A veces me sorprendo asombrándome por las incongruencias de la vida. Pero no creáis que son cosas, hechos, o detalles extraños, o que son difíciles de comprender, no. De lo mas vulgarito. Por ejemplo: ¿por qué, si los artículos de segunda o tercera mano van depreciándose a medida que pasa el tiempo desde su adquisición, los pisos de alquiler aumentan su precio a cada inquilino nuevo?. Es algo que está fuera de toda lógica, puesto que son tan artículos de segunda, tercera o cuarta mano, como cualquier otro, que se gastan con el uso(y tal vez más). Es una de esas cosas inexplicables por mucho que algunos – a quienes conviene que siga así – aduzcan unos cuantos artículos de la ley de fincas urbanas totalmente obsoletos. Es algo que hasta los castores, que son los constructores mas eficientes del reino animal, entienden. ¿Por qué narices nos va a costar mas caro un piso que antes ha tenido, sucesivamente, cuatro inquilinos, que uno de nueva construcción?... ¿O es que los bienes inmuebles tienen bula respecto a todos los demás bienes muebles?. Quien lo entienda que lo compre. Uno, que toda su vida ha vivido de alquiler, porque nunca me han convencido los argumentos del tanto tienes tanto vales, se extraña de que las cosas sigan, en este sentido, como hace cien años. Sobre todo porque nada es permanente, y el piso por el que dejaste parte de tu vida y tu capital, sin contar las enfermedades nerviosas que se derivan de tener que estar pendiente a cada instante de si vas a seguir teniendo trabajo y no se lo van a quedar los del Banco, puede dejar de ser tuyo por un infortunado incendio, o un rayo, o una explosión de la bombona del vecino, o un terremoto. Por muy asegurado que lo tengas todo, en caso de infortunio, aquel piso ya nunca mas vuelve a ser tuyo. Y eso en el mejor de los casos, en que lo tengas todo cubierto, que si no...
Siempre me ha parecido un despropósito la decisión de tantas personas que, sin pensárselo dos veces, se lían la manta a la cabeza y firman una hipoteca de por vida. Y algunos mas allá, puesto que sus herederos siguen con lo que ellos no pudieron satisfacer(y por ello disfrutar) mientras vivieron, por lo que el “marrón” pasa de unos a otros. En estos tiempos de incertidumbre laboral y social es un suicidio el embrollarse con hipotecas y pagos aplazados, puesto que nadie tiene la total garantía de poder satisfacer la deuda. Excepción hecha de quienes gozan de una saneada economía, que son los menos. Nunca, como ahora, los bancos han tenido tantos pisos en propiedad para ofrecer; y eso debería ser la señal mas contundente de que las cosas no funcionan bien, y el aviso para arriesgados hipotecados que pueden ver como se esfuman sus sueños y su dinero en menos de lo que tardan en decir mu. La prudencia y la paciencia, que han sido desde antiguo buenas consejeras, son las mejores amigas de los curritos del incipiente XXI; consejeras que deberíamos tener siempre en cuenta antes de emprender cualquier acción que puede dar al traste con nuestras espectativas. Anticiparse al futuro, como hacían nuestros abuelos, suele ser una buena opción. Y ellos si que sabían lo que era vivir bien.