El ser humano suele tener más claro lo que no quiere que lo que realmente quiere. Dicen que es una cuestión de supervivencia, ya que nuestros ancestros para subsistir necesitaban huir de los peligros y amenazas continuas del contacto con el entorno natural. Esta forma de relacionaros con nuestro medio nos hace tener un enfoque pesimista puesto que constantemente nuestra conducta es más de evitación que de acción. Es una cuestión que está automatizada en nuestras mentes, en nuestro cerebro en funcionamiento, nos cuesta más dilucidar qué es lo que queremos, y por tanto, ahí quizás esté radicada la dificultad para conseguir nuestros objetivos, puesto que realmente no solemos tenerlos claros.
Parece una paradoja el hecho de plantear que a veces nuestro objetivo deba ser precisamente lograr tener claro cuál es nuestro objetivo. Otra cuestión de fondo sería plantearse si realmente controlamos lo que queremos, puesto que esa opción es más volátil, más dependiente del entorno. Para comenzar experimentemos, pero esta vez nosotros seremos el objeto y a la vez sujeto del experimento, ¿sabes lo que quieres? Resulta fundamental tener definidas nuestras metas y objetivos, como decía Machado en su poema “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.
El camino son nuestros objetivos y el andar el tenerlos claros, que estén bien definidos, bien acotados porque no saber concretamente lo que se quiere, es exactamente igual que no saber lo que uno quiere. El miedo acompañado por su fiel amigo, la incertidumbre, fruto del desconocimiento de cuáles son realmente mis motivaciones, mis objetivos, harán que la probabilidad de fracasar en mis intentos sea cada más alta. Te has preguntado de donde viene ese famoso dicho de “Querer es poder”. Una vez que identificas lo que quieres, puedes. No puede ser otra forma, puesto que una vez que sabes cuál es tu meta, tú te conviertes en ella, empiezas a creer, pero no en una creencia, sino en una creación, tú camino. De ahí la famosa frase de origen maya, “Creer es crear”. De la misma forma, que los antiguos chamanes lograban la lluvia, no lo hacían por la magia de sus rituales, no había un misterio oculto, simplemente una mecánica desconocida para el resto, de ahí que fueran considerados personas sabias. El chamán lograba la lluvia porque él se había convertido en lluvia, se fusionaba con aquello que quería, ya no había percepción sino experiencia, una experiencia de unificación.
Pues en cierto modo, nosotros podemos seguir los pasos del chamán, sólo necesitamos identificarnos con nuestros objetivos, el sincronizar del alguna forma la frecuencia de nuestra mente con la frecuencia de nuestras metas. Llegar a una conexión cuántica, en la que cualquier posibilidad cobre vida, esa será la única forma de que nuestras metas puedan materializarse. ¿Cómo saber si se lo que quiero? El verdadero motor del ser humano es la emoción, el verdadero combustible. ¿Qué sería de una vida sin emoción? Si nuestra meta está impregnada de pasión, de entusiasmo, de alegría, de motivación, habrá la sincronía necesaria entre mente y objetivo, así podremos avanzar y llegar a conseguir lo que queremos. Una vez que la meta está identificada, el gran ejecutor de mi cerebro, el lóbulo frontal se encargará de elegir, planificar y tomar decisiones necesarias para acometerla.
Todo lo que el ser humano crea, su tecnología, el arte, la organización social, el sistema, es una proyección, o un reflejo del mismo. Por tanto, como podemos responder la pregunta ¿qué sistema quiero? si no conozco cuáles son mis motivaciones internas, mis metas, en resumidas cuentas cuál es mi camino. La interacción del ser humano en sociedad es una constante, y existe por ello una relación de interdependencia con nuestro entorno más cercano, puesto que el aislamiento además de no ser posible ni completo, en un nivel profundo y prolongado tiene efectos bastante perniciosos. Nosotros somos el medio de las personas que nos rodean, y viceversa, de forma que además del ser el reflejo de nuestro medio, somos la luz que nuestro medio recibe de nosotros. Por tanto, cuando la luz que emitimos en forma de reflejo sobre nuestro entorno cambia, nuestro entorno cambia también, ya que nosotros junto con nuestro entorno somos un sistema indisociable, que se retroalimenta uno de otro. Por eso se dice que no vamos a cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar nuestro mundo.
Si no me gusta mi mundo, más que centrarme en todos los aspectos negativos, debo plantearme qué mundo quiero, debo de concebir la imagen de esa realidad que quiero, sentirla tan cercana y tan real, tan integrada con lo que soy, que cobre todo el significado y sentido en mi mente. Solamente nos motivan las cosas que nuestro cerebro concibe con significado, y sentido, por tanto, para motivar a los demás a actuar, debemos estar motivados nosotros, no hay mejor referencia que alguien que predica con el ejemplo. Una persona motivada, que cree en lo que hace, que no se desvanece ante las dificultades, es una persona que irradia luz hacia su medio, y este termina por cambiar, puesto que se está sintonizando una frecuencia de una realidad, y esa realidad será inevitable. Piensa que si cambias tu mundo has cambiado el mundo, porque tú seguirás viviendo en tu mundo, creado a tu imagen y semejanza. No olvides, el mundo es tu mundo y sólo tú puedes cambiarlo. ¿Hay algo con más significado y sentido para tu mente que tu mundo?
Nadie ha dicho que sea fácil, pero que nadie crea que es imposible. Como decía Newton “Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes”. Subámonos a hombros de un gigante y para que pueda inspirarnos sirva este fragmento del discurso que pronunciase el presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt en la Sorbonne en Paris en 1910 (El hombre en la Arena): “No es el crítico quien cuenta, ni el que señala con el dedo al hombre fuerte cuando tropieza… El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en la arena, aquel cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre… El que cuenta es el que de hecho lucha por llevar a cabo las acciones… Es fácil desistir de nuestros sueños, ideales y metas si dejamos que la opinión del resto nos afecte demasiado, y de la misma forma es fácil rendirse si no sabemos pedir ayuda y escuchar cuando es necesario. Al fin y al cabo uno tiene que recordar que es fácil decir cosas y criticar, pero sumamente duro emprender algo y tratar de llegar a una meta, y de la misma forma es difícil confiar en otras personas. Hay que saber ser vulnerables y valientes para avanzar en este mundo, y a veces la sociedad en la que vivimos parece que espera mucho de nosotros y nos da poco. La crítica puede ser implacable, es cierto, pero no nos queda otra que intentar.
Intentar hacer las cosas que nos satisfacen y hacen felices; aquellas que nos llenan para no convertirnos en personas frustradas que dejaron morir sus propios sueños. En personas que ni siquiera intentaron conseguirlos o permitieron que otros los influencien y aniquilen”. Está claro que la clave del éxito, está en la confianza en uno mismo, y esa confianza surge o es fruto de la certidumbre de saber lo que uno quiere. Lo demás, es una cuestión de tu mente, y nada es imposible para ella. De ese conocimiento surgirá la motivación necesaria, motivación que etimológicamente, proviene del latín motivus (movimiento) y el sufijo –ción (acción y efecto), de lo que se desprende que la motivación es la causa de una acción, nuestro motor hacia una conducta activa. La motivación es una reacción emocional, que bien gestionada nos ayudará a ser más pacientes, tranquilos, perseverantes y confiables.
La próxima vez que emitas una crítica, intenta hacer el esfuerzo de centrarte en lo que realmente quieres, y dejar de un lado lo que no quieres, seguro que fruto de ese esfuerzo emergen propuestas interesantes para todos.