De siempre nuestras abuelas y madres - las de mas de 60 - tuvieron una especial fijación con el matrimonio de sus hijas. Me refiero. naturalmente, a las épocas en que se ataban perros con longanizas en este país. Es decir, cuando los mirlos blancos existían y las jovencitas casaderas iban a por ellos con todas sus armas y algunas más, adoctrinadas por sus mamás para no dejar escapar al hombre que, con una carrera acabada o una sustanciosa cuenta corriente, ellas habían previsto para sus retoñas. Antes, se enseñaba a las "niñas" todas las artes de la búsca y captura del mirlo para que ellas - y toda su familia también - tuviesen la vida resuelta sin salir del piso. Por eso no ponían ningún reparo a la hora de firmar de por vida su contrato como amas de casa perpetuas, y disfrutar con ello, porque consideraban un chollo el no tener que moverse(o poco) de su "reino": el hogar era el dominio de las marujas conscientes de ello y consintientes con ello. Y se daba por hecho que el marido(tampoco existían las "maridas" como ahora) era el encargado del mantenimiento de la casa y manutención de todos sus habitantes.
Ahora, las cosas son distintas, porque las niñas ya no lo son desde los seis añitos y se saben la cartilla de pe a pa. Los derechos de la mujer han hecho que ellas deban salir del hogar para ganarse el pan con el sudor de su frente(o de donde sea), privilegio que era cosa de hombres desde antiguo, y que los inteligentes de ahora bendicen, porque cada día hay mas maridos y compañeros con derecho a roce que dan gracias al cielo por poder encargarse de la intendencia y que sean ellas las que se ocupen de la parte crematística. Y es que aquí somos mas vagos que los koalas. Lo que sucede es que, hasta ahora, no habíamos tenido la oportunidad de demostrarlo tan a las claras, y, para eso, ellas nos lo estan poniendo a huevo.
¡Viva el feminismo!, sí señor.