Es posible que ya hayamos sobrepasado la línea divisoria entre lo que entendemos como el nivel aceptable de uso indiscriminado de terminología eminentemente inglesa en nuestro castellano. La intromisión de palabras de etiología británica han ido cobrando importancia de una manera desorbitada a mi modo de ver, dejando de lado en muchas ocasiones, nuestra nutrida sinonimia y variada conceptualización en todas las gramaticales formas de expresión.
Que no se me malinterprete si por ello alguien se piensa que incurro en una batalla antigálica, porque nada más alejado de lo que pretendo reflejar. La verborrea inglesa-castellanizada, que no a la inversa, por el peso que ejerce la primera sobre la segunda, ha desviado mi interés por el contenido del contexto hasta el punto de centrarme casi exclusivamente en la forma.
Nuestro lenguaje, a un paso de ser cuasi compartimentado entre el inglés y el castellano cobra notable importancia en áreas científico-técnicas, algo más comprensible por la genealogía tecnológica y su acomodamiento lingüístico en el idioma comodín, pero si atajamos este tema a través de un área mucho más diferenciada a nivel de sexos, en especial del femenino, nos topamos con el mundo de la estética y la moda que se está llevando a cabo a través de la difusión cibernética por multitud de gurús españolas, en su mayoría jóvenes entre 18 y 30 años, aunque cada vez es menos extraño escuchar a ‘’niñas’’ de 12 años dar consejos sobre maquillaje y moda. Pero no me voy a detener en este último punto, al que sin duda también habría que dedicar más de un apartado, sino a la forma en que miles de jóvenes están interiorizando esta forma de expresión trasfronteriza y apostando por introducir sistemáticamente cientos de anglicismos en sus monólogos de 10 minutos de duración media por cada vídeo tutorial que graban, ejemplificando a su modo de ver, la novedosa y al parecer más moderna forma de expresión occidental. Hemos entrado en una etapa que la falta de producción lingüística del castellano en su versión oral y escrita se está haciendo evidente, y estamos asistiendo al progresivo desencuentro entre la presión europeísta y americanizada del lenguaje y la dejadez de las políticas españolas por mantener intacto y a pie de guerra nuestro relicario lingüístico, y al parecer eso está bien.
¿Alguien está sorprendido por el auge de abreviación lingüìstica? Hemos asistido a una forma juvenil y novedosa línea gramatical no- prescriptiva en la que milles de niños/as y adolescentes concurren en la habilidad de mantener formas lingüísticas arbitrarias, rocambolescas y absolutamente improcedentes de deformación dialéctica y gramatical abreviada, por la cuál surge una comunicación incompetente y negligente incapaz de cohexionar formas comunicativas entre sujetos, en sus variantes verbales entre jóvenes y adultos.
Si introdujésemos una línea de trabajo de concurrencia gramatical intergeneracional hoy día, sería casi imposible, dada la deformación lingüística en la cuál sucumbimos sin la adecuada capacidad castellana de adaptación unánime según la cuál anula el recurso verbal intergeneracional. Por lo tanto hemos adquirido, un inepto rompecabezas verbal que ignora la apreciación, concordancia, verosimilitud y prosperidad verbal intra e intergeneracional. ¿Es esto justo?