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A-113-2.5

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Sí, estoy dispuesto a hacerlo. Estoy harto de todo, absolutamente de toda la mierda que me rodea. Esos perros quieren impedirlo a toda costa. Lo más importante es cuidar la mercancía. La mercancía soy yo. Pero ya estoy harto, no me importa nada. ¿Para qué vivir una vida que no me pertenece? ¿Para qué una existencia condenada a una esclavitud más allá de toda ética y toda dignidad? Esas son cosas que la Corporación desconoce.

Su lema es: “Si la Corporación te beneficia, devuélvele algo a cambio” Es el precio, el precio de mi existencia. Solo soy un producto comercial. Un ser concebido y formado para la feliz existencia de los más afortunados. La fábrica es mi ADN. El producto yo mismo. La mercancía mis órganos. Ellos me crearon para ese fin. Pusieron en mí un gen reproductor que regenera casi cualquierórgano trasplantadode mi cuerpo.

El precio de una existencia cómoda y plácida que ni siquiera me pertenece es donar órganos, órganos robados de mí. La Corporación me cuida porque siempre cuida el producto. Es la primera regla, dar un buen servicio, dejar al cliente satisfecho, mantener un excelente nombre de cara al consumidor. Hay que cuidar la imagen. Condenado a la condición de“mercadería biológica”, ni siquiera llego a la categoría de “residente proletario”, mucho menos a la de “ciudadano” con todos los derechos que ello conlleva”.

Decían que las clases sociales habían desaparecido. Que la esclavitud del pasado había sido suprimida. Ahora la esclavitud es comercial y la condición del hombre depende de su capacidad de consumo. Lo que resulta improductivo es desechado. A quien no tiene un suficiente poder adquisitivo o no le sirve a la Corporación se le niega la cobertura social, condenándosele al ostracismo y a la insuficiencia, y obligándosele a emigrar a los “distritos-gueto”, fuera de la protección de la Corporación.

Te lo aseguro, no resultan lugares agradables. Las Mega-corporaciones manejan todo el cotarro. Nos tienen cogidos por los huevos. Las antiguas naciones pasaron a la historia. Ahora la patria es la Corporación, da igual dónde estés, ya sea en algún punto de la Tierra o en las colonias exteriores. Da igual en la vieja Europa que en la Luna. Fuera de su mano solo existe la pobreza, la supervivencia, el destierro. He visto gente enloquecer por ver su existencia reducida a la imposibilidad de su antigua y cómoda capacidad adquisitiva. Gente que acaba quitándose la vida, que terminan en una institución mental o que se convierten en parias, dejando toda su vida anterior, su status, por perder sus derechos de ciudadano, por convertirse en inservible para la Corporación, o no ser capaz de habituarse a su nuevo estado de “residente proletario” y caer en actividades fraudulentas, y ser reprogramados para la inserción en la sociedad del consumo.

O gente que se ven abocados a trabajar quince horas al día para acceder a los servicios básicos y cuyo único y prioritario objetivo es recuperar de nuevo su antiguo y privilegiado status de ciudadano. De ahí a ser expulsado o tener que largarse a uno a los guetos solo hay un paso. Los que están abajo luchan por comprar de nuevo sus derechos de ciudadano y las corporaciones luchan por extender su poder y su influencia. Todo es una guerra, una guerra soterrada y vil.

Nunca antes había estado en un gueto. Esto es lo más parecido al infierno. No existen terminales de conexión, ni electricidad, ni canalizaciones de agua, ni siquiera limpieza u orden. Impera la ley del más fuerte. La ley de la calle. Todo aquí es grotesco, sucio, hostil… Asquerosas alimañas deambulando de un lado a otro, portadoras de Dios sabe qué tipo de enfermedades. Ratas, insectos, gente repulsiva, armados hasta los dientes. Aquí te matan por un par de zapatos. Y este asqueroso olor a meado y hogueras que lo impregna todo… Aquí la gente muere por cualquier cosa. Parece un mundo tan lejano al progreso y las comodidades de las ciudades que la Corporación preserva… No quiero vivir en este mundo de caos, aunque supongo que es el único lugar donde puedo escapar a su control, o no.

Pertenezco a la “Micro-Nicom Society”, una de las tres más poderosas del planeta. He oído decir que las corporaciones son un vestigio de la antigua época donde surgían grandes imperios comerciales y que esta, particularmente, surgió a raíz de la fusión de tres de estas: “Microsol, Neky y Coke-cool”, pero no sé qué hay de cierto en ella.

Tengo veintidós años y ya he sufrido unas quince intervenciones. Me han extirpado varias veces un riñón, dos una retina, el hígado, un pulmón…, ya he perdido la cuenta, para ser sincero. Nací en un tubo de ensayo. Fui cuidadosamente diseñado para esto. Una verdadera maravilla de la ingeniería genética. Mi capacidad regenerativa es cuatro veces mayor a la de cualquier ser humano.

La culpable es una enzima de diseño que, además de dotarme de esa capacidad, hace que mi grupo sanguíneo se adapte rápidamente al del receptor. Increíble ¿no? A los cinco meses de extirparme, por ejemplo, un pulmón, ya tenía el nuevo operativo. Depende del órgano, unos lo hacen antes y otros tardan más. La Corporación nunca me engañó. Mi tutor, un trabajador del la Micro-Nicom, me educó para ello.

Ese era mi destino. Y así se encargó de hacérmelo saber. Después de todo, no tengo “derechos de ciudadanía”, soy algo más que una mercadería inanimada pero mucho menos que cualquier entidad biológica independiente. En definitiva, estoy sujeto a lo que dicte el órgano administrativo de turno sin oportunidad de rechistar lo más mínimo. Siempre que no se incumpla lo que estipulan las leyes de “entidades biológicas mercantiles” al respecto. Aunque decir eso es como decir: “no tienes ningún derecho”, ellos imponen la ley, cualquier ley.

Es increíble lo que puede llegar a asimilar y aceptar una mente que ha sido educada para ello. Cualquier cosa que enseñes a un niño, este lo acabará aceptando como una verdad absoluta. Por eso hay tanta gente obtusa deambulando por ahí.

Fui educado de forma exigente. Matemática, biología, literatura, educación física, bio-informática… Y, sobre todo, vivía una vida plácida, cómoda y convenientemente vigilada. Tenía casi todo lo que uno puede desear, excepto unos padres. Éramos un grupo de siete niños, cuatro varones y tres niñas, confinados a un módulo de seguridad, como una especie de internado para monstruos. Esa era mi familia, una familia extraña y desigual. Pero a los doce años nos separaron y no volví a saber nada más de ellos en algún tiempo. A los quince sufrí mi primera intervención. El hijo de un ricachón había sufrido lesiones oculares en un accidente o algo así. Me lo extirparon, me refiero al ojo. Estuve algún tiempo con una especie de parche hasta que este se regeneró. Al año me lo quitaron y “boala!”, allí estaba de nuevo, solo que de tonalidad diferente al otro ojo. Un buen truco de magia. Esa es la razón por la cual tengo uno azul y otro verde grisáceo. ¿No resulta gracioso?

Me insertaban drogas de voluntad. Eso facilitaba las cosas. Acondicionaron mi cerebro para aceptar la idea. Utilizaban medios muy eficaces. Son expertos en adiestramiento y adaptación. Debía aceptar que ese era mi destino y además de eso, pensar que era alguien muy, muy afortunado. Malditos bastardos. Pero a medida que fui creciendo todo fue cambiando. Lo único que deseaba es que esos hijos de puta se olvidasen de mí, para siempre. Por eso traté de escapar en una ocasión. Me atraparon enseguida. Yo era un pardillo. Ignoraba los sistemas de seguridad empleados en mí. No podían permitir que la mercancía se deteriorase y mucho menos que se perdiese, tantos millones invertidos… La palabra “pérdidas” está prohibida para la Corporación. Es un verdadero tabú.

Mi genética me delata. Mi sudor produce unos nano-transmisores que se conectan vía “GPS” a los satélites de seguimiento, y alerta todos los mecanismos de seguridad. Después de pillarme me advirtieron que si lo volvía a intentar me inducirían un coma y sería como una planta, me utilizarían cuando me necesitaran y ahí se acabaría todo. Eso es algo que me asusta. Pero uno llega a un límite en el que el miedo provoca precisamente la reacción contraria. Y además de eso, he aprendido de mis errores.

Y he aprendido algo de cómo actúan. Pensaba que si llegaba a los guetos exteriores tal vez podría ocultarme, hasta que se olvidaran de mí. ¡Pobre iluso! Prefiero acabar con mi existencia antes de que me atrapen, y estoy dispuesto a ello. Supongo que todo tiene un proceso. Después que me pillaran me resigné a mi vida. Pensé que la mejor forma de vengarme era aprovecharme al máximo de la Corporación. Era lo único que me quedaba. Vivir tan solo para el disfrute, sin pensar en nada más. Ellos me mantenían distraído y me facilitaban todos los placeres que yo quería, siempre que no deteriorase la mercancía. En todo momento me controlaban. Supervisaban mi vida y decidían qué podía o no hacer.

Cuando ya comenzaba a sentirme desesperado, harto de todo eso, vino el trasplante de parte de la columna vertebral. Me pusieron en una cama al lado de un capullo unos años mayor que yo que no me dedicó ni cinco segundos de su atención. Pero mejor así, porque en esos cinco segundos, sentí que me miraba como si yo no fuera un ser humano, tan solo un puto recipiente donde se guardaba sumaldita columna, aquella que le permitiría caminar y correr de nuevo. Me sentí peor que una mierda. Me sentí nada. Estuve unos diez mese realmente jodido. Los dolores, las náuseas, las noches sin dormir, el no poder moverme, con ese maldito mecanismo de plásticoque me pinzaba la espalda... Unos seis meses después de recuperarme vino el de hígado. Seis meses más tarde un riñón y ocho después un bazo.

Después de eso tuve que aprender a ser muy cauto. Comencé a investigar al respecto. Utilicé terminales externas, programas gusano y, en ocasiones, fisgar un poco aquí y allá. Pude, además de eso, contactar con otros como yo y descubrí que nuestra media de vida suele ser de unos treinta años. El gen regenerativo resulta altamente invasivo y, a medida que va multiplicándose también va deteriorando parte del medio en que se mueve, así que llega un punto que la “enfermedad”que este gen produce es mayor que su poder curativo, causando una alteración degenerativa y un colapso de los sistemas. Cuando un sujeto está próximo a ese estado, ellos aprovechan para sacarle todo el partido posible, donando órganos vitales, que son los más caros, y, al sujeto, pues que le den …

Eso es algo que ocultan a toda costa. Eso quiere decir que me utilizarán unos seis o siete años más y después de dejarme hecho una mierda me darán la patada. No es muy halagüeño. Sobre todo después de descubrir también que nuestra capacidad regenerativa se mantendría por mucho más tiempo y sería mucho menos invasiva y más lenta si ellos no acelerasen el proceso, pero esto les resultaría menos rentable porque de esa forma podrían llevar a cabo un treinta por ciento menos de trasplantes.

Y tampoco les interesa llevar ese mecanismo regenerativo al común de los mortales por que el poseer esta tecnología les aporta muchos beneficios y poder. Alguien dijo alguna vez que la luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo, y eso, en mi caso, es cierto. Mi milagrosa capacidad regenerativa es lo que me matará, ¿no resulta jodidamente irónico? Todo tiene un precio, supongo. Significara vivir la mitad de tiempo que una persona normal y, probablemente, al final con menor calidad de vida. Ni siquiera llegaré a los cuarenta, si esos malnacidos no me matan antes para sacar todo el jugo a “su producto”. Sé que hubo tiempos en que la media de vida de un hombre apenas pasaba mucho más de eso, pero ¿Por qué, si ahora la gente vive el triple y con buena calidad de vida, roban mis órganos para que otros disfruten de eso a mi costa? ¿Por qué no inventaron una especie de cultivos de órganos o algo así? Supongo que los costes serían mucho mayores y los beneficios menores, por supuesto. La Corporación es como un vampiro que te chupa la sangre al máximo.

Sé que se acerca mi fin…

El sujeto A-113-2.5 está oculto en el sector D/3.5. Unidades de rescate despliéguense en formación.- Informó el Robot de rastreo- Preparadas las unidades aéreas- Un grupo de cinco discos levitantes surca el velo sombrío del oscuro cielo que encierra al gueto.

Un comando humano, como sombras espectrales, se desliza por las sucias calles estrechando el cerco mientras sus desahuciados habitantes evitan la presencia de la muerte andante.

-Maldita sea. Me han encontrado. No me dejaré coger, prefiero quitarme mi vida. Eso sí que les jodería de verdad. Intentan rodearme. Tengo que ser rápido.

A-113-2.5 se larga de allí y a golpe de disparos, con mucha suerte y el tesón que da la locura consigue abatir algunas unidades aéreas, rompiendo así el cerco de forma momentánea. Tiene suerte de no recibir ninguno de los proyectiles eléctricos paralizantes. Entonces no le queda otro remedio que huir hacia la vieja torre de la antigua fábrica. Destroza la puerta de un disparo y entra, subiendo los escalones de dos en dos hasta llegar a la azotea. Tranca la puerta con una herramienta vieja que hay tirada por allí.

Después de eso coge un poco de aire y mira a su alrededor. Ve un profundo valle delante de él. Su belleza le embelesa por un segundo, pero comprende que aquel es el fin de su aventura, así que se sienta en un rincón, mientras trata de decidir qué es lo que va a hacer. No puede pensar con claridad. Oye el barullo silencioso de sus perseguidores. Se parapeta tras la barandilla y recarga su escopeta. Otea la calle desesperado. En tierra se despliegan los comandos humanos y por cielo le acosan las unidades levitantes. Dispara una ráfaga a estos y parece contenerles momentáneamente. Se ve entonces sorprendido por una impresionante aeronave que surge detrás suya, silenciosamente, como un depredador temible e implacable. Entonces los golpes en la puerta le sobresaltan. Están intentando penetrar allí. Sigue sin ser capaz de pensar con claridad, tal vez por el cansancio o por miedo.

-¡Dejadme en paz, malditos bastardos! ¡Dejadme en paz1.- Grita desesperado. En ese momento la puerta de madera salta en pedazos. Ve varios soldados penetrando al interior e intenta dispararles, pero comprueba que se ha quedado sin munición, así que ni siquiera tiene la posibilidad de pegarse un tiro. Entonces hace lo primero que se le ocurre, que es subirse al pretil y amenazarles con que va a tirarse. Y parece dispuesto a ello.

-Amigo, no es necesario que nadie resulte dañado, ¿entiendes? No tienes escapatoria, así que no hagas ninguna tontería.- Le dice alguien desde la aeronave por el sistema de comunicación externo.- Vamos chico, tú no quieres morir, si no ya te hubieras matado. Se supone que has formado todo este jaleo para sobrevivir, ¿no es así?

-¡Solo quiero que me dejéis en paz! ¿Lo habéis oído?’ Dejadme en paz, hijos de puta…!

-Sabes que no puedo hacer eso. Perteneces a la Corporación y nos han contratado para que te atrapemos, vivo, si es posible. Vamos chico, ¿Acaso la Corporación no se preocupa de cuidaros muy bien? ¿Prefieres toda esta mierda?

- ¡A ti que te importa! No eres más que un esbirro contratado por ellos y solo te preocupa que te ingresen los créditos acordados ¿no es así? ¡Si estuvieras en mi pellejo lo entenderías, joder!

-Lo cierto es que en eso tienes razón. Me han contratado para que haga un trabajo y lo voy a hacer.

De pronto, de un punto que no advierte, sale un proyectil certero que se clava en su cuello, y en una sola décima de segundo abe que, en no más de cinco segundo, caerá atrapado por un sueño paralizante y abrumador que le hará ser, de nuevo, posesión de la despiadada Corporación, y esa idea le horroriza más incluso que la muerte, y entonces se deja caer al vacío, en un último y suicida esfuerzo, pero apenas siente el peso de su cuerpo en el aire, aunque esboza una última mueca de sonrisa al saber que su muerte provocará alguna que otra dimisión y más de un trastorno en los ordenados planes del gigante financiero. Se abandona entonces a su suerte, y se alegra de no poder sentir como el suelo aplastará todos los órganos de su cuerpo.

-Lanzando arnés de sujeción.- Ordena la inteligencia de coordinación desde la aeronave.- Atrapado. Bajando el cuerpo. Las unidades de tierra toman el control a partir de ahora. Trasládenlo a la Central. Corto comunicación.

-Estúpida máquina.- Dice el capitán Saunders.- Pobre chico. Está bien, métanlo en el vehículo y cuidado con él, no quiero contratiempos.- ordena a sus subordinados.

-¿Qué será de él, capitán?- Pregunta con curiosidad su ayudante.

- No lo sé, Jenkins, no lo sé, y prefiero que no me importe. Lo que sí te digo es que no quisiera estar en su piel.

-El estúpido pensó que podía vencerles.- El capitán y él se montan en uno de los vehículos de escolta, y el convoy que forman los tres vehículos terrestres y la aeronave deja el lugar.

Jenkins está pensando en que verá el partido, o, al menos, la segunda parte, cuando entregue la “mercancía”, pero el capitán Saunders piensa: “pobre chico, la sorpresa que se llevará cuando despierte en los laboratorios de la Corporación”. Pero rápidamente aparta el pensamiento de su cabeza. Después de todo, solo es una mercancía, un recipiente, y siente asco de sí mismo y del cruel mundo que le rodea.

 

A-113-2.5

Fuente: http://es.scribd.com/
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Autor: Francisco Sánchez
Enviado por fanchisanchez - 23/04/2012
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