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La creencia de ser más que una creencia. ¿Somos libres?, Libertad ¿realidad o ilusión?

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He aprendido que no quiero más de lo mismo. Cansado de frases hechas, percibo que tras atractivos propósitos esos eslóganes andan vacíos de contenido y sobre todo de sentido. Me niego a ser el reflejo de una sociedad que busca incansablemente convertirme en un producto más competitivo, ser mejor que mi vecino, ser mejor que mi compañero, ser mejor pareja, ser mejor padre, ser mejor hijo, .. ¿Y cuando soy mejor que yo mismo? Quiero ser mejor simplemente por tener la sensación de no tener que competir con nada ni nadie. Yo no quiero creer. Yo quiero saber quién soy, y ese conocimiento será el que me acerque a la libertad, o por lo menos, me haga ser consciente de su ausencia.

              ¿Qué entendemos por libertad? Facultad y derecho de las personas para elegir de forma responsable su propia forma de actuar. Otra cuestión es, ¿está facultado nuestro cerebro para ejercer esa libertad?, ¿existe el libre albedrío mental a la hora de elegir mi forma de actuar?, ¿nuestra elección se rige por el determinismo de Einstein o por el contrario se basa en indeterminismo probabilístico de la mecánica cuántica?, ¿está todo determinado o indeterminado en nuestro cerebro?   

            Libet un gran neuropsicólogo demostró a través de neuroradiología y estudios neurofisológicos, que la elección no es consciente, sino que siempre emerge del inconsciente. Se demostró que antes de que el individuo decidiera actuar, el cerebro inconsciente ya había actuado. Libet ha constatado que para que un acontecimiento pase el umbral de la conciencia y sea registrado por una persona, el tiempo desempeña un papel fundamental, ya que si el acontecimiento ocurrido no dura más de medio segundo, el consciente humano sencillamente lo ignora. Cabe aquí un dilema de dos formas de pensar contrapuestas, ¿realmente Dios no juega a los dados como diría Einstein, o por el contrario, no sólo Dios juega a los dados, sino que los arroja allá donde nadie los pueda ver, como afirma el mismísimo Sthephen Hawkings?, ¿realmente el cerebro tiene la capacidad de elegir entre diferentes opciones y hacer lo que le dé la gana? Lo único que puede hacer el consciente es tomar la elección inconsciente, la capacidad del consciente es la del veto, la de inhibir, lo inconsciente es lo reprimido.

              El problema del ser humano es que quiere ser más que un correlato de consciencia, más que un trozo de materia grasa que piensa, más que miles de millones de neuronas bañadas en colesterol y neurotransmisores,  quiere darle el sentido mágico a su vida. Aquí vienen los engaños del cerebro como diría Nietzsche, la dopamina, el placer, el derecho de ser un Dios, engaños que el cerebro lanza desde el origen de la especie. Los grandes cerebros del Universo están divididos entre la búsqueda del poder y la búsqueda del conocimiento, la función del hombre es evolucionista, esa es la misión de la mente y nuestro cerebro. La cuestión es, el diseño de mi cerebro es perfecto, las definiciones de mi cerebro son erróneas, sino puedo estudiar mi mente porque SOY parte de ella, ¿cuál es la vía del autoconocimiento, el camino de acceso a saber cuáles son las leyes o normas que gobiernan mi comportamiento mental?                 

        La evolución del ser humano, está basada en la identidad. El 99,99… % del genoma humano  (20.000 genes) es compartido por todos los hombres, todas la razas, muy superior al resto de especies animales vivas, ¿de dónde surge tanta diferencias entre los hombres?, ¿porque hay tanta desigualdad social?, ¿porque hay tanto racismo si comparto el 99,99 % de mi herencia genética con cualquier ser humano del planeta?, precisamente por esa línea divisoria que separa mi mente consciente de mi mente subconsciente.

              Las religiones, las diferentes filosofías, hablan y tienen su definición del libre albedrío, su base es el libre albedrío, pero tenemos que hablar del libre albedrío desde la base de la neurociencia, desde el comportamiento de nuestro cerebro. Un claro ejemplo de aquello que llamamos libre albedrío lo podemos tomar del juego del ajedrez. El ajedrez tiene diferentes movimientos, podemos combinar infinitas posiciones. El juego del ajedrez en esencia tiene infinitas combinaciones, pero tiene unas reglas ya que cada movimiento que creamos es predecible cuando lo ejecutamos, pero el indeterminismo opera antes de ejecutarlo. Tenemos un determinismo marcado por las reglas del juego inserto dentro del indeterminismo de las infinitas combinaciones. Este ejemplo ilustra cómo se combinan en el ajedrez el determinismo de Einstein con el indeterminismo de la mecánica cuántica. Tenemos libre albedrío en el ajedrez, pero un libre albedrío limitado a los 64 cuadros del tablero, y las diferentes reglas de movimiento de las diferentes piezas,  ¿quién expone esas reglas en el universo de nuestro cerebro? ¿Quién impone las leyes de la física, que nos llevan a entrar entre la física, el cerebro y la evolución?El cerebro es una herramienta del ser humano que nos dota de la posibilidad de evolucionar y llegar a un entendimiento cada vez mayor. Y quizás ese entendimiento mayor nos haga tomar consciencia de que las reglas del juego siempre han estado y estarán, puesto que si la vida es finita la muerte no le ha de ir a la zaga. Si el continuo ir y venir de vida y muerte es la invariable, el libre albedrío ontológico no existe. Esta idea nos la ilustra de la mejor manera este poema del ajedrez de José Luis Borges:   En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero los demora hasta el alba en su severo ámbito en que se odian dos colores.   Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores.   Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito.   En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. Como el otro, este juego es infinito.      

        El ser humano siente  la necesidad de encontrar un orden lógico que pueda relajar su razón y que dote de sentido su existencia. Nuestra intuición nos dice que detrás de algo debe haber otra cosa, porque hemos aprendido a concebir el mundo de esa forma, nuestro universo es causal. Los huecos nos incomodan, nos reflejan la incertidumbre en nuestra experiencia de vida, y nos hacen salir de nuestra zona de confort, aquel lugar que tanto nos cuesta abandonar.  Pongamos un ejemplo claro y evidente del funcionamiento automatizado de nuestro cerebro (la mejor defensa es el funcionamiento automático), nos piden que levantemos uno de los dos brazos. Cuando hemos decidido levantar uno de los brazos, el cerebro inconsciente hacía 1 segundo que ya había decidido, ¿eso es libre albedrío?Aquí está la cuestión de fondo que es crucial para empezar a discernir sobre la posibilidad del libre albedrío,¿tú escoges o te inhibes?, ¿es capaz la mente humana de verdaderamente escoger lo que quiera? Otro ejemplo que puede mostrarnos los diferentes grados del libre albedrío puede ser el de una rata que se introduce dentro de un laberinto. Decimos la rata tiene libre albedrío para escoger tal o cuál camino. Pero la pobre rata no tiene libre albedrío para elegir o no entrar en el laberinto. Estamos aquí ante la libertad de elegir (los diferentes caminos del laberinto) y la libertad para elegir (entrar o no entrar en el laberinto).  

                        ¿Realmente el ser humano tiene miedo a la libertad como diría Erich Fromm? El hombre moderno, donde la individualidad es el objetivo, se autolimita por esa individualización.  Decimos que la esclavitud fue erradicada en el siglo XIX, allá por la década de los 80, pero la realidad de una libertad social es un dogma. La esclavitud existe de una forma más sofisticada, más subliminal, estamos en la era de la racionalización de la esclavitud. Podemos decir que el africano que está en el semáforo tiene derecho a ir a comer al mejor de los restaurantes, tiene derecho a la elección de su educación,… puede elegir, pero, ¿puede hacerlo? La verdadera libertad debería fraguarse bajo una democracia real, pero el problema es que el individuo no se percibe libre completamente. Ya que esa individualización a la que nos arrastra esta sociedad nos deriva hacia la soledad, y esa soledad da miedo, y prefiere volver al colectivismo. El problema que ha acompañado de forma constante al hombre ha sido el miedo, y sobre todo el miedo a la muerte. Ese miedo a la muerte ha sido cultivado por las creencias religiosas, y ese vacío existencial hay sido ocupado por las religiones, y eso ha dotado al ser humano de diferentes mecanismos de evasión. Una vez que el ser humano haya superado el temor a enfrenarse con su propio yo, sus propios deseos y necesidades podrá este ser realmente libre. Aquello que esta sociedad nos presenta como libertad no es más que lo que esta quiere de nosotros, cómo debemos trabajar producir y movilizarnos en la sociedad dentro de las labores que debemos cumplir como miembros de esta. No es en sí que estemos destinados a ser esclavos de nuestra sociedad, pero la forma de librarse de ella en si conlleva una serie de conflictos internos relacionados con la soledad. También el ser humano al tratar de volver a los lasos primarios , y no poder hacerlo genera una rebeldía y un odio interno que al final le hace evadir la responsabilidad de ser libre por medio de algún mecanismo. Ese mecanismo fundamental de evasión es el miedo. Ese miedo es lo oculto, lo incierto, en palabras de Carl Jung “la tarea del hombre es ser consciente de lo que brota del inconsciente…Hasta donde se  sabe, el único propósito de la existencia humana es encender una luz en las tinieblas del ser”. De esta forma, Jung otorga un papel predominante a lo que permanece oculto, subyacente bajo el pensamiento consciente.          

   Además, los últimos avances en neurociencia deben ser tenidos en cuenta, sobre todo a la hora de valorar la posibilidad del libre albedrío, la capacidad interna de ejecutar actos volitivos. En este sentido Matthias Brand, profesor de la Universidad de Duisburg-Essen en Alemania, lo manifiesta con una claridad meridiana: “Antes de que la mente consciente intervenga, incluso antes de tener una vaga idea de lo que nos conviene, ya podemos detectar señales corporales que nos advierten contra decisiones adversas. Esas señales corporales no las origina un auténtico malestar corporal, sino que deben rastrearse hasta la excitación del cerebro. Ese es el modo en que el cerebro puede guiarnos en la toma de decisiones”. Sigue profundizando para concluir “Nos sentimos insultados por ser marionetas en manos de nuestro inconsciente, que decide cuando llega al fin el momento de hacer otra cosa o de tener pensamientos diferentes. Hasta los nuevos pensamientos conscientes nos los trae nuestro subconsciente”. Si decide mi cerebro subconsciente, ¿tiene sentido mi voluntad consciente? La consciencia es casi como un pensamiento a posteriori. Algunos hasta arguyen que no existe. Es como un ejercicio de relaciones públicas del cerebro que te hace creer que estás involucrado.         

    Al hombre le cabe, sí, una elección mucho más amplia que al animal, pero tal elección se refiere únicamente al mayor número de motivos que pueden operar sobre él y no al hecho de que pueda elegir por sí el motivo que determina su voluntad. De la misma manera que el animal no puede sustraerse de ningún modo al imperio que el motivo sensible ejerce sobre su querer determinando inexorablemente su acción, el hombre, igualmente, se halla subyugado también, irremisiblemente, por su forma de concebir, interpretar, relacionarse y su forma de percibir el mundo, que condiciona determinante y necesariamente su voluntad. La siguiente cita de Schopenhauer ilustra como la voluntad está condicionada constantemente por la red de causa-efecto al que están sujeto todo los objetos físicos, el ser humano inclusive, por supuesto: “No es metáfora ni hipérbole sino una verdad seca y literal, que, lo mismo que una bola de billar no puede entrar en movimiento antes de recibir un impulso, tampoco un hombre puede levantarse de la silla antes de que lo determine a ello un motivo; pero, entonces, se levanta de una manera tan necesaria e inevitable como la bola se mueve después de haber recibido el impulso. Y esperar que alguien haga algo sin que lo mueva a ello ningún interés, es como esperar que un trozo de madera se acerque a mí sin que tire de él ninguna cuerda”.             Nuestra libertad psicológica está claramente determinada por el universo causal que nos gobierna, y por el carácter diferencial de cada uno de los hombres, es decir, la interpretación o visión de los hechos por cada persona siempre tendrá un matiz diferencial, un escenario de colores infinitos cuyos hechos y acontecimientos serán percibidos con un matiz de color distinto por cada observador. En resumidas cuentas a modo de conclusión “el hombre hace siempre lo que quiere, y lo hace necesariamente”.             Como hemos visto ese libre albedrío está constantemente inserto en los límites de la causalidad y el carácter, y son límites que preceden a nuestra voluntad. En este sentido, si nuestra voluntad es derivada por los dos anteriores, estaríamos hablando de una propiedad emergente, algo que surge como resultado de dos parámetros fijos e inamovibles. La voluntad es algo predeterminado, y por tanto, la libertad interna de decisión una quimera. La cuestión de fondo es: ¿estamos predeterminados biológicamente como diría Nietzsche para enarbolarnos como seres superiores y esa continua búsqueda simplemente forme parte de una hoja de ruta determinada previamente?, o por el contrario, ¿somos algo más que un programa biológico mental?        

     Mientras no sepamos quién o qué somos, cuestión que debe ser respondida en primera instancia por saber con certeza meridiana que es la materia, respuesta que nos daría luz para saber realmente que es la mente, no podremos considerarnos libres, sentir la libertad con mayúsculas, pues nos abordará una inevitable sensación de incompletitud manifiesta, precisamente por sentirnos desconectados de lo real, sentir la fractura con mi Ser.   Algunas cuestiones para reflexionar:            

   ¿Hay realidades, como la libertad o el tiempo, que no se dejan atrapar en definiciones y que, hay que vivirlas interiormente? Sin duda, se trata de términos tan abstractos e imbricados como el tiempo, concebido por Einstein como nuestra cuarta dimensión el espacio-tiempo, que hacen que la mente-materia esté sujeta a esta dimensión, y la libertad sin determinación alguna sea una odisea. La única posibilidad de vivenciar un oasis de libertad sería conectar con un estado de éxtasis, estado de nirvana,…en la que a la vez hubiera una desconexión con lo físico, es decir, liberar la mente de la materia, ambas desaparecerían y entraríamos en un estado de conciencia no adscrito al espacio-tiempo.       

        ¿Crees que las personas se comportan libremente? la libertad, si acaso un resquicio de libertad en un Universo que muchas veces se antoja sin sentido, en el  que hay espíritus superficiales que creen ser libres, y pensadores profundos que toman conciencia de que la libertad es un dogma, un acto de fe más que una realidad. ¿Por qué? Simplemente, esas personas viven en la inercia y esa zona de confort de pensar y creer que mañana será un día igual o como muy poco, parecido,  hacen y viven según lo que la masa les trasmite y en cierto modo les adoctrina, son otros los que marcan las tendencias, las morales cambiantes de cada momento.       

        ¿Qué hay de la libertad que nos venden los políticos? Precisamente nos reflejan una realidad simulada y tasada por ellos, una libertad falsa cuya apariencia nos recuerda al mejor de los envases que enmascara al peor de los productos. Como decía algún gran pensador, ahora no recuerdo su nombre, lo que suele ser bueno para el sistema suele ser perjudicial para el ser humano.                  

       ¿Somos en realidad “libres”, o existen cadenas que consciente o inconscientemente nos atan e igualmente nos proclamamos “libres”?          

   ¿Es la realidad en la que todos creemos vivir ilusoria, solo sombras en la muralla o es realmente real?, ¿Qué es la verdad?, ¿Qué hay fuera de mi mente? ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Somos libres?  

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Autor: Valle-Arocha
Enviado por anannella - 05/12/2014
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1) Felipe65 dijo...
Felipe65
En verdad que ahora si estoy convencido que ¡Dios existe!! y si tengo librre albedrio.. GRACIAS*
 0   0  Felipe65 - [07/02/2015 20:33:07] - ip registrada
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