Desde la cama de mamá se podía ver por la ventana un rectángulo que resumía el universo. El cielo de Lima durante esos años era lindo. Se veía negrito desde las siete y las estrellas se dejaban ver. Una noche de las tantas noches de apagón, mamá me dijo ven al patio y mira al cielo. Salimos por la cocina y vimos hacia arriba.
Ella había crecido entre la hacienda de sus papás y el internado de monjas dominicas. Según me contó le gustaba ver el cielo desde que era muy chiquita, su papá le decía que si quería medir el tamaño de su amor tenía que hacerlo en el cielo, por que era infinito. Me contó que antes se veían pasar más estrellas fugaces y que los deseos se cumplían más, que todo era más fácil. Hasta cree haber visto a Papá Noel en su trineo una vez.
Nos sentamos en las sillas del patio y me enseñó las tres marías, la cruz del sur, a su mamá y a su papá. La verdad no entendí como se habían convertido en estrellas. Les habíamos llevado flores a sus respectivas tumbas y estaban a la vez en el cielo. Me parecía medio extraño pero se lo creí. “Ellos son estrellas y nos miran desde arriba. No van a dejar que nada nos pase nunca”.
-¿Porqué hay tantos apagones?
-Gente loca que gusta de la oscuridad.
En ese momento pensé que yo también estaba loca, a mí también me gustaba la oscuridad y los apagones. Sin ellos no vería el cielo así de bonito y mamá estaría en la cama viendo tele y no el patio conmigo. Mamá me abrazó y me acarició el cabello enredado y negro que se veía como plata con la luna llena. Siguió hablando de estrellas. -¿Porqué tus papás se fueron a vivir en las estrellas?-Para vernos mejor. Sonó de pronto una sirena no sé si de policía o ambulancia, eso nos sacó otra vez de la conversación. Me pidió perdón porque me daba una lugar así de horrible para vivir. Dijo que no era justo para mi, que debía ser feliz y no convivir con tanta gente loca y mala. A mí no me parecía tan malo. La verdad me encantaba vivir así. No entendí porque se puso a llorar mientras lo decía. Yo pensaba en el tiempo que pasábamos juntas conversando, lo divertido que era hacer sombras en la pared con la luz de las velas, los libros grandotes de medicina que podía leer, los juegos que inventaba con mi hermana, y la luna así gigante que salía en Lima algunas noches. Me gustaba en serio. Ahí entendí que de seguro yo también estaba loca.
Las sirenas volvieron a cortar la conversación y nos quedamos más bien en silencio. Y vimos las estrellas, la cruz del sur, las tres marías, a su mamá y a su papá. Y a los demás, porque supuse que las demás estrellas eran los otros muertitos que mi mamá conocía o los que salían en el noticiero de la televisión.
-Pide de una vez los deseos a las tres marías para que se te cumplan. A mi nunca me han fallado, puedes pedir lo que quieras. Bendita costumbre que mantengo hasta estos días y es que se cumplió lo que pedí. El primero fue que siguieran los apagones para poder ver el cielo así de oscurito. Continuaron por mas o menos un año. Así que tenía la noche negrita para mi sola.El segundo que no hubieran clases el miércoles siguiente porque habría examen de matemática y yo no entendía ese curso ni al derecho ni al revés. Un paro armado fue programado para ese mismo día. Y en lugar de una hoja con números tuve yaxes durante toda la mañana. Y el tercero ver una estrella fugaz alguna vez. Esa misma noche antes de dormir en la cama de mamá vi pasar la estrella fugaz. Tercero Y cartón lleno. Todo desde el rectángulo. El mismo rectángulo que resumía el cielo durante esas noches.