Con sólo trece años de edad, alguna niña ya ha tenido su primera experiencia sexual, incluso con dos chicos al mismo tiempo, como lo hacen en las películas que emiten en la televisión los sábados por la noche. Y a esa misma edad, algunas chicas y chicos conocen perfectamente los efectos del alcohol y algunas drogas, además, por supuesto, del tabaco. Es cierto que no son la mayoría, pero sí un número suficiente como para que el hecho no sea considerado como una simple anécdota aislada. No se trata de rasgarnos ahora las vestiduras, pero sí de llamar la atención sobre una situación que está estrechamente vinculada con la responsabilidad de padres, tutores, educadores y gobernantes.
Debemos admitir que la sociedad ha evolucionado con el paso del tiempo, en algunos aspectos para mejor y en otros para peor. Y los velos y tabúes que antes se descubrían a los 16 o a los 18 años, ahora se descubren a los 13 o incluso antes. El origen de este hecho está en la sociedad de la comunicación, principalmente, que ejerce sobre ellos una poderosa influencia, en muchos casos incontrolada; un canal informativo que suple el lógico diálogo entre jóvenes y adultos.
En los hogares se echa en falta el diálogo entre padres e hijos. Luego, se detecta claramente en la escuela, en la que muchos profesores acaban adoptando el papel de maestros, entre los que existe una diferencia sutil: para el maestro ---habitualmente incomprendido---, su tarea va más allá de la enseñanza de un temario académico; enseña a vivir. Pero esto no basta, desgraciadamente. La sociedad entera debe implicarse. Sobre todo, los medios publicitarios, que ofrecen una imagen muy convincente, pero absolutamente irreal; una imagen que los más jóvenes, carentes todavía de la capacidad de discernimiento, terminan creyéndosela e imitándola. Y eso es lo que están haciendo algunas chicas y chicos de 13 años.