La crisis del embudo

Sí, lo sabemos. Estamos atravesando una crisis fatídica. No hace falta que lo repitan hasta la saciedad en la televisión, la radio o en los periódicos. Lo sabemos principalmente porque somos nosotros, los ciudadanos de a pie, la gente anónima, los que más la sufrimos. Ahora bien, ¿Por qué la crisis del embudo?

Bueno, un embudo tiene una parte estrecha y otra ancha. Es irónico que esta crisis que, principalmente provocaron los grandes estamentos políticos y financieros, la parte ancha del embudo, la tengamos que solventar las clases más débiles y desfavorecidas, la parte estrecha. Por ejemplo, los pensionistas, los desempleados, los jubilados, a los cuales se recorta cada vez más. En la otra parte, la parte ancha, encontramos las inyecciones millonarias a los bancos, o el caso de ciertos ejecutivos de algunos de esos bancos, que, supuestamente son responsables de la mala gestión de sus entidades, y, como premio por ello, recibieron cuantiosas indemnizaciones. En la parte estrecha la gente que sufre los cada vez más frecuentes recortes en la sanidad pública o la educación, en la ancha el gran, grandísimo número de políticos que siguen cobrando una importante cantidad de emolumentos a costa de nosotros, los pobres ciudadanos anónimos. Sirva como ejemplo el hecho de que tenemos unos trescientos mil políticos más que en Alemania y el doble que en Francia. En la parte estrecha los míseros sueldos, las suspensiones de pago, las bajas condiciones laborales de los afortunados que aún tienen empleo, las pobres prestaciones por desempleo o las ayudas familiares que se van acabando inevitablemente. En la parte ancha, el régimen de pensiones de los diputados o las pensiones vitalicias de los ex_presidentes, a pesar de que trabajen en empresas privadas, y supongo que con cuantiosos sueldos. En la parte estrecha los miles de desahuciados salvajemente y sin contemplaciones y el hecho de que hayan tenido que suicidarse algunos de ellos para que comiencen a plantearse lo inmoral, cruel e inhumano que resulta esta práctica.

Podríamos seguir mencionando muchas cosas más… Los sueldos de algunos alcaldes, los enchufados de las administraciones públicas, las obras públicas que valen auténticas millonadas y que no son más que una excusa para especular… En fin, es lo que nos ha tocado. Bajo mi punto de vista solo podemos hacer dos cosas, resignarnos ante todo lo que nos viene encima o abrir los ojos de una vez por todas. Depende de nosotros.

Una última cosa, tal vez algo descabellada, no lo sé: cuando ocurren desgracias o catástrofes naturales de cierta magnitud, a veces el gobierno toma la decisión de mandar cierta ayuda humanitaria a esos lugares, algo loable, por otra parte. Pues bien, ¿Por qué no hacerlo aquí? ¿Acaso no estamos sufriendo una auténtica catástrofe? Tomemos por ejemplo los hogares en los que todos los miembros están en el paro o se les va acabando las distintas ayudas. ¿No podría proveerse a estas personas de alimentos básicos como leche, pan, garbanzos, papas… etc? Ellos podían coordinar de alguna forma, algún tipo de ayuda como esa. O por ejemplo a estas personas que han perdido sus hogares, ¿No podía acondicionarse a estas personas en algún tipo de alojamiento que, al menos, puedan satisfacer sus necesidades básicas; una especie de pensión, campings, albergues, naves acondicionadas o algo por el estilo?

Claro, eso podría ser posible si la gente que se encuentra en el lado ancho del embudo les importara los que estamos en el lado estrecho. Pero la triste realidad es que lo único que les importa es mantener su elevado status social y económico a costa de los ciudadanos anónimos y a cualquier precio. Esto me recuerda a algo que alguien dijo alguna vez:

“Liberté, égalité, fraternité”