(13-06-07)
Nos conocimos y nos enamoramos.
Con nuestro amor forjamos un castillo de cuento y abrazados uno al otro dormimos el sueño de la adolescencia.
Pasaron años y años y ninguno de los dos veía la hora de despertar.
Un día un gran estruendo en mis oídos me obligó a abrir los ojos.
Salió el Sol en mi sueño de ‘niña’ y me mostró que ya hacía mucho que era ‘adulta’.
Me costó asimilar que estaba despierta, quise volver a dormirme y seguir soñando junto a ti, pero al ver que me era imposible intenté despertarte.
No me hiciste caso.
Te acaricié suavemente para que supieras que aunque despertáramos en otra circunstancia, yo quería seguir la vida en tu castillo. Pero seguiste sin reaccionar.
Intenté gritarte para que vieras que sin ti no era la misma.
Te llamé y no me respondiste.
Mi amor, te expliqué que si no tenía tu presencia junto a mí, no podía seguir tu camino y tu respuesta fue amarga como la hiel:
_’Yo hace mucho que he despertado ya y la vida me parece bien como está.
Si quieres o si necesitas algo diferente a lo que te doy búscalo en otro lugar.
Me he acostumbrado a vivir así y no pienso cambiar porque tú hayas despertado ahora.
Lo que ves es lo que hay, no te voy a dar más.’
Tú abrazo no volvió a ser el mismo, tus besos eran muy escasos y me sabían a falsos.
Había muchos estímulos en mi ‘nueva vida’ que me hacían apartar de ti y veía que cada vez estábamos más lejos el uno del otro y me sentía morir cuando nuestros pasos no caminaban siguiendo el mismo son.
Insistí muchas veces, te expliqué todo lo que sentía. Que en ocasiones la vida me hacía añorar lo que siempre había tenido, pero en otras hacía que mi pasado y mi castillo de cenicienta me estorbaran.
Tantas veces te pedí ayuda diciéndote que añoraba tu amor y que mi cabeza se distraía en otras cosas que no deseaba.
Tantas veces te pedí ayuda diciéndote que me daba miedo a mí misma y que creía que se me escapaban las ganas de quererte.
Tantas veces te pedí ayuda…. Tantas como me la negaste.
Y aún así intenté seguir adelante, intenté centrarme en el poco cariño que me dabas, pero no bastó.
Nuestro sueño era cosa de dos.
Nuestra vida era cosa de dos.
Yo sola no conseguía aguantar vivo nuestro castillo.
¡Yo sola no!
Y tú te olvidaste de mí, de lo que habíamos construido, te negaste a fortalecer nuestras paredes, te fue más sencillo esconder la cabeza debajo del ala, pensando que si todo se rompía era culpa mía por no seguir durmiendo como hasta entonces.
Los días pasaban y pasaban.
Seguían pasando sin nada que alimentara mis ganas de quedarme, sin caricias, sin abrazos, sin besos, sin te quieros.
Seguía viviendo sin acabar de vivir, deseando que el pasar de las horas me llevara un poco de tu amor hacia mí. Pero no fue así.
Las horas me llevaron otras muchas cosas, silencios eternos, tristeza inmensa, soledad, rabia, impotencia… Pero no tú amor. Tú amor no.
Me construí poco a poco, con todos tus desprecios y con toda tú frialdad e indiferencia, un escudo para que no doliera tanto tu ausencia.
Y vi cómo el tiempo me hacía más mala, menos vulnerable.
Vi cómo el tiempo me enseñaba a saber vivir sin ti.
Hasta que llegó el día en que mis ojos ya no te veían como antes, mi corazón no te sentía igual y mi cabeza no añoraba tu presencia.
Se hizo tan fuerte mi escudo que llegué a pensar que nunca te amé, que sólo fue una ilusión de una adolescente.
Pero ahora cuando me siento veo que sí te amé, es más, aunque tenga una gran herida en el corazón, aunque te odie porque me has hecho hacer cosas que no me hacía falta hacer si tú me hubieras dado lo que necesitaba cuando te lo pedí, aunque sigues sin darme lo que te pido y aunque yo siga necesitando lo que tú me niegas; sé que te sigo queriendo.
Sólo espero que no tardes mucho en reaccionar y que cuando lo hagas mi escudo no sea demasiado alto para que lo puedas saltar y podamos seguir soñando despiertos.