Este ensayo fue un regalo en el día de las madres, espero que pueda serlo para muchas mas. Y para nosotros, como hijos, tener conciencia de que no las tendremos por siempre.
Es difícil escribir algo sobre mi madre. Pienso que se debe a que hay pocas cosas buenas que puedo contar de mi relación con ella. Para poder hablar de ella, he tenido que juzgarla fríamente dejando a un lado el halo de divinidad que suele cubrirle. Y la he descubierto como la gran mentirosa que toda la vida ha sido.
Cada recuerdo que tengo de ella va ligado a una mentira. Cuando ella hablaba, se expresaba con tal claridad que fácilmente lograba convencerme. No necesitaba usar muchas palabras ni recurrir al llanto o a los gritos, tampoco simulaba pena o buscaba lástima para hacerse escuchar. A veces, sus frases eran como susurros, pero de tanto repetirse, se quedaban grabadas en lo más profundo de mi mente y de mi corazón. Era incisiva y precisa sin necesidad de cuidar el detalle en la forma en que hablaba. Realmente me engañaba y disfrutaba verme convencido, aceptando sus engaños.
Y yo le creía.
Me hizo creer por años que no sufríamos de pobreza. Celebraba la escasa comida que teníamos como si fuera un banquete. Todo ese tiempo pensé que era normal tener solo un par de zapatos y dos cambios de ropa, uno para el diario y otro para la iglesia. Se esmeraba en tenerla limpia y planchada para cuando la necesitara. El truco estaba en hacerlos parecer nuevos cada vez que los usaba. Nunca supe como hacía para conseguirme juguetes. Pero siempre había bajo el árbol de navidad una nueva ilusión. Su sonrisa al entregarme algún obsequio parecía hipnotizarme y provocaba que pensara que era el mejor regalo del mundo.
Y Yo lo creía.
En las grandes ausencias de mi padre, no tuvo problema en crear una figura paterna ideal. Lo describía casi perfecto en sus condiciones humanas. Crecí creyendo que mi padre era leal, honesto y fiel. Me convencí que mi padre era el ejemplo que debía seguir. Me enseñó a respetarlo y quererlo y a buscar tener al menos, un poco de su dignidad, entrega y talento. Me he pasado la vida tratando de ser como ese padre imaginario que con mentiras formó. Ahora que lo pienso, era un ser increíble para ser humano.
Y sin embargo, yo le creía.
No se imaginan la cantidad de ocasiones que me mintió al verme derrotado. Se sentaba a mi lado sin intentar consolarme y me decía que no perdiera el tiempo en lamentaciones. Que lo intentara de nuevo con más fuerza y decisión. Decía que yo tenía la capacidad necesaria para vencer cualquier dificultad. La fuerza de su engaño era tan poderosa que me hacía regresar a intentarlo. Cada vez que caía, me volvía a engañar.
Y le creía.
Lo peor vino cuando estuve enfermo. Mi enfermedad era severa y posiblemente mortal. Me encontraba confundido y débil, a merced de sus mentiras. Pero eso no la detuvo y se mantuvo conmigo día y noche. Cada vez que volvía a estar consciente, ahí estaba ella. Me convencía de que no debía preocuparme y que pronto mejoraría y recobraría mi salud. Era tan audaz, que me llevó un espejo para que me viera y no fui capaz de ver mi desgracia. Tenía un mágico poder que le permitía llenarme de vida, con mentiras, claro.
Y así, le creía.
En particular, no entiendo la causa de que mintiera sobre otras personas. Creo que era un reto personal para ella, convencerme de la bondad de otros. No era tan fácil. La gente se dedica a hacer cosas malas dañando a otros sin sentir remordimientos. Pero así fuera el peor de los perversos, lograba encontrar la cualidad en su persona y hacerla brillar. Decía que era fácil hacer brillar la luz más tenue entre mas inmensa fuera la oscuridad. Yo creo que la luz era su reflejo y no hacía más que proyectarlo. Pero mentía tan bien que llenaba de bondades a otros.
Y Yo le creía.
Aunque estoy tan lejos de ella, su capacidad de mentir no se ve limitada por la distancia. Hoy dijo una más de sus mentiras. Dijo que se sentía bien, que solo era un resfriado. Dijo que no me preocupara, que había tomado su medicina y que seguramente mañana se sentiría mejor. Me bendijo como siempre y volvió a decir que me amaba, que todos los días oraba a Dios por mí para que me proteja y guíe.
Y… le creí.
Alguna vez le pregunté si siempre íbamos a estar juntos. Tenía temor de que se fuera y me dejara solo. Me dijo que no temiera, que siempre estaría conmigo porque soy una parte de ella. Que siempre estaría cuidándome y festejando mis triunfos. Que cada destello de luz que viera en el cielo, por pequeño que fuera, sería ella tratando de iluminar mi camino.
Y le creo.
Y le creeré siempre a esa dulce mentirosa que me ayudó a forjar mi vida llenándola de falsedades. Ella quien tenía el poder de dar amor con sus mentiras.