Los escasos recursos económicos de Dionisio por su humilde condición de obrero en construcción civil, no fue impedimento para hacer realdad el sueño mas anhelado de su querido hijo; en si, la idea también le fascinaba por que en el fondo de su ser se avivaba el fuego de su vocación policial frustrado por circunstancias imprevistas que se presentó en su juventud; ahora su hijo sería lo que él quiso y no pudo ser.
Los momentos de la graduación fueron los mas felices de su vida, la emoción le hacía imaginarse impecablemente uniformado jurando fidelidad y amor a la patria y a la Bandera Nacional junto a su “Cesi” como solía llamarle cariñosamente, luego padre e hijo en un afectuoso y prolongado abrazo se trasmitían los sentimientos mas puros de gratitud, abnegación y amor mutuo. Por su excelente preparación, su eficiencia policial y juventud, Cesar fue designado a prestar servicios a la Dirección de Operaciones Especiales, Unidad de élite de la Policía Nacional.
Cuando un grupo remanente de terroristas enquistados en la espesura de la Selva habían secuestrado a treinta y ocho personas entre obreros y funcionarios de una empresa transnacional de explotación de gas exigiendo como recompensa para su liberación una cuantiosa suma de dinero, el Ministerio de Estado, a través del Comando Policial, diseña y pone en ejecución el “Plan Libertad”, con la finalidad de rescatar a los secuestrados.
A bordo de un helicóptero policial cuarenta policías enrumban al lugar del conflicto, entre ellos Cesar, quien se sentía honrado por ser designado a cumplir tan delicada misión. Ya en la agreste selva, los policías premunidos de sus equipos y armamentos emprenden el operativo, para lo cual del helicóptero en pleno vuelo tenían que descolgarse por una cuerda, lo hicieron tres efectivos, en tales circunstancias la respuesta de los terroristas no se hizo esperar; disparando con armas de fuego de largo alcance, trataban de derribar el helicóptero policial, que de inmediato, se alejó del lugar. A partir de aquel instante el calvario para ellos se había iniciado, solos y a merced de un numeroso grupo de terroristas llenos de odio y desprecio por la vida de quienes representan el orden y la ley, trataron de enfrentarse pero el desconocimiento del lugar y la superioridad numérica no les daba mucha esperanza de salir airosos.
Pasaron los días y ningún indicio del paradero de los valientes y valerosos policías; la familia cautivos por la desesperación y la angustia, acudían a todas las instancias gubernamentales, sin obtener ninguna respuesta ni esperanza de hallarlos con vida. Pesa a la incesante búsqueda, cuando las esperanzas estaban por extinguirse increíblemente a los diecisiete días, por sus propios medios; visiblemente deshidratado y con heridas de bala en el cuerpo, llega a un pequeño poblado uno de los policías perdidos; lo cual llamó la atención de todo el país, en los titulares de los periódicos se leía , “APARECE POLICÍA HÉROE”, “INCREÍBLE APARICIÓN DE HEROICO POLICÍA”, “¡ESTÁ VIVO!”, se trataba de uno de los tres desaparecidos, quien lego de diecisiete días de verdadera odisea en la selva, gracias a su fortaleza física y psíquica y a su excelente preparación profesional pudo sobrevivir alimentándose de frutos silvestres, hongos y plantas; en el día se ocultaba de los enemigos que lo buscaban; por las noches caminaba a tientas sin la certeza de saber que la dirección tomada era la correcta.
Esta noticia hizo renacer la esperanza de hallar con vida en la familia de Dionisio, quien muy decidido y por sus propios medios solo con el apoyo de dos guías de la zona, procedió a buscarlo internándose a la selva, sin importarle el riesgo que corría su vida por tratarse una zona convulsionada y la presencia grupos terroristas.
En el bondadoso corazón de padre algo le hacía intuir que encontraría pronto a su hijo, caminó dos días internándose cada vez más a la agreste y tupida vegetación selvática, desafiando todo los peligros gritando a viva voz ¡Carlitos soy tu papá!, ningún indicio, ningún resultado, ninguna novedad, solo se escuchaba el ruido lastimero, extraño y temible de la jungla. ¡Carlitos, tu papá!, repetía incesantemente a cada momento, muy convencido de hallar a su hijo. En las noches dormían por turno de bajo de algún árbol para evitar ser atacados por los animales o las serpientes venenosas que abundan en el lugar.
No supo de fatigas, de temores o desánimos, con machete en mano se abría camino; el sofocante calor, las picaduras de los insectos y alimañas. La presencia de culebras y tarántulas no lo amilanaba. Pensaba que si alguna ráfaga de metralleta disparada por los terroristas destrozaban su cuerpo, gustoso moriría por la causa de rescatar a su amado hijo. La expedición no se detenía y cuando la fatiga les obligaba a realizar un descanso, uno de los guías advirtió que su perro olfateando los arbustos se alejó del lugar, lo siguieron y lo que luego hallaron fue un cuadro sumamente horrible, macabro, desgarrador y doloroso; entre los arbustos en un lugar aparente para un escondite estaba el cuerpo vestido con el uniforme policial, se encontraba recostado en actitud de reposo; el cuerpo en descomposición lleno de gusanos que se retorcían por doquier; el ambiente cargado de un fétido olor era invadido de moscas ruidosas que pugnaban por acercarse al cuerpo.
-¡Mi hijo!- exclamó y se apresuró a abrazarlo.
-Querido hijo, ¡No puede ser!- no quería creer lo que veía, revisó la vestimenta y leyóel apellido inscrito a la altura del bolsillo izquierdo de la chaqueta, no había duda. Sin poder resistir más tanta angustia y dolor, lloró inconsolablemente a la vez que oraba pidiéndole a Dios que lo acogiera en su reino luego con una manta cargó el cuerpo rumbo al poblado mas cercano. Por versión del otro policía sobreviviente se supo que el valiente policía luego de intercambiar disparos con los terroristas ambos fueron heridos, Carlos al sentirse muy débil y desfalleciente rogó a su colega que se salvara y se fuera en busca de auxilio, mientras esperaría en ese lugar por que las fuerzas ya no le permitían continuar caminando.
Los periodistas de diferentes medios enterados del hecho, acompañado del Ministro de Estado, acudieron al encuentro del valeroso padre, quien tratando de consolarlo en su dolor y congoja de dijo:
-Le acompaño en su dolor amigo; su hijo es un héroe.
-Los padres no queremos héroes, los padres queremos vivos a nuestros hijos- fue la respuesta contundente. Al día siguiente los periódicos nuevamente arremetían con sus primicias publicando en sus titulares: “SEÑOR MINISTRO ENCONTRÉ A MI HIJO: ESTÁ MUERTO”. “PADRE SOLO ENCUENTRA A SU HIJO”, “PADRE RESCATA HIJO POLICIA”. El amor de Dionisio por su hijo, no le hizo escatimar ningún esfuerzo ni medir peligros solo confiando en Dios logró su objetivo y sin resignarse aún de su dolor y tragedia, se consuela sabiendo que su hijo hoy descansa en paz.
P. D. Un efusivo saludo a todo los padres y en especial a quiens acaban de leer el preente artíclo.