Publicado en Atlántico Diario el 12/11/99
He sufrido una decepción. En una fotografía retrospectiva relacionada con el mundo de la radio he visto a la «Señorita Francis», aquella que protagonizaba el consultorio sentimental de hace años. Seguro que usted también se acuerda. Lo que me defraudó, como pasa siempre cuando uno descubre el truco de estas cosas, fue comprobar que la «Señorita Francis» no era una mujer como todos imaginábamos, sino un hombre, sí, un hombre hecho y derecho que hacía el guión de aquel espacio radiofónico tan popular, de aquel «marujeo», de aquel cotilleo morboso que atraía la atención de miles de seguidoras y seguidores. El esquema del programa era bien sencillo: se leían las cartas de los consultantes y la «Señorita Francis», Elena Francis, llena de sabiduría y experiencia, iba aconsejando cada caso; algo así como esto:
---Carta de una «desesperada». Querida señorita Francis; tengo un problema y quiero pedirle consejo. Mi marido me engaña. El sábado por la noche, cuando estábamos en el momento más interesante de nuestra relación, me dijo: «Rosario, te quiero». Al oírlo quedé aturdida y no supe reaccionar, porque yo me llamo Carmen. ¿Qué debo hacer?. En espera de su consejo, se despide una desesperada.
---Querida «desesperada» ---decía la «Señorita Francis» acompañada por un fondo musical de grandes almacenes---, o Carmen, como prefieras. Por desgracia, tu problema es bastante habitual. Lo que no resulta tan corriente es que en esos momentos íntimos en los que tu se lo entregas todo, cuando estáis unidos por el sagrado vínculo del amor, él te diga que te quiere equivocándose al pronunciar tu nombre. No, no es normal. Por lo tanto, algo hay, es cierto. Y, en estos casos, lo mejor es actuar con cautela y estar atenta. Vigílalo discretamente: sus horarios, el olor de su ropa, posibles manchas de carmín..., y, sobre todo, observa si cumple adecuadamente con sus deberes maritales, lo que sería un indicio claro de que algo se está quedando por el camino. De cualquier manera, amiga mía, ya sabes que la obligación de una buena esposa es compartir, sacrificarse y estar dispuesta a dar todo por los suyos, sobre todo por el marido. No te precipites, y, en caso de confirmar tus dudas, debes hablar con él y hacerle recapacitar; seguro que él sabrá apreciar el amor que le das. Tuya siempre: Elena Francis.
Hoy en día, un consultorio de estas características y con estos términos sería el hazmerreír, sobre todo con las cosas que pasan. Sin embargo, estoy convencido de que el éxito de audiencia estaría asegurado, aunque sólo fuera para reírse de las desgracias ajenas, porque muchas personas estarían dispuestas a consultar sus cuitas en un consultorio de semejante. De no ser así, ¿cómo tendrían tanto éxito ciertos espacios televisivos y radiofónicos que, aun cuando han evolucionado en el tiempo y con las costumbres, en el fondo no dejan de ser la equivalencia de aquel que ahora mencionamos? Programas donde se desgrana lo más íntimo de cada uno, de sus relaciones con los demás, a la vista de todos, sin el más mínimo pudor, sin importar, siquiera, el ridículo. Podría ser algo así:
---Carta de una «indecisa». Querida Elena Francis; tengo un problema y quiero pedirle consejo. Tengo cincuenta años y estoy soltera. Desde hace unos meses salgo con un hombre, pero sólo como amigos, aunque él dice que me quiere e incluso me envía flores a la oficina. Soy bastante atractiva y aún conservo la tersura de mis años jóvenes. A pesar de todo, no he tenido muchas oportunidades como esta. Tengo miedo dar un paso en falso. No sé cuál es la situación de este hombre y tengo miedo a ilusionarme y que después me deje plantada. «Señorita Francis», ¿qué me aconseja? Se despide: una indecisa.
---Querida «indecisa»: Los años no pasan en balde ni para mí, la «Señorita Francis», ni para nadie, y, en los tiempos que vivimos, vale todo. No pierdas más el tiempo y disfruta, déjate llevar por tus impulsos, deja las riendas sueltas a tu imaginación..., déjate querer aunque tengas que compartir su amor; lo que tenga que ocurrir ya vendrá, que la vida son cuatro días y nadie sabe en qué acabará todo esto. Ten en cuenta que si tu no lo haces otra lo hará otra por ti. Tu fiel consejera: Elena Francis.