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Sin dejar rastro

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Hace algunas semanas mi pequeña hija me pidió por favor y de una forma vehemente que no me muriera. Me fue imposible encontrar el detonante para tan inusual solicitud pero según lo que pude indagar, pudieron influir varios factores. Es difícil evitar que nuestros hijos reciban información sobre la muerte, porque la pueden encontrar en cualquier lugar. Ese fin de semana me pregunto sobre una fotografía en el periódico donde algunas personas sollozaban al lado de un féretro. También invirtió parte de su tiempo viendo "El Rey León" y quería saber que había pasado con " Mufasa" después de la estampida. Recuerdo ademas que se acordó del "Chato", el pequeño perrito que tenían mis padres y que avanzado en años y con una ceguera total, misteriosamente había desaparecido de la casa sin dejar rastro. En cada oportunidad se le explico que todos ellos habían muerto, tomando el hecho con la naturalidad de que se trata de la parte final del proceso de vida. Y aunque le argumentamos que están felices en compañía de Dios y que probablemente nos estén mirando desde el cielo, no deja de causarle un poco de pena y preocupación.

Puede que muchos de ustedes compartan la idea de que esta petición resulta ser poco frecuente, pero mas en el contexto en el que se manifestó. Les puedo contar que eran cerca de las dos de la tarde y habíamos terminado de comer. Su mama y yo nos habíamos sentado en el sofá y platicábamos sobre las actividades de la semana. Mi esposa se retiro un momento para contestar una llamada telefónica y fue entonces cuando mi niña se acerco con la seriedad que adopta cuando quiere hacer un comentario que considera importante y dijo:
- Verdad que TU no te vas a morir? Por favor no te mueras!
Después de decirlo se acerco para abrazarme y darme un beso. Luego me miro como para cerciorarse de que hubiera entendido su petición. Le conteste con una sonrisa nerviosa por la contrariedad que me genero. Había sentido su angustia y temor y al aferrarse a mi cuerpo desbordo sobre mi un torrente de amor. Tome un suspiro entrecortado por el nudo que apretaba mi garganta y le dije en tono ligero:
- Por supuesto que no pienso morirme! Quien te dijo que eso? No te preocupes, que me vas a tener contigo mucho tiempo
Termine mi comentario con una sonrisa que se desdibujaba al ver como ella mantenía su seriedad y escudriñaba en mi mirada buscando algún titubeo que significara falsedad. Entonces me hizo prometer, mientras sujetaba mi dedo meñique con el suyo (ella le dice "pinky swear"), que no me atrevería a morirme. Luego de esto me sonrió y nos regalamos algunos besos. Se retiro sin prisa como asegurandose de no haber olvidado algo y sin antes dejarme una ultima mirada de advertencia que parecía decir: "Ni se te ocurra morirte, papito". Le comente a mi esposa lo que había sucedido pero sin ahondar en el caudal de sentimientos que me había generado. Terminamos acordando el supervisar los programas  y películas que vería en el televisor. Por supuesto que es totalmente inusitado el hablar de la muerte antes de lo pensado. Generalmente, lo asociamos a esa dramática escena donde se encuentra el padre agonizante, postrado en su lecho de muerte y los hijos a su lado sumidos en la consternación.  Siempre llega la frase, ligada a un grito desgarrador: 
- Por favor no te mueras! No te lo vayas todavía! Que no ves cuanto lo necesitamos?!

Terminando con el sollozo y un caudal de lagrimas que completan la tragedia. El final se hace mas dramático porque en los últimos minutos, ya sobre el tiempo extra, el moribundo padre tiene que resolver conflictos y deudas con todos y cada uno de sus hijos para poder descansar en paz. Los hijos no se dieron cuenta, o al menos no lo consideraron antes, cuanto necesitaban a su padre. Lo vieron llevando su vida al exceso, acarreando varias enfermedades sin control ni cuidados. Lo escucharon toser hasta la falta de aliento y quejarse de dolor sin ningún presentimiento. Lo observaron comer con el control de un barco a la deriva y cuando notaron sus ruinas decidieron que eran el resultado de una vida llena de grandezas.  

Mi niña sabe que me necesita pero me resulta difícil saber que tanto puede estar consciente esa necesidad. Porque nosotros, su madre y yo, podemos hacer una evaluación de su habilidad para valerse por si misma sin depender de nuestra ayuda y de los avances que esta teniendo día con día. Trabajamos afanosamente para llevarla a esa autosuficiencia que le permita interactuar como individuo en la sociedad sin que resulte un riesgo para su bienestar físico o mental. Pero para ser completamente sincero, la impresión que tengo sobre su petición es que realmente se preocupo por mi y no por la posibilidad de quedarse sin mi protección y apoyo. Ese día, me inspecciono como buscando alguna similitud con "el chato", y lo digo porque mientras conversábamos, acerco su mano a mis ojos y pregunto con dulzura: 

-Te duelen?

Estuve sonriendo un buen rato al pensar en su comparación, mas por la ocurrencia que por lo valido de la apreciación. Pero ahora, después de varias semanas de haberlo meditado resulta ser atinada. Los ojos no me duelen pero mi limitada visión y los esfuerzos que hago para leer y tratar de enfocar a distancia provocan que al final del día mi cabeza estalle por tensión y fatiga. También me ha dolido la espalda y el domingo casi desfallecí al tratar de alcanzar el taxi al salir del aeropuerto. Definitivamente, la comparación no es mala, al contrario, a veces me siento peor que si fuera un perro viejo y enfermo.  Y es de hacer notar que, independientemente de la edad cronológica, durante nuestra vida pasamos un buen tiempo tratando de vivir de mas, para luego ya cansados y habiendo ahorrado tiempo, morir antes de lo calculado. En la inteligencia de querer vivir a plenitud, nos olvidamos de la muerte e inconscientemente aceleramos el paso para encontrarla. Entonces el exceso y el descuido, a pesar de los avisos, se interpretan como el derecho legitimo  de vivir sin  considerar lo que pase al siguiente día. El futuro no espera, generalmente ya esta aquí tocando a nuestra puerta pero, patéticamente lo vemos lejano según nuestra conveniencia. Vivimos el día a día porque estamos convencidos que nadie tiene la vida comprada ni una fecha segura para la muerte previamente pactada.  

Ahora me queda claro que la petición de mi niña se debe enlazar a una profunda evaluación sobre lo que estoy haciendo para no morirme. Entiendo que casi nadie establece este cuestionamiento o al menos nunca de esta forma. La gente busca vivir mejor, con mas comodidades, menos estrés, en un ambiente seguro y controlado pero nunca se razona que es para evitar morirse. Se conoce lo que significa riesgo y las consecuencias de exponerse a ello, pero parece que en la balanza calibramos mal el peso. Porque todos los días nos exponemos a riesgos innecesarios. Yo por ejemplo, se muy bien que mi herencia familiar no se mide en divisas sino en enfermedades. Que en mi familia se acostumbra embriagarse en la enfermedad hasta acabarse el ultimo sorbo de salud. Y como la mayoría de la gente que se jacta de vivir plenamente, se acelera el paso para tropezar con estrés, trabajo y desvelos.  Que estoy haciendo para no morirme? Me vuelvo a preguntar y me viene a la mente todo lo que he hecho para lograr lo contrario. Pareciera que estoy buscando la manera mas terrible para lograr la muerte. o al menos, la mas dolorosa y lacerante. Ademas me doy cuenta que a pesar de las suplicas de mi niña, nunca reparo en lo frágil de mi anatomía y trato de sostenerme con una armadura de pretensiones y falsas figuras. Hay tantas cosas que pudiera hacer para no morirme pero considero que debo, en primera instancia, dejar de derrochar la vida. Luego, hacer todo lo posible para evitar la muerte. Me ha quedado claro que mi niña necesita sentirse segura de que estoy haciendo todo lo posible para responder a su suplica. Ella confía en que no voy a morirme pero, por si acaso, desde ese día se asegura de saber donde estoy, no vaya a resultar que desaparezca misteriosamente...sin dejar rastro. 

 
Etiquetas: Muerte, rastro, vida
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Autor: Macaco
Enviado por Martin2008 - 03/12/2010
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2) damaquito dijo...
damaquito
Mi amigo Martin: reciba usted mis saludos cordiales, debo decirle que leí con atención su crónica lo cual me dejó muy pensativo, quizá por la forma como tratamos de presagiar o intuir la muerte, lo cual siempre nos causará sensaciones inevitables, pero aun así, el tiempo que nos resta de vida, solo nos queda amar a nuestros hijos con todo el alma que Dios nos lo pueda permitir, a nuestra familia, especialmente a nuestra esposa y nuestra madre, amarlos sin condiciones.- suerte y hasta pronto.
 0   0  damaquito - [04/12/2010 18:58:04] - ip registrada
1) wicca7 dijo...
wicca7
Muy bueno... Sonrisa
 0   0  wicca7 - [03/12/2010 13:37:24] - ip registrada
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