| Una vez mas has perdido el metro de las siete y treinta y cinco. Te toca esperar diez minutos. Bueno eres aún un poco positiva: diez minutos de descanso sin marido, hijos jefe ni perro. Cierras los ojos para soñar un ratito...pero no puedes, sabes que en tu mesa del despacho te dejaste un informe incompleto que tiene que salir a las once. Tratas durante estos diez minutos de tranquilidad de solucionar las duda que tenías el viernes, antes de este final de semana agotador. No podías cerrar el informe porque te preocupaba más la merienda que prepararías al día siguiente para los amigos que tu marido había invitado para celebrar tu cumpleaños. La verdad es que hubieras preferido ir al cine o al teatro. Esto nunca es posible, o no tienes tiempo, o hay un partido de fútbol, o tu marido no está en casa.
No sabes ya porque te casaste... Si es verdad, estabas enamorada, querías compartir tu vida con él, tener cuatro o cinco hijos. Con uno de muestra ya tenías bastante. Nunca te hubieras imaginado el agobio que es tener a tu cargo dos niños pequeños y otro más grande : tu marido.
Un marido es peor que un hijo. No te atiende, no te hace caso, no te ayuda y no puedes reñirle como a uno de tus vástagos. Claro como vas a reñirle: no es tu hijo, aunque él te considere algunas veces como su madre. Todo lo relativo a la casa depende de ti. Aún no sabe en que cajón están sus calzoncillos.
Pasa de todo lo que está relacionado con la parte práctica de la vida. De repente ya no sabe ni preparar una tortilla para la cena de los niños, cuando tu llegas tarde. Es mucho mas fácil llevarles al bar de la esquina y que les hagan un bocadillo. Mientras tanto , él puede tomarse dos o tres cervezas, un chato de vino y probar la última botella de orujo que ha traído, Amador, el dueño del bar.
Vuelven demasiado tarde a casa y no sabes nunca donde están. Cuando llegan, ellos muertos de sueño, y él feliz de la vida, te explica que los ha llevado al bar, para ahorrarte el fregar los platos.
No tienes que fregar los platos pero, si, el suelo, ya que nadie ha sacado el perro.
Los niños se acuestan sin ducharse y sin haber preparado la cartera para el día siguiente. Regañas a tus hijos, pero ya no te oyen. Duermen.
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