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"Eugenesia"

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Desde el siglo XVI, sociedades que se proclamaban científicas han buscado clasificar las razas humanas intentando crear estereotipos. El diplomático y filósofo francés Gobineau en el siglo XIX, en su “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” (1853-1855), achacaba el declive de la sociedad al envejecimiento de las mismas. El pensamiento racista, contemporáneo del darwinismo social, se va estructurando poco a poco en doctrinas que preconizan la eugenesia, es decir, la aplicación de leyes biológicas al perfeccionamiento de la especie humana...”

El golpe de culata había provocado el efecto deseado en aquel estúpido viejo de pelo claro y piel áurea. Estaba algo aturdido, pero la increible resistencia de su cuerpo había hecho posible que no perdiera el sentido; ni siquiera había caido al suelo, tan solo había quedado con una rodilla pegada al piso, como haciendo penitencia.

Fredy vio la sangre manar de la zona del impacto, junto a su sien. Esta era encarnada, como la suya. Por supuesto, era algo que ya sabía, pero aún así, sintió una especie de sobrecogimiento cuando lo comprobó. En el fondo lo admiraba. Era un sentimiento contradictorio que se mezclaba con su más absoluto desprecio, odio tal vez. Aquel tipo tenía la piel tersa casi como un niño, y de cada poro de su piel emanaba una especie de vitalidad que él nunca tuvo ni tendría. Eran ciento treinta años de felicidad y de éxito, ciento treinta primaveras de autosuficiencia. Él, sin embargo, tan solo contaba con treinta y dos primaveras de frustración, de humillaciones y decepciones. Tan solo treinta y dos años, y era un maldito “don nadie” con un maldito cartel invisible a su espalda que decía “NO MANIPULADO”, y eso era peor que morir, era no significar nada para nadie, como una planta en un rincón, solo que con la propia consciencia de serlo, que tal vez fuese lo más duro.

De sus labios brotaron una inusual y furtiva mueca de sonrisa que surgió de la misma manera espontánea y cruel con que surje la desesperación en una alma que se encuentra apocada y deprimida. Sin dejar de portar el arma con desconcertante firmeza, volteó su cara y se topó con un ingrato espejo que le devolvió la mirada, si cabe con cierto grado de ridiculez. Y eso mismo fue lo que sintió al contemplarse, al contemplar sus ojos hendidos, su nariz que se le antojaba grotesca, sus labios carnosos, su porte desmadejado, casi patoso, sobre todo cuando se veía en la necesidad de correr, que era cuando más se notaba la imperfección, la tara que la genética, o dios sabe qué, le había impuesto al nacer con un defecto congénito en la rodilla.

“Maldita sea...”- pensó con rabia- “no tengo por que compadecerme de mí mismo, no tengo por qué hacerlo”- expresaba con rabia, casi con indignación, una voz que nacía de alguna parte de su alma y moría en alguna otra de su ego. -¡Soy igual que cualquiera, soy igual que cualquiera...!- Exclamó esta vez con una voz ahogada y opaca que nació de su estómago, pero de sobra sabía que no era así, y lo peor era que no había forma humana de convencerse a sí mismo de ello, así que en un arrebato de cólera disparó una ráfaga de proyectiles sobre el espejo, hasta hacerlo por completo añicos, no solo a este, sino también a todo el mobiliario que tenía frente a sí, pero, sin dañar, al menos de forma seria, ninguno de los aparatos de la emisora de radio.

Las cuatro personas que permanecían arrinconadas, casi amontonadas, en la otra esquina de la habitación, se vieron cuanto menos sorprendidas por lo repentino de las detonaciones y por lo tremendamente amplificadas que sonaron en aquella habitación insonorizada al exterior, como si el eco se hubiese amplificado al comprobar que no podía expandirse.

Fredy alzó la vista. Incluso a él, los estampidos le habían producido algo así como un impacto psicológico inesperado; habían originado que su corazón latiera con tal velocidad que por un instante creyó que este iba a desbocársele, a abrirse paso a través de su pecho. Además, hizo que se sintiera importante. Observó a las cuatro personas que permanecían presas del pánico sobre la esquina, tres de pie, con los músculos de sus estilizadas facciones rígidos de la impresión, menos el señor Kaufer, que era el “Vicepresidente del Departamento Oficial de Genética y Biología”, y que ahora se había sentado en una silla mientras mantenía un pañuelo sobre el golpe, como si quisiera resguardarlo de algo, pero que por lo demás, parecía conservar una “tensa” serenidad impropia de una situación de tal índole. Le gustó esa sensación de influencia. Sabía que tenía sus vidas en sus manos y que ellos, a su vez, también lo sabían, e intentó saborear esa sensación morbosamente agridulce. Pero accidentalmente alzó su cabeza y vio los retratos holográficos de rigor en todo centro que perteneciera directa o indirectamente al Estado, el del “Líder Tecnocrático del Consejo de Gobierno”, y a su lado, el de “Sir Francis Galton”...

Era extraño, aquel tipo, visto así, sin más, parecía un tipo vulgar y corriente, casi como él, y sin embargo, supuso el principio de todo, la raíz desde donde comenzó a brotar la mala hierba, aún sin él mismo saberlo... hasta fué el que acuño ese término, “eugenesia”, en 1883, en su libro “Inquiries into Human Faculty”... como un intento de pulir, de perfeccionar tanto la raza humana por métodos selectivos que al final resultaran siendo unos auténticos cabrones deshumanizados capaces de cometer las mayores atrocidades contra todos aquellos que consideraron inferiores por no cumplir los factores de pureza impuestos por una enferma sociedad autosuficiente e hipócrita. Por supuesto, todo eso y mucho más lo había aprendido cuando era un niño en los “Centros Especiales de Formación e Infancia” gracias a métodos como la Inducción Hipnótica y otros menos sutiles.

-¿Por qué madre, por qué?- Sollozó como un niño pequeño mientras se perdía en un inmenso mar de extraviados y lejanos recuerdos.- ¿Por qué no me abortaste? ¿Por qué permitiste que naciera, por qué no dejaste que esos malnacidos me arrancasen de ti...?- Bramó con un quejido intenso y bronco desde el fondo de su nuez. Estuvo a punto de hundirse y echarse a llorar como un malcriado infante que es reprendido, pero en el fondo sabía que su madre había sido otra víctima, como él.

El horrible mundo que le había tocado conocer le había acosado de tal forma que al final había conseguido acabar con su indómito espíritu hasta hundirla en el fango de su propia miseria; tanto así que una fría noche de invierno no pudo soportarlo más y se colgó de una resistente sábana hasta que su aliento cesó por completo ante la agonía de sus pulmones y de su cuello maltrecho. Y lo peor era que ni siquiera se acordaba de ella, tan solo por una vieja y polvorienta foto que una vez alguien que había sido parte de su vida le enseñó, porque por casualidad la conservaba dentro de un vetusto y maltratado albúm de tristes fotografías que se hallaba en un descuidado desván. El era un recién nacido cuando aquello ocurrió. Pero ya con la edad de quince años se había escapado del “Orfanato Estatal de Weicks”, y había permanecido oculto durante una semana en el pueblo, en busca de la tumba de su madre.

Pero su madre no era nadie, como él. Tan solo era una pobre chica drogadicta que un indeseable había dejado embarazada en una noche de diversión desenfrenada. Tan solo por eso y por padecer ataques epilépticos le había sido denegada la atención necesaria para su bebé. No cumplía los requisitos necesarios... estaba por debajo del listón que imponía la comunidad. Ella y todos los que formaban parte de uno u otro grupo marginal eran parias de la sociedad, y así los trataba esta, intentando exterminarlos de una forma tan sutil y taimada que no levantaba polémicas ni protestas ni nada parecido entre la opinión pública, insensibilizada de antemano por los poderes fácticos que veían en ello una forma de mejorar la raza, la propia especie, eliminando así a los que esta consideraba indeseables.

Más aún, cuando ella consiguió escapar a las montañas, una vez se enteró que el “tratamiento genético” le había sido negado, (y sabía lo que eso suponía), le tuvo en una aciaga noche gracias a un grupo de amigos que, en un intento de separarse de esa insolente sociedad había formado su propia comunidad lejos de todo atisbo de civilización, pero esto era algo que ellos, con su arrogante actitud y su intransigente talante, no podían permitir de ninguna forma, de lo contrario, podría haber sido tomado como un símbolo de debilidad que no debían tolerar, sobre todo por que, a expensas de lo que la historia dijera sobre el tema en futuras generaciones, la “Nueva Era” impuesta por los tecno-científicos y su oligarquía se sustentaba en un poderoso brazo previsor en contraposición con el permisivo y fragil siglo veinte, que no había traido a la humanidad más que desazón y sufrimiento. Así que pusieron en marcha su implacable maquinaria depurativa e implataron en su brazo una microcápsula del contraceptivo “FEMOL DOS” y esta quedó esterilizada para siempre. Más tarde se lo llevaron de su lado, y lo esterilizaron también, y cinco noches después ella se quitó la vida...

-¿Quién os ha nombrado como dioses, jueces o salvadores sobre el resto de la humanidad? ¿Quién os ha dado la potestad para ello? ¡Malditos hijos de puta!- Ahora se dirigió hacia el longevo viejo y le observó con ojos homicidas.- Debería acabar contigo ahora mismo...- Volvió a examinarle con ojos desenfrenados, como si fuera un psicópata a punto de darle ejecución a su obra cumbre. Su cara se enrojeció producto de la sangre agolpada contra su cerebro por la tensión y su rifle permaneció expectante, letal ante el imperceptible golpe del dedo índice sobre el percutor electrónico.

-¿Quién...? ¿Quién es usted?- Pronunció la periodista haciendo acopio de todo su valor cuando apenas se percató de que aquello podía convertirse en toda una auténtica noticia y que ella precisamente se encontraba en pleno ojo del huracán, no en valde se trataba de un paranoico “NO MANIPULADO” que había coseguido burlar los mecanismos de seguridad, entrar en la emisora y retener al mismisimo señor Bernard Kaufer, Vicepresidente del D.O.G.B.”.- ¿Pertenece a algún grupo terrorista o algo así? Le recuerdo que... los micrófonos están... puede utilizarlos para... para...- La chica de ojos esmeralda y figura sensual se mordió la lengua al comprobar que los nervios le habían jugado una mala pasada y que había soltado más de la cuenta. Un ademán de perdón surcó por su rostro cuando comprobó que los ojos del señor Kaufer se clavaron en los suyos como aténticas dagas envenenadas.

-¿Que quién soy?- Repitió él casi como un eco malvado.- Olvídese de mi, no soy nadie, nadie en absoluto. ¿Usted qué cree? Soy menos que nadie, soy un tipo que nació jodido, vive jodido y morirá jodido... ¿Quiere saber a que grupo pertenezco? Solo al grupo de los jodidos... ¿Entiende? ¿Entiende?

Aquella hermosa mujer se sintió tan conmocionada por la vigorosa y vehemente confesión de algo muy parecido a la auto-compasión más feroz, o al menos así se lo pareció a ella, que no pudo evitar que se le erizara la piel por un momento y que a la vez sintiera mucho miedo junto con una pizca de lástima, pero ese era un tipo de sentimiento más bien hipócrita e incierto, por que no se trataba de algo surgido desde lo más profundo de sus entrañas hacia un ser humano que sufría de forma incomprensible o tal vez irremediable, sino que se parecía más bien a la lástima que se le tiene a un pobre animal al que un indolente vehículo ha dejado malherido o muerto.

No era esa clase de lástima la que Fredy quería soportar, aunque era cierto que él mismo se sentía como un ser patético que llegado un cierto punto de inflexión no puede resistir la presión que ejerce el sistema o lo que sea, sobre él, y explota y se transforma en una especie de monstruo, o quizás tan solo en una especie de “conciencia”, o tal vez en un cáncer que esta ha creado pero que a toda costa quiere evitar y hasta incluso ignorar.

-Está bien...- Manifestó casi con serenidad, como si de repente hubiera recibido algo así como un soplo divino de cordura.- Está bien, pueden salir todos... excepto Kaufer.- Le señaló amenazadoramente con el cañón de su arma.

Por primera vez Kaufer manifestó un atisbo de inseguridad que a él le hizo sentir casi vencedor. Pero aún quedaba mucha batalla por delante, o tal vez no. Los demás hicieron lo que este les había indicado con una prisa “sosegada”, como si quisieran salir de allí antes de que se arrepintiera de ello.

Entonces Fredy acercó su silla al extremo opuesto de la mesa donde se encontraba aquel estúpido viejo y se sentó frente a este. Durante un breve instante las dos miradas se cruzaron y el ambiente se volvió espeso y demasiado denso, tanto que el listo señor Kaufer se precipitó a romperlo por que sabía que aquello no jugaba en su favor precisamente.

-Está bien, hijo, ¿Qué es lo que quiere?- Su voz sonó cascada. Interrumpió su lengua por un momento, pero se decidió a continuar al ver que aquel pobre desgraciado permanecía en silencio, casi como reflexionando sobre algún asunto muy complicado y trascendente.- ¿Qué pretende conseguir con esto?

-No sé exactamente lo que espero conseguir. ¿Un poco de ruido tal vez? No ha ocurrido de forma premeditada. A decir verdad, ha sido algo repentino, como si de súbito un resorte hubiese saltado dentro de mi mente y todo se hubiera ido al traste. Como si la desesperación hubiera empañado mi cordura y una voz dentro de mi mente me forzara a ello. Usted no puede entenderlo por que su vida es muy diferente a la mía. Esta marcado para el triunfo.

Es como jugar a la ruleta rusa sin balas. Cuando se mira al espejo ¿Qué ve? Vamos ¿Qué ve?- Pausó un instante en un intento de que aquel maldito viejo hiciera, al menos, un intento de auto-examen, pero, probablemente, eso era algo totalmente ignorado y absurdo para él.- Pero en mi caso no es así. Cada vez que juego pienso en que será la última vez. ¿Entiende lo que es eso? ¿Lo entiende? Usted y su maldita sociedad. Son unos bastardos. Lo controlan todo, tienen el derecho a decidir por los demás. Es un control tan... tan sutil... nadie se da cuenta de ello. ¿Sabe a lo que me refiero? ADN. Todo está escrito ahí, ¿No es cierto? Ustedes manipulan a diestro y siniestro... acondicionan a la gente de forma física y psicológica en una especie de macabro juego para que sean una especie de rebaño al que ustedes guían y manipulan a su vil antojo, ¿No es cierto?

Kaufer no pudo hacer otra cosa que absorber un soplo del viciado aire de la emisora y sonreir entre dientes, como si aquello casi le superara, casi como si se desengañara al darse cuenta que aquel loco no era precisamente el tipo de loco que él esperaba.

-Si se refiere al sistema... bueno... nadie ha dicho que sea perfecto. Eso sería una utopía... y las utopías no existen. Pero estoy seguro que es mejor al de hace... pongamos... cien años... Por ejemplo... la antigua sociedad decadente. Era una sociedad enfermiza, en todos los sentidos... hambre, guerras, pobreza, enfermedades. Estaba pudriéndose lentamente, tanto así que en el 2012 de la antigua era murieron más de dos mil millones de personas debido a diferentes tipos de virus que azotaron a la humanidad, eso sin contar con el elevado número de bajas en ñas guerras, las hambrunas, las plagas...

No sé si sabe a qué me refiero...- Kaufer lo miró ahora con una intensidad casi refulgente, como sometiéndolo a una especie de pulso psicológico. El permaneció callado.- Surgió entonces la Nueva Era y con ella el estudio de antiguos sabios como Sir Francis Galton, Charles Benedict Davenport, Karl Pearson... Hacía varios años que ya se había descifrado el Genoma Humano, casi en su totalidad. Fue el principio de todo. Que la gente tenía enfermedades herditarias... sabíamos que genes mutar para anular sus defectos, que alguien tenía problemas de drogadicción o alcoholismo, podíamos tocar los hilos pertinentes para solucionarlo, que una madre estaba en probabilidad potencial de tener un hijo con ciertos tipos de problemas mentales o físicos, era posible evitarlo...

-Que el típico padre gilipollas no le gustaba que su hijo tuviera ciertos manerismos propios de maricón... los médicos podían “curarle” mediante terapia génica. Que la sociedad estimaba que había un exceso de adrenalina en un tipo, o tenía ideas contrarias a lo socialmente correcto, o simplemente se metía el dedo en la nariz...

-¡Creo que estás siendo demasiado frívolo!- Comentó Kaufer casi ofendido, como si se tratara de algo muy personal.- ¡Poseíamos un conocimiento muy valioso que debíamos poner al servicio de la sociedad! Pero no podíamos caer en lo errores del pasado... La inteligencia requiere firmeza. En todas las sociedades siempre ha habido minorías menos afortunadas...

-Y sacrificables, ¿Verdad?- Fredy sonrió amargamente, pensando en que eso era muy fácil de decir, sobre todo cuando se estaba al otro lado de la línea.- Lo malo no fué el instrumento en si, fue quienes lo manejaron. ¿Sabe? Ha habido muchos casos en la historia de gente que ha hecho algo muy parecido a lo que estais haciendo vosotros. Usted mejor que nadie debe saberlo. Hitler y su “raza aria”... Davenport y sus “inmigrantes inferiores...”

-¡Eso no es cierto!- El viejo se atrevió por primera vez a alzar su voz casi con ira. Si no hubiera tenido el rifle seguramente se le habría tirado al cuello como un colegial enfadado.- Ellos instaban a la masacre, al genocidio, a la muerte, tan solo por el color de la piel, la nacionalidad o la etnia. Buscaban la destrucción, la muerte. Nosotros solo buscamos la purificación, desde la concepción... no llevamos a nadie a un campo de concentranción para su exterminio... si eso fuera así...- Pero no tuvo el valor suficiente para continuar por que la tensión estaba creciendo por momentos en aquel angosto receptáculo y temió lo peor.

-Estarías muerto... ¿No es eso lo que iba a decir?- El lo miró con odio pero a la vez con tristeza, con una tristeza miserable y profunda que inundó todo su ser por que comprendió que era inútil; su vida, todo en general era inútil, e incluso su muerte sería inútil.- Hubieron científicos que lucharon por el bienestar de aquella enferma sociedad... eso es cierto.- Esta vez parecía reflexionar consigo mismo en voz alta, por que hasta el tono de su dicción cambio, se hizo más pausada, más trascendente y circunspecta.- Es cierto, hacía falta un cambio.

Los biólogos y los genetistas lo consiguieron... Al principio era un sentimiento puro, despojaron a muchos de las grandes cargas que soportaban. Hicieron inmunes y fuertes a una humanidad débil y atribulada. Pero ese sentimiento, esa ideología, se fue corrompiendo. Perdieron todo atisbo de humildad, creyeron convertirse en dioses. Y no lo somos... el péndulo osciló al otro extremo, como suele suceder, desgraciadamente. El control es poder, el poder solo quiere más poder, y más y más... No hay una linea que delimite el terreno peligroso, y si la hay o alguna vez la hubo, la gente sin escrúpulos como usted se encargara de rebasarla, y una vez rebasada la primera vez... Es como el asesino que mata por primera vez y descubre que la experiencia le gusta. No, es cierto que nadie me ha mandado a mí así como nadie mandó a mi madre a la muerte, al menos de forma directa, pero nos habeis hecho los seres más desgraciados de la tierra, y no por el color de nuestra piel, ni por nuestra etnia... tan solo por que... unos tipos bien trajeados han decidido que no pasamos la criba, que no somos tan humanos como los demás, que no merecemos los mismos privilegios que los demás... Es patético ¿No cree?-

Esta vez salió de su reflexión de súbito, como si por una especie espasmo hubiera salido de un trance maligno que le hubiera dejado agotado, exhausto, deprimido, sin fuerzas para nada. Se quedó por unos instantes a solas con su pensamiento, consigo mismo, con el recuerdo de su madre, con algunos de los escasos recuerdos felices que en su aciaga existencia le había permitido conocer, solo de lejos, lo que podía ser la dicha de la normalidad, del bienestar, de la seguridad en uno mismo y en lo que le rodea. Era una meditación sutilmente placentera y a la vez nocivamente dañina, como cuando uno inhala un peligroso gas que sabe que puede provocarle la muerte pero te engaña haciendote sentir cada vez más etéreo, más distante de ti mismo.

Kaufer le miró a los ojos con precaución y con cierto indicio de extraña incredulidad. Tenía sus opacos ojos marrones acuosos. Permanecía quieto, casi inmóvil, mirándole a él pero como si no le viera. No supo si es que acaso era el efecto de algún singular barbitúrico que comenzaba a desaparecer, o tal vez era la consecuencia de un estado trastornado e inestable provocado por una especie de depresión cognitiva, o simplemente de una especie de semi-trance inducido por su propia psicologia frágil y excesivamente emotiva, como consecuencia de haber tocado fondo. Después de todo no era más que un jodido “NO MANIPULADO” que se había saltado, casi con toda seguridad, algunos de los controles médicos, o tal vez que había dejado de tomarse la medicación durante un par de días. Continuó hablando con la misma imperturbabilidad extenuante que lo había hecho en sus últimas frases:

-Nunca podré tener hijos, ni ir a la universidad, ni disponer de mi propia libertad para hacer lo que me de la gana. Desde antes de nacer ya estaba marcado...- Fredy apolló el rifle sobre la mesa sin apenas percibirse de ello, tal era su ausencia de respuesta psicomotora- Pudo haber sido diferente. Estuvo en nuestras manos. Tuvimos el poder para hacerlo, sin distinción de ningún tipo, solo con la intención de eliminar todo lo imperfecto que hubiera en nosotros. Pero entonces dejaríamos de ser humanos. La diversidad nunca ha sido mala, al contrario, enriquece a la sociedad, pero solo si esta es lo suficientemente madura como para aceptarla...- Kaufer estuvo a punto de levantarse con mucha precaución y largarse. Estaba seguro de que si lo hubiera hecho aquel estúpido tipo no se lo habría impedido, no en aquel preciso instante.

Pero de súbito un sonido retumbante y estridente brotó de algún lugar de la habitación con sorpresiva rotundidad. Tanto fue así que todo se estremeció por una milesima de segundo, como por un impacto de una granada o algo así. Pero no se trataba de otra cosa que de la Patrulla Estatal de Seguridad que con su habitual y entrenada eficacia había escogido el momento que parecía más oportuno para volar la puerta de entrada con un sofisticado explosivo plástico, cogiéndolos a los dos en la más absoluta sorpresa. Apenas un segundo después el receptáculo se inundó de vaporosos gases igneos y varios hombres penetraron dentro con sus rostros cubiertos y sus intimidatorios rifles de última generación.

Fredy entonces se colocó el rifle en su barbilla, y gritando: “Que os den, jodidos cabrones”, apretó el gatillo. Todo ocurrió demasiado deprisa. A continuación, alguien se del grupo se apresuró a apretar el gatillo, tal vez algún policía nervioso que estaba deseando utilizar su arma reglamentaria. El caso es que el gas se había concentrado de forma exagerada en el centro de la habitación y todo se tornó demasiado difuso, así que las armas bramaron, las balas lo destrozaron todo y el olor de la polvora ahogó al olor a muerte, a sangre esparcida, a carne macerada. Después de eso, un mutismo penetrante y tétrico lo inundó todo. Y Fredy y el señor Kaufer quedaron frente a frente, como si quisieran acabar esa estúpida conversación, con los ojos sin vida y el cuerpo totalmente ensangrentado y destrozado…



Fuente: http://www.musicacopyleft.es/profile/FranciscoSanchez
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Autor: Francisco Sánchez
Enviado por fanchisanchez - 23/12/2011
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