Corría el mes de Noviembre y era un domingo de sol.
Dejé mi herramientas, amontoné un poco de ropa en la mochila y me largué a caminar. Parece fácil relatarlo, pero fue una desición dificil. Sabia que cambiaría el curso de mi vida.
Crucé por última vez la puerta que yo mismo fijé alguna vez a la misma pared que levanté ladrillo a a ladrillo. Tú me viste alejar por aquella ventana que se bebía los soles eternos.
El viento me daba de lleno en la cara. Me pesaba la mochila pero mas el avanzar. Eran quince kilometros hasta la terminal de ómnibus. Fueron demasiados para mi, pero sabía que llegaría.
Solo atiné a mirar la colectora que tantas veces recorrimos juntos, incluso en caminatas compartidas. A lo lejos se amacaba la araucaria con sus brazos abiertos. Los cuatro eukaliptus estaban quietos pese al viento.
Sin más comencé a transitar el regreso. No miré hacia atrás... ¿para qué', sabía que no vendrías a buscarme.
Inventé un olvido, pero se me inundó de recuerdos. Vi tu rostro al llegar a la cafetería de la terminal de micros, ero no eras tú. Fue mi imaginación. Saque boleto, llegó el micro y partí. Te llamé para avisarte, como si ese llamado me trajera calma.
Asi me alejé pensando en no se que, quizás en vos. Mi corazón se entristeció y mis ojos se llenaron de lágrimas.
Decía, para mis adentros, "estará riendose del loco de la mochila", "caminar quince kilómetros". También pensé:
"Ni siquiera me debe recordar con el cansancio que le dejé"
Y asi en esos pensamientos tristes y desanimadores llegué a mi destino.
Te llamé esa tarde, me dijiste que todo estaba terminado. Entonces comprendi, y miré el cielo pensando en tí por última vez.
Ya no te volveré a llamar. Estoy muriendo. Mi corazón dejó de latir y escribo por éscribir el final de mi vida. Ya no estaré respirando cuando leas esto.
Quien sabe si me recuerdes alguna vez, y si lo haces, no te apenes, ríe, me gustaba tu risa.
Te amé, te ahogué con mis deseos y mi mente insegura. Ahora estas libre de mi para siempre. Ahora ya no postergaras tu correr incesante hacia la vida que deseabas. Ya no soy un estorbo. Soy viento, soy nube, soy tierra y estrellas.
Cuando leas esto, no te apenes, solo ríe, me encantaba tu risa de muchachita sencilla.
¿Que puedo hacer? Ya nada puedo hacer, solo morir, que respiren por mi las aves que cruzan tu pueblo. Que te acaricien los cabellos las manos extrañas de algun amor pasajero. Ya nada me afectará, si nada afecta a los muertos.