¡Vaya fiasco! Nuestros jóvenes, los españoles, forman parte de los peores del mundo desarrollado. Cada vez saben menos y van camino de no saber nada. A este paso, si no se le pone remedio, en la siguiente generación serán ignaros. Esto es lo que se deduce de un estudio llevado a cabo en 32 países por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Casi no saben leer, y, en caso de hacerlo, tampoco comprenden lo que leen. Y ni siquiera queda el consuelo de que su fuerte sean las áreas de ciencias, porque el estudio demuestra que tampoco dominan estas materias, ni las matemáticas. Y de nada sirve suavizar la noticia diciendo que no somos los peores y que hay muchos países que todavía lo tienen peor. ¡Esto es un desastre educativo!
Las causas habría que buscarlas en dos frentes paralelos. Por una parte, un sistema educativo deficiente, que mezcla alumnos de niveles dispares en una misma aula. Un sistema que pretende integrar individuos problemáticos que, en muchos casos, necesitan de una atención psicológica personalizada, lo que provoca el desconcierto general y la ralentización en el desarrollo de los temarios. Con un profesorado cada vez más desmotivado y muchas veces incapaz de mantener, siquiera, el buen comportamiento de sus discípulos. Con una promoción a cursos superiores hecha a la medida de cada pupilo ---para que «avance»---, sin utilizar los exámenes como lógicas barreras de selección, por miedo, quizá, a un trauma que luego será peor en la vida real.
Por otra parte, porque también hay que decirlo, la culpa la tiene un sistema familiar que procrea, pero que no atiende paternalmente a sus propios hijos, quizá por que el ritmo de la vida actual no lo permite, o quizá, también, porque no existe una verdadera política de mentalización de que la paternidad debe ser responsable. Porque los chavales son el reflejo de sus propias circunstancias familiares, de lo que ven en casa, y en la España del siglo XXI, además de las revistas del corazón, no se lee otro libro que no sea la guía telefónica, y eso cuando hace falta.