El navegador que utiliza no soporta el javascript

La naranja mecánica

ver las estadisticas del contenidorecomendar  contenido a un amigo
compartir en facebookcompartir en twittercompartir en tuenticompartir en tumblrcompartir en meneame

Publicado en Atlántico Diario el 28/03/99

Una de las mayores influencias en la formación humana es el referente de las personas más cercanas, aquellas con las que se convive y a quienes se imita, ya sea de un modo consciente o inconsciente. La vida misma, por su parte, también se encarga de imponer limitaciones, con una sociedad enmarcada en la competitividad, donde el triunfo social es la meta principal, una meta basada en el dinero, la fama y la belleza física. Y, en este estado de cosas, la pérdida de valores se convierte en la pimienta de este, más que guiso, desaguisado, que se cuece a toda velocidad, con la aguja del manómetro en la zona roja, la zona de peligro, como la olla a presión que está a punto de reventar ensuciándolo todo.

Uno de los lugares donde se centraliza la delincuencia son las salas de juegos, y las comunidades de vecinos se convulsionan cada vez que se inaugura una en el vecindario. Son esas salas que se llaman de juegos, pero que no dejan de ser centros de reunión para jóvenes que se dedican a pasear por la cuerda floja de la vida, sin saber hacia qué lado inclinarse; negocios inmundos al amparo de una legislación permisiva que no protege la convivencia sino los intereses de unos cuantos que se enriquecen a costa de las miserias ajenas. Son como cloacas sociales donde muchos jóvenes adoptan comportamientos indeseables, comportamientos que muchos padres desconocen porque nunca se han tomado la molestia de observarlos, o quizá porque ya han dado por perdido el control de sus hijos. La mayoría de las veces lo perdieron prematuramente, porque se desentendieron de su educación en las etapas tempranas de la vida y dejaron, porque era lo más cómodo, que fuera la calle la que se ocupara de esa responsabilidad.

Muchos padres educan a sus hijos como si la vida se tratara de una guerra sin cuartel, donde los demás son enemigos potenciales a los que es mejor atacar cuanto antes. Por eso, algunos les dicen a sus hijos aquello de: «Tu no seas el parvo, tu pega, para que vean quién es el más fuerte. No hagas como Fulanito, que es tan bueno que le caen todas las tortas, y, si sigue así, acabarán pisándolo. Ya verás como aprende a base de golpes». Este comportamiento es bastante habitual, por desgracia, porque es lo más cómodo, en vez de aportar un nuevo rumbo a la educación, en un marco de respeto, algo extremadamente trabajoso y nunca bien comprendido; es como si la buena educación estuviera vinculada con la debilidad de espíritu.

Y el resultado se palpa en la vida cotidiana, la de todos los días. Asi, cuando alguien se atreve ---nunca mejor dicho--- a traspasar el umbral que separa el portal de la vía pública, se ve inmerso en una selva, una selva con poca vegetación, que todo hay que decirlo, pero llena de obstáculos que van desde los excrementos de perro y aceras levantadas hasta los vehículos de dos ruedas. Vamos, que uno se juega el tipo. Las aceras son las partes laterales de la vía pública destinadas a los peatones; pero las cosas han ido cambiando tanto, y tan deprisa, que pronto habrá que buscar otra denominación; algo más acertado para un lateral por donde circulan vehículos de todo tipo, la mayoría de las veces a gran velocidad, intentando atajar el camino o salvando una dirección prohibida, sabiendo que saldrán indemnes de una multa, y que nadie, por miedo, se atreverá a llamarles la atención. Parece como si los sufridos peatones se hubieran convertido en un estorbo, algo que se interpone a la prisa del repartidor de pizzas, del ciclista, del patinador y del mozalbete que intenta demostrar su destreza ante unos compañeros que le ríen las gracias. Hasta que algún día se produzca una desgracia y todo sean lamentaciones por no haber puesto remedio a una situación que se deteriora día a día. Quién iba a pensar que «La naranja mecánica», aquella película de Stanley Kubrick, de principios de los setenta, donde uno no sabía muy bien si lo que pretendía era la crítica o la apología de la violencia, iba a estar tan cerca de la realidad.

Vota:
Resultado:
(34 votos: promedio 6.74 sobre 10)
Autor: Julio Alonso
Enviado por corre31 - 25/06/2002
ir arriba
COMENTARIOSañadir comentario
Regístrate en la web para poder comentar
o conéctate con Facebook
0 Caracteres escritos / Restan 1000
Aburrimiento Mmmmm... Me callo. Confundido Sorprendido Sonrisa Guiño Risa Fiesta! Diablo Beso Lengua Inocente Mier..! Enfermo Enojo Triste Llanto 
Esta web no se hace responsable de los comentarios escritos por los usuarios. El usuario es responsable y titular de las opiniones vertidas. Si encuentra algún contenido erróneo u ofensivo, por favor, comuníquenoslo mediante el formulario de contacto para que podamos subsanarlo.
ir arriba

¿Cómo crear un Album Digital Hofmann?
Organiza las fotos de tus vacaciones, bodas y otros momentos especiales en un album Hoffman personalizado en sólo tres pasos:
- Descargar Hofmann gratis
- Pon el codigo registro hofmann 410767
- Crea el álbum en tu ordenador.
- Recíbelo en tu casa sin gastos de envío.

¡Ahora también calendarios personalizados

Ya disponible la versión de Hoffman para MacSíguenos en Facebook!

Uso de cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación y ofrecer contenidos y publicidad de interés. Al continuar con la navegación entendemos que se acepta nuestrapolítica de cookies. Aceptar