Hace dos días, Dinaweb Networks, la principal empresa gallega de Internet, presentaba una alianza con Wanadoo para la implantación de cuatro mil líneas ADSL y la gestión de otros tantos dominios para las empresas gallegas en los próximos dos años.
Es una buena noticia, ya que España ocupa el último lugar en la lista publicada por el Instituto Nielsen sobre la implantación de Internet en el trabajo y el hogar en veinte países analizados. También nos dice que en España hay cerca de siete millones y medio de usuarios, la cuarta parte que en Alemania y la mitad que en Italia. Entre los países de la Unión Europea, sólo supera a Portugal y no llega a la mitad de la media. El crecimiento global de Internet en el mundo avanza a un imparable 32 por ciento anual, mientras que esta tendencia es descendente en el caso español en relación con el alza global.
España es, en general, deficitaria en tecnología. Sólo hay cien mil líneas ADSL, cuando la Unión Europea le atribuye un dos por ciento de los hogares yoficinas a finales del 2001. Poco más de un uno por ciento de las empresas usan la web e Internet como una forma de ahorrar costes e incrementar la productividad. Las inversiones en investigación y desarrollo no llegan al 0,5 por ciento de PIB, lo que hace que nos alejemos constantemente de los puestos de cabeza y mantengamos una total dependencia tecnológica. No existe una divulgación constante de los beneficios de la sociedad de la información y, como puntilla, el coste de las comunicaciones es hasta seis veces superior que en Estados Unidos.
Todos estos factores y muchos otros hacen que estemos perdiendo rápidamente el tren. Irlanda, ha comenzado hace una década una política orientada a la investigación y la economía de Internet. Hoy, con un desarrollo social similar al caso español, la inversión privada en investigación y desarrollo duplica a la española y la penetración de Internet en el trabajo y en los hogares triplica a la nuestra.
Ese tren de la sociedad de la información está en marcha; nuestros políticos, nuestros empresarios y nosotros, ciudadanos de a pie, debemos empezar a pensar y actuar conforme a los parámetros que se avecinan si no queremos convertirnos en observadores del mundo que está naciendo.
Enhorabuena a esta iniciativa que contribuirá a seguir avanzando. Estamos en el andén correcto, sólo hace falta que gritemos juntos: ¡Todos al tren!