Amelia me llamó esa noche con una voz de "ayudame que no doy más", ¿Qué pasa flaquita?, le dije, como intentando dibujarle una sonrisa.
- Estoy podrida de los hombres. Son todos iguales, creo que me meto en un convento y listo.
- Pará, por empezar ese papanata de Carlos no es el último tipo que queda suelto y ahora contame ¿Qué pasó?
- Pasó lo de siempre: me dice: nos hablamos en la semana, la semana pasa y llama un día, nos vemos una noche, o mejor dicho unas horas de la noche y después todo sigue muerto hasta la otra semana. ¿Eso te parece una relación?
- La verdad que es un tarado. Al final se va a quedar solo.
- A mi no me importa como se va a quedar él, me importa que yo, a este ritmo, te digo que me quedo vistiendo santos.
- El que te escucha creería que tenés ochenta años.
- Mirá, tengo 29, pero eso no tiene nada que ver. Ya todas mis amigas están paseando con el cochecito por el barrio.
- ¿Y?
- Cómo, ¿Y? te encontrás le hacés unas muequitas al bebé y en menos de un minuto ella te pregunta: ¿Y vos en qué andás?
- Si, me imagino, y vos ya sabés que te quieren preguntar si es que estás con alguien y si es en serio y si saben cuando se van a casar y…
- Y yo digo: todo bien igual que siempre, en la escuela los alumnos bravos, muchos hiperactivos… y con eso zafo y desvío la conversación para cualquier lado.
- Pero te quedás mal.
- Horrible. Me quedo pensando a qué convento entraría más que quién será el próximo salame que conozca.
- ¿Y si dejás de obsesionarte con el tema?
- ¿Sabés cuántas veces me lo propuse? Pero me dura hasta el próximo encuentro con un cochecito amigo o con la próxima tarjeta de invitación a un casamiento.
- Mirá, pensá que cuanto antes una se casa, antes se separa. Quizá si tardás más te quedás ya con el mismo.
- Eso seguro, porque yo este desfile de inmaduros otra vez no lo estreno.
- Por ahora, un hombre por acá no tengo, pero si querés te invito a tomar un café.
- Eso es mejor que cualquier hombre, en un rato estoy en tu casa.
Amelia vino a mi casa muchas veces ese año. Yo ya me había resignado a ayudarla y decidí permitirle estar en ese lugar incómodo, tranquila. Aunque parezca increíble, cuando pasó el año, las conversaciones con ella cambiaron.
- ¿Qué tal flaca?
- La verdad qué bárbaro.
- ¡Qué Bueno! Con Andrés todo es distinto ¿No?
- Nada que ver, fue peor que todos juntos.