con su varita mágica. De repente, el rugido de un trueno ensombreció la estancia y de entre una humareda negruzca y fétida, apareció el brujo malvado. Este ejercía una extraña influencia sobre la madre, a la que deseaba y odiaba a la vez. Blasfemando, se acercó a la cunita adornada de encajes y habló de esta manera: "- Si, ahora sonríes pero yo te condeno a que cuando cumplas 13 años tu encantadora sonrisa te sea arrancada del rostro".
Y con una feroz carcajada desapareció.
La madre, desencajada, no pudo impedir que dos perlas traslúcidas le mojaran las mejillas. Pero el hada mas joven- que aún no le había concedido su regalo- se adelantó y dijo: "-Es cierto, la perderás pero podrás recuperarla cuando encuentres tu verdadero camino".
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Y al tiempo de la siembra, siguió la cosecha y el niño crecía y su mirada brillaba tanto que parecía que volasen mariposas en papeles de colores.
Pero una sombra maligna se oponía al resplandor. Una sombra, que sólo en el sufrimiento ajeno encontraba placer.
Que cuando hablaba era para zaherir e insultar, cuando callaba, sus silencios estaban impregnados de odio y cuando miraba, parecía que el aire fuese a estallar a su alrededor:
Era el brujo malvado, que mediante conjuros y amenazas había instaurado el reinado del terror. Y su cólera era aún mas temible cuando vaciaba los odres de vino en las tabernas.
Entonces abofeteaba, golpeaba con saña, daba latigazos con el cinto e incluso empuñaba una navaja con la que amenazaba a los seres inocentes que le rodeaban.
Cobarde y pobre de espíritu, abortaba todas las iniciativas, ridiculizaba los sueños, destrozaba las plantas y decapitaba la autoestima con su guadaña templada al rojo vivo. Y así, la sonrisa del niño se iba difuminando lentamente.
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Una tarde en que paseaba cabizbajo por el bosque, se encontró a un lobo disfrazado de cordero, con un cesto bajo el brazo. Arteramente y sin tener en cuenta su corta edad le ofreció un remedio prohibido para aliviar sus penas. El niño dudaba. Por las circunstancias se había encerrado en si mismo, bloqueando lo que le hacía sufrir. Así pues aceptó las hierbas y después de probarlas se quedó flotando entre falsos paraísos Y lo que había empezado como una novedad se convirtió al fin en costumbre.
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Cuando los árboles empezaron a perder sus hojas y llegó el dia de su 13 avo cumpleaños la madre, acompañada de las hadas se dirigió a su habitación para comprobar si el maleficio del malvado brujo, se había cumplido.
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Continuará...