Estoy ¡Indignao!, el reconcome inconformista que alinea mis entrañas, me recuerda constantemente que la historia ha ido evolucionando discrecionalmente a flagrantes mejoras. Por ello, expreso la indignación en puridad que siento y muchos como yo, lo están manifestando pacíficamente a través de las convocatorias masivas galvanizadas por Democriarealya. La historia es rotativa, cambiante, fútil… pero frente a todos los posibles adjetivos, el que más destaca, es la posibilidad sociológica de su cambio por medios humanos.
Una democracia representativa actualmente, simboliza la misma entelequia que la ya desfasada democracia liberal, y como decía Hegel “Cada hombre, como cada filosofía, es hijo de tiempo”, expresando que todos pertenecemos a épocas y nos consignamos a las mismas, aunque esto sea en parte verdad, también hay procesos que dilucidan la transitoriedad sociológica revelando así las distintas secuencias dadas en la Historia. De esta forma, se ha podido virar de un sistema feudal y tiránico a un sistema de despotismo ilustrado, correlativamente, a un sistema liberal y tras la conflagración mundial y el clímax axiológico, a un sistema social plasmado en el constitucionalismo contemporáneo. Es evidente, los cambios históricos experimentados y aunque yo sea hijo de mi tiempo, mi hijo puede ser hijo de su tiempo y no del mío. Y quien tiene que decidir ser hijo de su tiempo, puede ser, uno mismo y actuando así, todos conjuntamente formando una sociedad sinérgica podemos efectivizar lo que nos propongamos, incluso cambiar el tiempo.
El sistema representativo, conforme a una visión histórica, resulta a todas luces anacrónico y su continuidad patente simboliza dramáticamente un desbarajuste histórico, que a su vez, al no compaginarse con las pretensiones de la sociedad comporta una injusticia. Así, el sistema representativo debe servirnos empíricamente como paladín democrático en su momento o secuencia, ahora, este sistema que fue la cúspide democrática es anacrónico y se debe purificar y complementar mediante un acceso de la ciudadanía nítido y efectivo, que lógicamente, al no ser el mismo sistema, se valdrá de otro nombre, por ejemplo, democracia representativa real y efectiva.
La política pasó de ser un sistema mediante el cual se canaliza y efectiviza los deseos latentes de los ciudadanos, a ser considerada meramente una profesión. Una profesión es una facultad u oficio que alguien ejerce, por el cual recibe una retribución. Todos los ciudadanos, excepto los Ni-Ni, tienen o tendrán un trabajo para granjearse posibilidades futuras, y todos por tanto, trabajamos o trabajaremos (no pretendo invisibilizar a los parados) y los que vivimos o viviremos esa condición sabremos que en una profesión se nos mandará (en caso de tener a un jefe) o tendremos que competir individualmente (autónomos), en fin, que de alguna manera, tenemos que rendir cuentas a un organismo (puede ser un comisión laboral o de otra naturaleza) o a alguien. Y siempre este rendir de cuentas nos lo hace alguien que no es de nuestra misma condición, como si el jefe me despide, él no es de mi misma condición, tiene la suya propia. En cambio, los políticos excepto flagrante delito rinden cuentas únicamente ante los tribunales y en ocasiones, ni eso, porque se parapetan camufladamente en sus argumentaciones o presunciones de inocencia o en su condición de aforados (una patética medida creada por los políticos para refugiarse ellos mismos en una condición que dificulta a la justicia enjuiciarlos, por tanto, la justicia no es igual para un político que para un ciudadano, los políticos gozan de prebendas). Y diréis, ¿también se pasa la criba política en las elecciones mediante el voto del populus no? Pues esto, resulta cuanto menos engañoso, porque si los políticos nos abocan a votar a dos partidos (los únicos con posibilidades de salir vencedores) manteniendo una Ley Electoral inicua y dañina para la democracia, en la que el voto de una persona cuenta más o menos dependiendo de a quién votes, se convierte en una criba liviana. También quien elabora las lista son ellos, podrían permitir, al menos, las listas abiertas y que elijamos personalmente a cada uno de los candidatos puestos por el partido, pues esto ahora no es posible, porque en la actualidad si en líneas generales deseas a un partido pero hay cánceres (imputados, nihilistas, imbéciles), tienes que joderte y votar a los que te gustan y también a los cánceres del mismo color, ¿esto no parece ilógico y cuanto menos, antidemocrático? Parecen, que darnos oportunidad cada cuatro años es suficiente y esto no es así, se requiere más democratización en todos los sentidos y si leemos entre líneas, nos damos cuenta que los políticos traban cualquier atisbo demasiado democrático ( a expensas del meramente formal) para acaparar más poder y minorizar nuestra capacidad como ciudadanos.
El bipartidismo, la corrupción, la inaccesible orbe pública, las mordazas, el control desmesurado, el abuso, las prebendas o prerrogativas etc son simple y llanamente nuestra “sociedad democrática” y “nuestro sistema representativo”. Las argucias políticas y el sometimiento bancario son las máximas actuales que truncan inextricablemente nuestro protagonismo constituido en la Constitución: la soberanía nacional.
